El viaje hacia la isla de Koh Tao fue uno de estos días que sientes que viajar es la mejor cosa del mundo. Después de despedirnos de Nandh, nuestro anfitrión en Bangkok, cogimos un bus local para ir a la estación de metro. La chica que vende los billetes en el bus vino sonriendo y nos dio el billete diciendo “free ticket” y no nos cobró el viaje.
El tren que cogimos en la estación central estaba a reventar, es la época que empiezan las vacaciones de verano, así muchos chicos que estudian en Bangkok viajaban a sus casas, hacia el sur. Tanto que en la taquilla de la estación nos dijeron que la tercera clase (la clase más barata) estaba llena y nos dieron unos billetes con escrito “No Seat”, diciendo que nosotros no tenemos asientos. Estábamos preocupados de tener que estar de pie durante los ocho horas de viajes, pero esperábamos que la gente bajase y subiese durante el trayecto, así siempre contábamos con algún asiento disponible. Nada más haber subido al tren nos sentamos en unos asientos que estaban aún libres, listos para levantarnos si alguien nos dijera que aquél era su asiento.
El trayecto era muy largo y en cada parada subían personas y no bajaba nadie. Cada parada era una incertidumbre y una certeza que tarde o temprano habríamos tenido que levantarnos. El tren seguía parando, la gente subiendo y nadie bajando. Durante todo el trayecto había personas de pie, el tren estaba lleno de niños, familias, estudiantes y para llenar más el espacio, un montón de vendedores de comida y bebida tanto dentro del tren como en todas las estaciones.
Estación tras estación seguíamos sentados, mucha gente nos sonreía, los chicos que a nuestro lado que tomaron este tren para casi 24 horas, nos sonreían y muchas veces nos preguntaron cosas, se nos acercó un hombre que nos enseñó unas paginas imprimidas de su blog en que escribe relatos de ciencia ficción y luego nos explicó con detalles la situación económica de su país. Todo sin que nadie reclamara su asiento. Mientras tanto siempre con un poco de inquietud y estando listos para levantarnos en cualquier momento; nos divertimos ver el desfilé de vendedores en los estrechos pasillos del tren que pasan cada minuto para venderte fruta, platos hechos, bebidas y en algunas estaciones hay gente que se acerca a las ventanillas para venderte comida sin subir al tren..
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Parecíamos invisibles en el medio de un tren que estaba a reventar donde había gente al lado de las puertas que casi se caían del tren y no cabía ni un niño más. Aún no sabemos si por mucha suerte cogimos los asientos que de verdad estaban libres y en la estación de trenes nos tomaron el pelo, si los dueños perdieron el tren o si simplemente no se atrevían a venir a hablarnos y pedirnos que nos levantáramos. Fue una sensación más rara y una situación más absurda….. tenemos el dono de la invisibilidad!!!
Al final tenemos que decir que los asientos de la tercera clase no son tan incómodos como los pintan y entre que las ventanas estaban abiertas y había ventiladores, tampoco hacía mucho calor. En fin, un viaje divertido que cansó a nuestros cuerpos, pero nos causó buenos recuerdos.
En Chumphon, cogimos un tuk-tuk y justo llegamos para coger el ferry nocturno de los coches para ir a la isla. No sabíamos exactamente cómo iba a ser este ferry, de todas formas no nos esperábamos nada de cómodo ni limpio, fue una enorme sorpresa encontrar un ferry muy bueno con aire condicionado en que había camas con colchones cómodos y sábanas limpias, así pudimos dormir como niños.
Invisibles y descansados llegamos a Koh Tao!!!
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