Escrito por Rachele Cervaro y Gábor Kovács
Antes de viajar a Camboya, sabíamos que íbamos a conocer la mayor estructura religiosa jamás construida, pero este país es mucho más que los templos de Angkor. Camboya, que como destino turístico más allá de Angkor Wat muchas veces queda eclipsada por sus vecinos más populares, nos sorprendió con su gente acogedora, sus paisajes rurales llenos de vida y momentos de lo más auténticos que vivimos tanto en ciudades como Phnom Penh o Battambang, como en islas casi desiertas donde parece que el tiempo se detiene.
En este diario de viaje por Camboya queremos compartir nuestra experiencia tal y como la vivimos: con días intensos de historia, mercados caóticos, viajes en tren de bambú, paseos por pueblos pesqueros y ratos de relax en playas donde el único ruido es el del mar. Si estás planeando tu ruta por el país, esperamos que estas páginas te sirvan para inspirarte, orientarte y, por qué no, para perderte un poco con nosotros por estos rincones tan especiales del sudeste asiático.

Angkor Wat: el conjunto religioso más grande del mundo
Angkor Wat es, sin exagerar, uno de los complejos religiosos más impresionantes del planeta y la razón principal por la que muchos viajeros deciden incluir Camboya en su ruta por el Sudeste Asiático. Este antiguo conjunto de templos en plena selva tiene algo especial: su mezcla de misterio, historia y vegetación lo convierte en un sitio único. Caminar entre estas ruinas es como entrar en una película de aventuras. Si estás planeando un viaje a Camboya, lo mejor es reservar al menos tres días para recorrer con calma los templos de Angkor. La ciudad base para visitarlos es Siem Reap, un lugar muy turístico pero con un ambiente que nos sorprendió para bien. Aquí te contamos cómo fue nuestra experiencia.
Llegada y actividades en Siem Reap
Actualmente llegar a Camboya en avión es bastante sencillo, sobre todo desde ciudades como Bangkok o algunas capitales cercanas del Sudeste Asiático. Aun así, muchos viajeros siguen optando por el bus desde Tailandia o Laos, que es lo que hicimos nosotros. Veníamos desde las 4000 islas en Laos y fue un viaje largo y pesado. En la frontera con Camboya nos tocó lidiar con un poco de “picaresca local”: nos intentaron cobrar un extra por ponernos el sello en el pasaporte, aunque ya teníamos el visado en regla.
La ciudad de Siem Reap en sí no tiene grandes monumentos, pero sí merece un paseo por el centro y una visita al mercado nocturno, sobre todo si te gusta el ambiente local. Después de venir de Laos, nos pareció una ciudad muy animada, especialmente por la noche. Una de las cosas que más nos gustó fue probar la barbacoa jemer en uno de los puestos del mercado. Te dan una pequeña parrilla de gas y tú mismo cocinas los ingredientes: caldo, verduras, fideos, marisco y algo de carne. Un plato sencillo pero riquísimo.
Visita a los templos de Angkor Wat: Día 1 – El gran circuito en tuk-tuk
Para entrar a Angkor Wat necesitas comprar un pase, que puede ser para uno, tres o siete días. Nosotros recomendamos el de tres días, que te permite tomarte las visitas con calma. Si lo compras por la tarde, puedes aprovechar ese mismo día para ver la puesta de sol sin que te cuente como uno de los días del pase.
Los templos más conocidos de Angkor pueden llenarse bastante, especialmente en las horas centrales del día. Así que conviene planificar bien la visita si no quieres tener a un grupo de turistas delante en todas las fotos.
La primera mañana fue muy especial. Teníamos tantas ganas de conocer Angkor Wat que nos levantamos antes del amanecer para llegar al templo principal y ver salir el sol. Llegamos temprano y conseguimos buen sitio sin tener que pelear con trípodes ni empujones.
El amanecer en Angkor Wat es uno de esos momentos que se quedan grabados. El cielo va cambiando de color poco a poco y de repente el sol aparece justo detrás de las torres. Fue un comienzo perfecto.
Ese día alquilamos un tuk-tuk directamente en nuestro alojamiento, a un precio bastante razonable. Empezamos por el templo principal de Angkor Wat y luego nos fuimos al complejo de Angkor Thom, donde se encuentra el templo de Bayón, uno de los más emblemáticos gracias a las caras talladas en piedra. Como había demasiada gente, decidimos volver en otro momento con más calma.
Después seguimos con el circuito grande, que es más extenso y mejor hacerlo en vehículo. Pasamos por Preah Khan, Neak Pean y Pre Rup, templos menos visitados pero con mucho encanto. Allí sí pudimos caminar tranquilos, hacer fotos sin prisas y disfrutar del ambiente tan especial del lugar.
Entre templo y templo toca reponer energías. Cerca de la mayoría de los templos hay puestos de comida, aunque algunos tienen precios pensados para turistas despistados. A nosotros nos pasó que en uno nos ofrecieron un menú bastante caro, pero una señora de otro puesto se acercó y nos mostró una carta “alternativa” con los mismos platos a precios mucho más bajos. Parece que es algo bastante habitual: una carta para turistas cómodos y otra para mochileros espabilados.
Para cerrar el día, visitamos Ta Prohm, uno de los templos más conocidos de Angkor. Es famoso por la forma en la que la selva lo ha ido reclamando: raíces gigantescas abrazan las estructuras de piedra creando un paisaje muy fotogénico. Si te suena de la película de Tomb Raider, es porque aquí se rodaron varias escenas.
Visita a los templos de Angkor Wat: Día 2 – Los templos principales de Angkor Wat en bici
El segundo día lo dedicamos a recorrer en bici los templos más conocidos de Angkor Wat, los que forman parte del circuito interior. El calor era intenso, pero al estar casi todo el camino bajo la sombra del bosque, el paseo se hizo más llevadero.
La primera parada fue el templo de Banteay Kdei, al que siguieron varios templos más pequeños repartidos por el camino. Fuimos avanzando a buen ritmo y llegamos al templo de Bayón justo a la hora de comer. Acertamos con el horario: apenas había turistas y pudimos disfrutar de uno de los lugares más emblemáticos de Camboya con una tranquilidad inesperada.
En muchos de los templos nos encontramos con niños que ofrecían postales y otras cosas a los visitantes. Algunos hablaban algunas frases en varios idiomas, lo que llamaba bastante la atención. Más allá de lo que vendían, nos sorprendió lo bien que sabían adaptarse a los turistas.
Antes de terminar el recorrido, decidimos volver a ver el templo principal de Angkor Wat una vez más. Tenía algo que nos empujaba a despedirnos bien de ese lugar tan impresionante.
Visita a los templos de Angkor Wat: Día 3 – Los templos de Roluos y otras sorpresas
La mayoría de la gente que visita los templos de Angkor Wat se suele quedar en el recinto principal, cerca de Siem Reap. Sin embargo, si tienes un día extra, merece la pena acercarse a los templos de Roluos, que también forman parte del conjunto arqueológico y se visitan con el mismo pase. Están algo más alejados, por lo que no todo el mundo llega hasta ellos. Además, en esta zona también hay orfanatos, y pasar por aquí fue una de las experiencias más emotivas de nuestro viaje.
Un paseo en bici hasta los templos de Roluos
Salimos por la mañana en bici desde Siem Reap para recorrer los 15 kilómetros hasta Roluos. La carretera era bastante transitada y entre el calor y los pitidos de coches y motos, al principio no fue el trayecto más agradable. Pero poco a poco el paisaje cambió y empezamos a pedalear por una zona mucho más tranquila, ya lejos del bullicio de la ciudad.
Los templos de Roluos son de los más antiguos del imperio jemer, datan del siglo IX. Aunque no tienen la espectacularidad de los templos de Angkor, tienen un aire más sencillo y auténtico. Visitamos los dos más importantes: Bakong y Preah Ko, construidos principalmente en ladrillo. También nos acercamos a Lolei, aunque estaba en proceso de restauración.
Una tarde en un orfanato
Después de visitar los templos decidimos volver por una ruta distinta, una carretera de tierra que atravesaba campos de arroz y pequeños pueblos. Este tramo fue totalmente distinto: los saludos venían por todos lados, tanto de niños como de adultos. Nos impresionó la amabilidad de la gente y lo natural que era para ellos dedicarnos una sonrisa o un gesto con la mano.
En una de las aldeas, unos niños curiosos se acercaron a vernos. Nos bajamos de las bicis y estuvimos charlando un rato con ellos. Todos sabían decir “hello” y “bye bye”, y con eso ya tenían conquistado a cualquier viajero. Les dimos unas pulseritas hechas por nosotros, y la emoción en sus caras fue uno de esos momentos que se quedan grabados. Viajar a Camboya nos regaló muchas escenas como esta.
Habíamos leído que en esta zona hay varios orfanatos, así que decidimos acercarnos a uno para conocer un poco su realidad. Fue una de esas experiencias que vale la pena vivir en Camboya, sobre todo si te apetece aportar algo, aunque sea muy poco.
Visitamos el PACDOC Orphanage, donde nos recibieron con los brazos abiertos. La mayoría de los niños tenían entre 7 y 8 años, aunque también había un par de chicos más mayores que actuaban un poco como guías. Nos enseñaron sus habitaciones, el jardín, la pequeña escuela… Nos contaron cómo era su día a día y compartieron con nosotros uno de sus juegos favoritos. El premio era una fruta, y nos sorprendió lo importante que era ese pequeño gesto para ellos.
Muchos de los niños podían hablar algo de inglés, gracias a las clases que reciben en el orfanato. Entre risas, explicaciones y muchas fotos, pasamos un rato muy especial. Nos hizo gracia que algunos llevaban camisetas de equipos europeos, sobre todo del Real Madrid, Barça o Liverpool. Gábor no se resistió y se puso a jugar al fútbol con ellos. A pesar del calor, fue un momento muy divertido para todos.
Antes de despedirnos, les dejamos un pequeño regalo y nos hicimos una foto en grupo. Fue una de esas tardes que se quedan contigo. Durante unas horas nos sentimos parte de esta pequeña familia, en la que todos se cuidan, se apoyan y conviven con una naturalidad que emociona. Esperamos poder volver algún día y pasar más tiempo con ellos.
⚠️ No viajes a Camboya sin seguro de viaje 🛡️
Viajar por Camboya sin seguro es como recorrer los templos de Angkor sin agua en la mochila: puede parecer una buena idea… hasta que no lo es. Aunque es un país acogedor y fácil de recorrer, las carreteras secundarias, los trayectos en barco por el Mekong o las excursiones en moto por zonas rurales pueden traer más de una sorpresa. Y en muchas zonas, sobre todo fuera de Phnom Penh o Siem Reap, la atención médica puede ser limitada o muy cara para los viajeros.
Durante nuestro recorrido por Camboya —desde las ruinas escondidas de Angkor hasta playas remotas en islas sin coches— tener un seguro nos dio una tranquilidad enorme. Con Heymondo contratamos todo en pocos minutos desde el móvil y contamos con asistencia 24/7 directamente desde su app. Ya sea por una caída tonta bajando de un tuk tuk, una indigestión tras un curry camboyano demasiado picante o una cancelación de ferry por tormenta tropical, tener una buena cobertura hace que el viaje no se complique más de la cuenta.
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Battambang y sus alrededores
La ciudad de Battambang, en Camboya, es bastante más grande que Siem Reap, pero sorprendentemente poco turística. Aquí no hay templos comparables a Angkor Wat, pero se trata de una antigua ciudad colonial con bastante encanto, sobre todo en los alrededores. Si te apetece ver una cara algo más auténtica del país, Battambang es sin duda uno de los lugares a tener en cuenta en tu ruta por Camboya. Aquí te contamos cómo fue nuestra experiencia.
Llegada a Battambang
Al llegar en autobús, la primera impresión fue como si hubiéramos bajado en un pueblo más que en una ciudad. Aunque está situada en la ruta entre Phnom Penh y Siem Reap, pocos viajeros se detienen aquí. Nos alojamos en el centro, pero al salir a la calle sobre las ocho de la noche, apenas quedaba nada abierto. Las calles estaban muy oscuras, sin apenas iluminación, lo que reforzaba esa sensación de lugar apartado del turismo convencional.
Un paseo por Battambang
Al día siguiente salimos a caminar por el mercado local y lo que más nos sorprendió fue la amabilidad de la gente. Las chicas que trabajaban cosiendo, o incluso la peluquera, no solo no se molestaban si les hacíamos una foto, sino que nos sonreían con total naturalidad.
Lo más bonito del centro es la orilla del río, donde se conservan algunas casas de la época colonial. Por suerte pudimos compartir un tuk tuk con una pareja alemana muy simpática para ir a ver dos de los lugares más interesantes de la zona: el antiguo tren de bambú y las cuevas del genocidio.
El tren de bambú (antes de su cierre)
El famoso tren de bambú era un sistema de transporte tradicional que usaban los habitantes de las aldeas cercanas para moverse hasta Battambang. Básicamente, se trataba de una plataforma de madera colocada sobre ruedas metálicas, impulsada por un pequeño motor que circulaba por las vías del tren.
Cuando lo visitamos, todavía era posible montarse. Las vías estaban en tan mal estado que al alcanzar los 25-30 km/h la plataforma iba dando saltos, lo que hacía la experiencia muy divertida. Si venía otro tren en sentido contrario, uno de los dos tenía que desmontarse por completo para dejar pasar al otro. Una locura muy camboyana.
Al final del recorrido llegamos a un pequeño pueblo donde conocimos a una niña encantadora. Nos enseñó su libreta de “Angry Bird”, le regaló a Rachele una pulserita hecha con hojas de palma y, cuando le dimos nosotros una de hilo, se lanzó directamente a sus brazos. Hasta intentó enseñarnos el alfabeto camboyano. Fue uno de esos momentos entrañables que se quedan grabados en un viaje.
De camino de vuelta nos encontramos con otra niña que empezó a cantar “Gangnam Style” en cuanto nos vio. Acabamos bailando con ella. Incluso en estos pueblos tan apartados, la cultura pop global también ha llegado.
Actualización: el tren de bambú dejó de funcionar en octubre de 2017. En su momento se habló de reabrirlo como una atracción turística, pero conviene consultar fuentes actualizadas antes de planear la visita.
The Killing Caves: memoria del genocidio
Después de la excursión al tren, subimos a la colina de Phnom Sampeau, donde se encuentra uno de los lugares más sobrecogedores del viaje. En las cuevas del genocidio, durante el régimen del Khmer Rouge, se asesinó a miles de personas. Algunas eran arrojadas vivas a las simas. Aunque ya habíamos visitado el museo del genocidio en Phnom Penh, este lugar nos impactó profundamente.
Mientras comíamos algo antes de subir, el conductor del tuk tuk nos habló de aquella época tan oscura. Nos contó que en solo unos años murieron más de 3 millones de personas. En las cuevas todavía se pueden ver huesos y calaveras, testimonio silencioso de aquella tragedia. En la cima de la colina también hay un pequeño conjunto de templos budistas desde donde se tienen buenas vistas. Como el cielo estaba encapotado, decidimos no esperar la puesta de sol y bajamos caminando por unas escaleras que llevan al pie del monte.
La cueva de los murciélagos
Muy cerca, justo al atardecer, presenciamos otro momento único. Desde una cueva salieron miles de murciélagos formando una línea negra que cruzaba el cielo durante casi 20 minutos. Fue un espectáculo natural impresionante, de esos que ocurren sin necesidad de planear nada.
Battambang nos sorprendió por su ambiente tranquilo y por todo lo que descubrimos en sus alrededores. No es una ciudad espectacular, pero sí un lugar donde el viaje cobra otro ritmo, más cercano, más humano.
Kompong Luong, una pequeña Venecia en Camboya
El Lago Tonlé Sap es el más grande de Camboya, pero lo que realmente hace especial este lugar son los pueblos flotantes que hay en sus orillas. La gente que vive allí ha adaptado su día a día al ritmo del agua, y visitar una de estas aldeas es sin duda una de las experiencias más interesantes que puedes vivir en Camboya. En este post te contamos cómo fue nuestra visita a Kompong Luong, uno de los pueblos flotantes del Tonlé Sap.
Pursat, la ciudad base para llegar a Kompong Luong
Cuando bajamos del autobús y vimos que solo había un tuk-tuk esperando, supimos enseguida que estábamos en una zona poco turística. En Pursat, el conductor que encontramos nos llevó a un hotel sencillo pero bastante decente, ya que los guesthouses que miramos eran bastante descuidados. En el hotel no había ningún otro turista extranjero, y dando una vuelta por los alojamientos cercanos, la sensación fue la misma.
Lo que nos había traído hasta aquí era Kompong Luong, un pueblo flotante situado en el Tonlé Sap. Habíamos leído que, dependiendo de la época del año (seca o lluviosa), el pueblo se desplaza unos kilómetros, y que es un buen lugar para observar la vida cotidiana de sus habitantes sin filtros. Negociamos con el mismo tuk-tukero un precio razonable para hacer la excursión, y justo antes de salir, mientras comíamos algo en el hotel, apareció otro viajero: un chico alemán que acababa de llegar. Nos acercamos a hablar con él y lo convencimos para que se uniera, así podíamos compartir los gastos entre los tres.
El recorrido en barco por Kompong Luong
Desde Pursat hasta Kompong Luong hay unos 50 km, así que el trayecto en tuk-tuk se hizo largo. Además, la carretera por la que fuimos era una de las principales del país, con un tráfico constante de camiones y autobuses. Viajando en nuestro pequeño vehículo nos sentíamos como un puntito más en el camino.
Una vez allí, subimos a una barca para conocer esta especie de Venecia camboyana… aunque en realidad se trata de una comunidad vietnamita que vive en territorio camboyano.
Durante el paseo apenas vimos turistas, lo que nos permitió observar con calma cómo es la vida en este tipo de aldeas. Las casas son muy básicas, construidas en madera y flotan sobre el agua, igual que la escuela, la iglesia, las tiendas e incluso algunas pequeñas granjas.
Los niños van a la escuela en barco, ya que es la única forma de desplazarse. Vimos de todo: personas transportando mercancías, tiendas de todo tipo (hasta una de electrodomésticos), templos, el “autobús escolar” acuático y un montón de niños bañándose en el lago.
Muchas casas no tienen puertas, así que desde la barca pudimos ver cocinas, camas y hasta gente descansando en hamacas. Cuando nos acercamos a la iglesia, una niña cogió su mochila, saludó a sus amigas y se preparó para subir con nosotros, pensando que éramos su familia. Al darse cuenta del error, volvió a llamar a sus amigas y acabamos rodeados de niñas curiosas y sonrientes.
La visita a Kompong Luong fue uno de esos momentos del viaje que se quedan grabados. Volvimos a Pursat con la sensación de haber vivido algo auténtico y con una sonrisa que nos duró todo el día.
Visita a Phnom Penh, la capital camboyana
Phnom Penh (Nom Pen), la capital de Camboya, no tiene el atractivo inmediato de otras ciudades del Sudeste Asiático. Al llegar, es fácil sentirse un poco desorientado: es ruidosa, caótica y el tráfico puede resultar abrumador. Pero si le das una oportunidad, poco a poco empieza a mostrar una cara auténtica que para nosotros la convierte en uno de los lugares imprescindibles que ver en Camboya.
A pesar de que nuestra primera impresión no fue la mejor, al pasar los días comenzamos a verle el lado interesante. Es una ciudad enorme, llena de contrastes y con una energía que, aunque algo caótica, tiene su carácter. Aquí te contamos qué hacer en Phnom Penh según nuestra experiencia.
Dejarse llevar por el caos
Como ocurre en muchas ciudades asiáticas, caminar por Phnom Penh puede ser una aventura. Las aceras no están pensadas para los peatones: hay motos aparcadas, puestos de comida callejera, coches… así que muchas veces no queda otra que ir por la carretera. Al principio cuesta acostumbrarse, pero forma parte de su carácter.
Visitar el Palacio Real… o vivir un momento histórico
Teníamos previsto visitar el Palacio Real, pero coincidimos con una semana muy especial: el funeral del rey Norodom Sihanouk. Las calles estaban más llenas de lo habitual, y aunque no pudimos entrar al palacio, fue muy impactante ver cómo el pueblo camboyano vivía esos días de luto.

Durante toda la semana se celebraron actos en su memoria. Paseando por los alrededores del Palacio Real, junto al río, vimos a cientos de personas vestidas de blanco y negro, muchas con una chapa con la imagen del rey. Se vendían fotos suyas, incluso de su juventud. Era evidente que la gente sentía un cariño real por él.
Conocer el barrio de BKK1
Otra zona curiosa de Phnom Penh es el barrio de BKK1, una de las zonas más acomodadas de la ciudad. Aquí se concentran muchas embajadas, villas elegantes, restaurantes internacionales y hoteles de alto nivel. Pasear por sus calles anchas, limpias y tranquilas es casi como cambiar de país. Es un contraste enorme con otras partes de la ciudad.
Recorrer sus mercados
Nos encanta visitar mercados locales y en Phnom Penh también encontramos uno que nos sorprendió. Estaba cerca de nuestro hostal y era un hervidero de actividad. Como era justo antes del Año Nuevo chino, todo estaba decorado en rojo y el ambiente era muy animado.
Pasear junto al río Tonlé Sap
Uno de los lugares más agradables para caminar en Phnom Penh es la ribera del río Tonlé Sap, especialmente en la zona donde se encuentra con el río Mekong. Es un paseo tranquilo, con algo más de orden y con ambiente local, ideal para desconectar un rato del tráfico.
Phnom Penh está llena de contrastes: junto a edificios modernos y rascacielos, se ven escenas de pobreza muy duras. Aun así, es interesante observar cómo la ciudad va cambiando. Incluso tienen su propio edificio en forma de vela, como el famoso hotel en Dubái o la Torre Vela de Barcelona.
Visitar el Museo del Genocidio Tuol Sleng
Una visita dura, pero necesaria, es la del Museo del Genocidio Tuol Sleng, instalado en lo que fue una escuela reconvertida en prisión por el régimen de los Khmer Rouge. Es sin duda uno de los lugares más impactantes del país y ayuda a entender la historia reciente de Camboya.
En el museo se pueden ver las pequeñas celdas, los instrumentos de tortura y muchas fotografías de víctimas. Resulta estremecedor recorrerlo. Salimos de allí con una sensación de tristeza, y también con cierta frustración al darnos cuenta de lo poco que se conoce esta tragedia fuera del país.
Phnom Penh puede no enamorar a primera vista, pero es un lugar clave para comprender Camboya. Pasear por sus barrios, observar la vida cotidiana y conocer su historia hacen que la visita merezca mucho la pena.
Playas de Camboya
Las playas de Camboya no son tan conocidas ni tan desarrolladas como las de su vecina Tailandia, pero eso no quiere decir que no valga la pena conocerlas.
Sihanoukville y Otres Beach
En el sur del país, bañada por las aguas del golfo de Tailandia, se encuentra Sihanoukville, la ciudad que podríamos considerar como la capital costera de Camboya. Tiene varias playas: unas más céntricas y animadas, llenas de turistas, y otras más apartadas y tranquilas. Nosotros optamos por alejarnos un poco del bullicio y pasamos unos días en Otres Beach, que se supone que es una de las más tranquilas.
Otres Beach está a unos 5 km del centro de Sihanoukville y se extiende a lo largo de varios kilómetros con su arena clara, de tonos dorados, y un mar de color verde esmeralda. Aunque las islas de Camboya tienen playas espectaculares, creemos que esta es una de las mejores playas del país en tierra firme. El ambiente es relajado, con solo unas pocas guesthouses repartidas junto al mar.
Durante los dos primeros días que pasamos aquí nos dedicamos simplemente a disfrutar: paseos por la orilla, baños largos, escribir en el blog y tumbarse al sol sin prisas. Eso sí, los alojamientos resultaban algo más caros de lo habitual y lo mismo nos pasó con la comida. Por suerte, dimos con un pequeño restaurante local con precios asequibles, y por las noches cenábamos en unos carritos callejeros que servían sopa de fideos, perfectos para nuestro presupuesto.
En cuanto a ocio y restaurantes, la oferta en Otres era bastante limitada, así que algunos días regresamos al centro de Sihanoukville. Cerca de la estación encontramos un sitio donde comimos una pasta buenísima en el restaurante Spaghetti House, regentado por un italiano que cocina con mimo y además a precios locales. También probamos la pizza de otro restaurante italiano, el Mediterraneo, donde comías una auténtica pizza italiana por unos 5 dólares.
Para nuestra última noche, decidimos darnos un pequeño homenaje con una cena junto al mar en la playa de Serendipity. Pedimos un gran plato de pescado fresco a la brasa, acompañado de ensalada y patatas, todo por 3 dólares. Con una cerveza fría y una vela en la mesa, fue el cierre perfecto de nuestra estancia en la costa camboyana.
La verdad es que nos sorprendieron mucho las playas de Camboya. Y lo mejor estaba aún por venir, ya que todavía nos quedaba conocer algunas de sus islas.
Viviendo en una casita encima de un árbol en Koh Ta Kiev
Algunas de las playas más bonitas de Camboya están en las islas cercanas a Sihanoukville. Una de las grandes ventajas de viajar por este país es que, a diferencia de lo que pasa en Tailandia, aquí todavía se pueden encontrar lugares tranquilos y sin aglomeraciones. Nosotros optamos por Koh Ta Kiev, una isla muy poco turística y perfecta para desconectar. En este post te contamos cómo fue nuestra experiencia.
¿Qué isla elegir en Camboya?
Las opciones no faltan. Tanto Koh Rong como Koh Rong Samloem tienen playas espectaculares de arena blanca y aguas turquesas, muy parecidas a las tailandesas. Pero como ya habíamos estado en otras islas con ese estilo, esta vez queríamos algo diferente. Koh Ta Kiev nos llamó la atención porque prometía algo que hoy en día cuesta mucho encontrar: tranquilidad real, sin apenas turismo.
Y, además, había un detalle que nos convenció del todo: la posibilidad de dormir en una casa construida sobre un árbol. No sé cuántas veces lo habremos soñado… pero aquí pudimos hacerlo realidad.
Visita a la isla de Koh Ta Kiev
Koh Ta Kiev no está en Ucrania, como podría parecer por el nombre, sino frente a la costa camboyana, a una hora en barco desde la playa de Otres. Después de mirar varias opciones, decidimos probar suerte con esta isla, y la verdad es que fue un acierto.
Desde Otres contratamos una excursión en barco que hacía varias paradas antes de llegar a Koh Ta Kiev. Primero paramos a hacer snorkel (vimos erizos de mar enormes), y después comimos pollo a la brasa a bordo, que estaba sorprendentemente bueno. Mientras el resto del grupo regresaba a Otres al final del día, nosotros nos quedamos en la isla.
La isla de Koh Ta Kiev sigue siendo un lugar muy auténtico. Todavía no han llegado los grandes resorts, y hay solo tres complejos de bungalows, con muy pocas unidades cada uno. Durante el día puede que lleguen algunos turistas con excursiones organizadas, pero la mayoría se va a primera hora de la tarde, así que el ambiente es muy tranquilo.
Hay varias playas en la isla y en más de una ocasión las tuvimos prácticamente para nosotros solos. Aquello parecía sacado de una película: arena dorada, agua templada y ningún ruido más allá de las olas. Justo lo que necesitábamos después de varios días de viaje. Fue un auténtico descanso.
Eso sí, no todo fue perfecto. La comida en la isla era bastante cara para estar tan cerca del continente, así que menos mal que llevábamos algunos noodles instantáneos. Solo tuvimos que pedir agua, y con eso pudimos apañarnos. En Koh Ta Kiev no hay electricidad continua: por la noche se encienden generadores entre las 6 y las 9, y ya está. También hay una zona de selva bastante densa, donde al caminar nos encontramos con algunos animales curiosos y simpáticos.
Dormir en una casa en el árbol
Además de disfrutar de las playas casi vacías, una de las cosas más especiales fue dormir en un árbol. Uno de los complejos está construido en plena selva y tiene varios bungalows construidos sobre plataformas elevadas. Aunque era algo más caro, quisimos darnos el capricho. El bungalow era sencillo, con paredes de bambú, techo de paja, sin puerta y con acceso por una escalera de madera.
Desde la parte que daba al mar había una ventana enorme sin cristal, perfecta para dejar entrar la brisa y mirar el horizonte. Dormimos escuchando el sonido del mar, los árboles y todos los pequeños ruidos del bosque. Por la noche, como no había generador, encendíamos una vela y nos quedábamos simplemente mirando el cielo. Fue una experiencia sencilla pero muy especial.
Durante esos días nos lo tomamos con mucha calma: paseos por la orilla, baños en un mar templado y ratos de lectura en nuestra casita elevada. Koh Ta Kiev fue nuestro pequeño refugio camboyano, un lugar donde desconectamos del todo.
Isla del Conejo
Otra de las islas camboyanas que tuvimos la suerte de conocer fue Koh Tonsay, también llamada Isla del Conejo. Aunque tiene playas muy agradables, lo que realmente nos gustó fue su ambiente tranquilo y local, con pequeñas comunidades de pescadores y mucho marisco fresco, especialmente el cangrejo, que aquí se come por precios muy bajos. Si eres amante de este manjar, esta isla no puede faltar en tu ruta por Camboya.
Un día relajado en Koh Tonsay
Empezamos el día saliendo temprano de Sihanoukville en minivan rumbo a Kep. Desde allí, tras un rato de negociación con los barqueros, conseguimos un buen precio para cruzar en lancha hasta Koh Tonsay.
Aunque no es especialmente pequeña, se puede caminar alrededor de la isla en un par de horas. No es el lugar con las playas más espectaculares del país, pero sí conserva un encanto natural muy especial. Durante el paseo fuimos viendo cómo cambiaba la vegetación: en un lado había altas palmeras junto a la arena, y en el otro, un paisaje mucho más frondoso, casi selvático.
Nos tomamos el recorrido con calma, parando a observar las calas que van apareciendo y escuchando el canto de muchos tipos de aves. No es casualidad que este sea un lugar muy querido por quienes practican la observación de aves.
Vida local en la Isla del Conejo
Ya lo dijimos: si vienes buscando las típicas playas de postal, puede que Koh Tonsay no sea tu sitio. Pero si te interesa conocer el lado más auténtico de Camboya, esta isla tiene mucho que ofrecer. La actividad principal aquí es la pesca, especialmente la de cangrejos. A lo largo de la costa hay pequeñas aldeas donde viven las familias que se dedican a este trabajo.
Durante el paseo conocimos a un pescador que estaba reparando sus redes y nos explicó que eran las que usaba para atrapar los cangrejos. También conocimos a su hija, una niña muy tímida pero encantadora. Le dimos una pulserita y, aunque no se atrevía a decir mucho, se le notaba contenta.
Más adelante, otro pescador salía del agua con una red llena de pececillos. Nos saludó desde el agua, salió sonriente y nos pidió que le hiciéramos una foto con Gábor. Fue uno de esos momentos espontáneos que hacen que un viaje a Camboya se vuelva inolvidable.
Marisco fresco en Koh Tonsay
La verdad es que en esta isla no hay mucho más que hacer que descansar, disfrutar de la playa y comer bien. Y con eso nos bastaba. La arena amarilla, el sonido del mar, un coco frío y un libro fueron nuestros compañeros durante horas.
Pero si hay algo que destaca aquí es el marisco, especialmente el cangrejo. En cada restaurante tienen sus propias redes en el mar y, cuando pides cangrejo, salen a recogerlo vivo para cocinarlo en el momento. Difícil encontrar algo más fresco.
Comimos cangrejo todos los días, casi en todas las comidas, acompañado de pescado y gambas. Siempre con una cerveza Angkor bien fría en la mesa. En pocos sitios del viaje comimos tan bien como en Koh Tonsay. Puede que no tenga las mejores playas del país, pero para nosotros esta isla se ganó un sitio especial en la ruta, sobre todo por su comida.
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