De Koh Tao nos tocó un día de viaje hasta Kuala Lumpur, pero un viaje bastante cómodo que incluía un tramo de ferry nocturno con camas, una horas de minivan hasta Hat Yai y luego autobús muy moderno hasta KL. El viaje se alargó un poco porque había mucho tráfico en los últimos 200 kilómetros antes de la capital malaya, por ser domingo ya que mucha gente vuelve a la capital.
En Kuala Lumpur, una ciudad que nos gusta mucho y que conocimos bien el pasado octubre, no hicimos básicamente nada a parte de planear un poco la siguiente parte del viaje y disfrutar de la variedad culinaria de la ciudad. También nos encontramos con nuestros amigos chilenos, Dennys y Angely que conocimos en Laos, nos hizo mucha gracia pasear un poco cerca de nuestras torres favoritas: las torres Petronas y luego cenar comida india juntos.
Otra vez solo con una mochila grande nos dirigimos al aeropuerto de Kuala Lumpur para que empezara uno de estos viajes épicos de que ya llevamos unos cuantos en este viaje. Nuestro vuelo llegó con una hora de retraso al aeropuerto Clark. Llegamos sobre las 2 de la noche y no teníamos ninguna intención de ir a descubrir la ciudad a esta hora (Manila además tiene mala fama de ser peligrosa por la noche), así que pasamos la noche en el aeropuerto; uno más para añadir a nuestra lista de aeropuertos en los cuales hemos dormido. Aquí por la felicidad de Rachele que siempre se muere de frío, las sillas se encuentran en el aire libre, aunque con un techo encima; no son muy cómodas, pero igualmente conseguimos dormir algo.
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Al día siguiente creíamos poder coger un bus hasta Manila, pero la sorpresa fue que hasta las 12 del mediodía no hay buses, así que después de evaluar la alternativa más económica, tomamos un taxi hasta Dau y de allí un bus hasta Pasay que es la terminal de buses más cercana del aeropuerto de Manila. En el bus, había Wifi, otra vez tenemos que repetirnos que en este tema en Europa aún estamos en la edad medieval comparando con Asia. El transporte público en Filipinas y sobre todo hacia y de los aeropuertos no es lo más “tourist-friendly” posible, probablemente entre otras cosas es una de las razones por la cual este país es mucho menos turístico que el resto de los países del Sudeste Asiático. De Pasay solo nos tocó un corto trayecto en taxi que el policía de la estación de buses nos ayudó a contratar. Llegamos al aeropuerto de Manila con bastante tiempo disponible antes de que saliera nuestro vuelo y tuvimos hasta tiempo para probar el McDonalds local el Jollibee, no estaba mal!
En Cebú cogimos otro taxi (aquí tampoco hay transporte público entre el aeropuerto y la ciudad) para ir a la terminal Norte de autobuses y desde aquí salimos en un bus con solo locales hacia Maya en la punta noreste de la isla. En el bus no había aire acondicionado, los asientos estaban muy estrechos y en los momentos que estaba lleno, estábamos como sardinas en la lata, pero el conductor y los viajeros todos eran muy amables, así al final no fue un viaje pesado. Ya pudimos ver por la ventanilla del bus que después de los países budistas y la Malasia musulmana, ahora estamos en un país católico con muchas iglesias, algunas realmente bonitas. Paramos en un lugar para cenar, y vimos que la comida filipina es bastante diferente de los otros países que hemos visitado en Asia, mucha panadería, carne frita, hamburguesas, hot dogs; a ver si conseguimos a que Gábor por fin se engorde un poco!!!
Llegamos a las 11 de la noche a Maya con el cuerpo destrozado, donde los chicos del bus nos ayudaron a despertar a la dueña amable del guesthouse que ya estaba durmiendo y después de regalarnos unos pasteles ricos que hacían en la panadería de al lado, nos caímos en la cama redondos.
Ya solo nos faltaba el último tramo para llegar a la isla de Malapascua, nuestra primera parada en Filipinas, nos levantamos pronto para ir al embarcadero con la energía que nos dieron el buen café y los pasteles de la panadería. Los niños de la panadería parecen no dormir, nuca ya que a las 11 y media de la noche aún estaban abiertos y a las 6 y pico ya nos esperaron con una sonrisa tímida. En el embarcadero tuvimos que esperar un buen rato, porque el barco regular solo sale cuando hay suficiente pasajeros. Nosotros estábamos esperando tranquilitos y no estábamos interesados en pagar doble tarifa para poder salir antes de que se llenara el barco, pero al final llegaron unos chinos a que no les importaba eso, así a las 8 estábamos en el barco yendo hacia la isla.
El mar, los colores y la tranquilidad prometen, así con una cara de felicidad terminamos un viaje que en total duró un día y medio!
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