Escrito por Rachele Cervaro y Gábor Kovács
Filipinas es un archipiélago formado por miles de islas, famoso por sus playas de arena blanca que para nosotros son de las mejores del mundo. Pero este país ofrece mucho más que playas de ensueño: destaca por la amabilidad y apertura de su gente, considerada la más cálida del Sudeste Asiático.
En nuestro viaje por Filipinas, que abarcó desde islas remotas hasta ciudades costeras, vivimos experiencias que van más allá del turismo tradicional. En este diario compartimos esas vivencias: las personas que conocimos, los sabores que disfrutamos, las tradiciones que se mantienen vivas y ese ritmo tranquilo que invita a disfrutar cada instante.
Filipinas no es solo un destino de playas paradisíacas; también es un lugar donde la autenticidad brilla en sus mercados, en la hospitalidad cotidiana y en paisajes marinos que parecen sacados de otro mundo. Aquí reunimos momentos especiales y consejos útiles para quienes quieran descubrir Filipinas con calma y dejando espacio para la sorpresa.
La isla de Malapascua, más allá del tiburón zorro
Malapascua es una de esas islas que no se olvidan. Pequeña, tranquila y con un ambiente muy especial, se encuentra cerca del extremo norte de Cebú, y muchos llegan hasta aquí para bucear con el tiburón zorro, una de las experiencias más buscadas en Filipinas. Pero lo cierto es que Malapascua es mucho más que un destino de buceo: playas preciosas, rincones auténticos y una vida local que te atrapa desde el primer día.
Nuestro viaje a Malapascua desde Koh Tao en Tailandia
Desde Koh Tao hicimos un viaje largo pero cómodo hasta Kuala Lumpur: ferry nocturno con camas, minivan hasta Hat Yai y bus moderno hasta la capital malaya. Tardamos más de lo previsto por el tráfico de domingo. En KL, donde ya habíamos estado en octubre, nos tomamos un descanso para organizar lo siguiente y disfrutar de la gastronomía local. También quedamos con nuestros amigos chilenos, Dennys y Angely, y cenamos juntos comida india cerca de las Torres Petronas.
Con solo una mochila grande, volamos desde KL a Clark, en Filipinas. Llegamos de madrugada, así que dormimos en el aeropuerto. Por suerte, las sillas estaban al aire libre, lo que agradeció mucho Rachele, que siempre pasa frío.
Al día siguiente tomamos un taxi hasta Dau y desde allí un bus a Pasay, la terminal más cercana al aeropuerto de Manila. Nos sorprendió el Wifi a bordo, algo aún poco habitual en Europa. Desde Pasay, un corto trayecto en taxi nos dejó en el aeropuerto, con tiempo de sobra para probar el Jollibee.
En Cebú, otro taxi nos llevó hasta la terminal norte de autobuses. De ahí, viajamos en bus local (sin aire acondicionado) hasta Maya. Aunque íbamos apretados, el ambiente fue amable. Durante el trayecto vimos muchas iglesias y cenamos algo típico: carne frita, bollería y hamburguesas.
Llegamos a Maya a las 11 de la noche, agotados. Los chicos del bus nos ayudaron a encontrar alojamiento, donde nos recibieron con pasteles caseros. Dormimos como troncos.
Por la mañana fuimos al embarcadero para tomar el barco a Malapascua. Tuvimos que esperar a que se llenara, pero al final, gracias a un grupo de chinos poco pacientes, zarpamos antes de lo previsto.
El mar, los colores y la calma ya prometían. Así, con una sonrisa, dimos por terminado un viaje de día y medio.
Bounty Beach, la playa principal
Nuestra llegada a Malapascua fue todo lo que esperábamos. En Bounty Beach, la playa más conocida de la isla, se concentran la mayoría de resorts y centros de buceo. Es una playa larga de arena blanca y aguas tranquilas, con bastante movimiento de turistas, pero lo suficientemente espaciosa como para encontrar tu lugar sin agobios. Aquí fue donde empezamos a saborear el ritmo relajado de la isla.
Buceo con el tiburón zorro
Uno de los grandes motivos por los que muchos viajeros vienen hasta Malapascua es la posibilidad de ver al tiburón zorro. Este tiburón vive normalmente en aguas profundas, pero al amanecer suele subir a unos 30 metros de profundidad para dejarse limpiar por peces más pequeños. Por eso, las salidas de buceo al Monad Shoal son siempre muy temprano. Si tienes título de buceo, es una experiencia que impresiona, no solo por el tiburón en sí, sino también por la emoción de buscarlo bajo el agua.
La bahía del faro
Aquella primera tarde, después de una siesta más que merecida, nos animamos a dar una vuelta por la isla. Caminamos entre pueblos pequeños y tranquilos, donde la gente nos saludaba al pasar, algunos con sorpresa (en esa parte de la isla no se ven muchos turistas). Algo que notamos enseguida es que en Filipinas el inglés se habla bastante, sobre todo entre los niños, así que era más fácil comunicarse y compartir momentos.
Una chica nos acompañó hasta el faro de la isla, desde donde se ve una bahía preciosa, Lighthouse Bay, llena de barcos de pescadores y niños que jugaban felices en el agua. Fue uno de esos momentos sencillos pero muy especiales del viaje.
La playa de Daqui, nuestro rincón favorito
Siguiendo un sendero por el interior de la isla, pasamos por otro pueblo y, de repente, apareció ante nosotros una playa de postal: arena blanca, agua cristalina y ni una sola persona a la vista. Los locales la llamaban playa de Daqui, y desde ese momento se convirtió en nuestro pequeño paraíso.
Volvimos varias veces durante los días siguientes. Aparte de algunos niños que venían a jugar y bañarse, la mayoría del tiempo estuvimos solos. Nos bañamos, hicimos un poco de snorkel (aunque cerca de la orilla no había demasiado coral, más adentro sí encontramos zonas interesantes), y nos sorprendieron unas estrellas de mar de colores intensos —naranja, negras y rojizas— que no habíamos visto antes.

Pasamos tardes muy tranquilas allí, disfrutando de la naturaleza, el mar y la compañía de los niños, a quienes incluso regalamos unas pulseritas. Un lugar sencillo pero muy especial.
Dónde dormir y comer en Malapascua
Si te alejas un poco de la zona de playa, la isla cambia completamente. En el interior de Malapascua apenas se ven turistas y la vida sigue su curso con total normalidad. Nos alojamos en el pueblo de Logon, en una guesthouse sencilla donde nos sentimos como en casa. Desde nuestra terraza veíamos escenas cotidianas: vecinos cocinando, alguien trepando a un árbol para coger papayas, una chica cantando con una voz preciosa, niños corriendo de un lado a otro… fue una manera bonita de acercarnos a la vida local.
Para comer a mediodía, a veces íbamos a los pequeños puestos locales, donde siempre había varias ollas con platos típicos filipinos. Era comida casera, muy económica y perfecta para probar sabores auténticos. Para desayunar y cenar teníamos nuestro sitio favorito: el Gin-Gin Restaurant. Allí repetimos muchas veces su curry de pescado con leche de coco y sus pancakes con chocolate, banana o mango. Simple, pero delicioso.
Algo que nos llamó la atención fue que el deporte nacional en Filipinas es el baloncesto. En cada pueblo hay al menos una cancha, y hasta en los patios privados se ven canastas. Gábor no pudo resistirse y se animó a jugar un rato con unos niños (los mayores imponían un poco más), y acabó pasándoselo en grande con ellos.
Excursión a Kalanggaman desde Malapascua
Cuando uno viaja a Filipinas, es difícil no pensar en islas paradisíacas. Y lo cierto es que no hay que buscar mucho: este país es un verdadero tesoro para quienes sueñan con playas vírgenes y aguas turquesas. Entre todos esos lugares de postal, hubo una isla que nos dejó especialmente marcados: Kalanggaman, situada cerca de la isla de Leyte, aunque nosotros la visitamos en una excursión desde Malapascua. Fue, sin duda, la playa más espectacular de todo nuestro viaje por Filipinas. Aquí te contamos cómo fue aquel día inolvidable.
Al llegar a Malapascua, unos amigos españoles nos enseñaron fotos de Kalanggaman y nos impresionó su belleza. Sin embargo, enseguida volvimos a poner los pies en la tierra. Por lo que sabíamos, la excursión desde Malapascua salía bastante cara. El precio era alto por dos motivos: primero, porque hay que pagar una tasa de entrada (la isla es privada), y segundo, porque está a hora y media en barco, así que el trayecto también encarece bastante la experiencia.
Estábamos más que contentos con la pequeña playa casi desierta que teníamos junto a nuestro alojamiento en Malapascua, y casi habíamos descartado la excursión. Hasta que conocimos a Elena, una chica italiana que llevaba años viviendo en China y con quien compartimos varios días. Ella nos comentó que al día siguiente se iba a Kalanggaman. Le dijimos que no nos lo podíamos permitir y entonces nos contó lo que le había costado a ella. Era menos de lo que esperábamos, aunque seguía siendo algo elevado.
La excursión a Kalanggaman no se organiza todos los días, ya que la isla queda bastante lejos. Era nuestra última oportunidad, así que hicimos cuentas. No entraba en el presupuesto… pero si ajustábamos en los días siguientes, podríamos permitírnoslo. Decidimos lanzarnos. Además, Elena nos ofreció compartir su habitación la última noche para ayudarnos a ahorrar. Al final, ella no pudo venir porque no se encontraba bien. Una pena.
Salimos temprano por la mañana desde Malapascua, en un barco compartido con varios submarinistas que iban a hacer inmersiones por la zona. Nosotros éramos solo cuatro personas con equipo de snorkel. Primero dejamos a los buceadores cerca de los puntos de inmersión, y luego el barco nos llevó a la isla.
Y qué decir… Kalanggaman fue aún más bonita de lo que imaginábamos: una islita cubierta de cocoteros, con una lengua de arena blanca larguísima que se adentra en un mar con cuatro tonos distintos de azul. Nos quedamos sin palabras. Solo por ver aquello tan de cerca, ya había valido la pena viajar a Filipinas.
Nos pusimos el equipo de snorkel (menos mal que lo llevábamos con nosotros, algo ahorramos) y fuimos a descubrir el fondo marino cerca de Kalanggaman, hasta que llegamos de nuevo al barco, que había vuelto para recoger a los submarinistas. Vimos corales, algunas estrellas de mar azules y varios peces. Nos pareció un buen snorkel, aunque tampoco fue de los más impresionantes del viaje.
Después de recuperar a los buceadores, regresamos todos a la isla. Allí, algunos chicos del barco estaban preparando una barbacoa de pescado, pero nosotros habíamos llevado nuestra propia comida para ahorrar. Mientras todos comían, fuimos directos a la lengua de arena, caminamos hasta el final y pasamos un rato solos en la playa. Fue como estar en una escena de película, sentados en el agua turquesa, contemplando el mar y haciendo un par de fotos para recordar ese momento tan especial. La playa de Malapascua ya nos parecía una maravilla, pero esto fue algo completamente distinto. La mejor playa de todo nuestro viaje a Filipinas.
Lo más sorprendente del día fue el tiempo. Cuando llegamos, el cielo estaba completamente cubierto. Pero justo durante las dos horas que pasamos en la playa, se despejó por completo. El sol salió con fuerza y pudimos ver todos esos tonos de azul en su máximo esplendor. Después volvió a nublarse. Fue como si el tiempo se hubiese alineado para regalarnos ese momento.
Y pensar que casi no fuimos por falta de presupuesto… A veces, viajar con poco dinero te lleva a vivir experiencias inesperadas. En nuestro caso, fue una suerte. Porque después de comer, todos tuvieron que volver pronto al barco para que los submarinistas hicieran su segunda inmersión. Como no iban a regresar solo por nosotros, nos pidieron que hiciéramos snorkel cerca del barco. Así que, sin quererlo, fuimos los únicos que disfrutamos realmente de la playa. Los demás solo la vieron de lejos.
⚠️ No viajes a Filipinas sin seguro de viaje 🛡️
Moverse por Filipinas sin un buen seguro es como lanzarse al mar sin chaleco salvavidas: todo puede ir bien, hasta que aparece una ola inesperada. Aunque Filipinas es un destino generalmente seguro y hospitalario, las condiciones en las islas más remotas, los trayectos en banca o moto por caminos rurales, y las actividades al aire libre como el snorkel o el senderismo pueden presentar imprevistos.
Durante nuestro recorrido por este archipiélago de paisajes impresionantes y playas de ensueño, contar con una cobertura nos permitió viajar con tranquilidad. Con Heymondo contratamos el seguro en pocos minutos desde el móvil y disfrutamos de asistencia 24/7 a través de su app. Desde una torcedura bajando de la banca, una reacción inesperada tras probar algún plato local, hasta cambios de planes por tormentas tropicales, tener un seguro adaptado a destinos como Filipinas es fundamental.
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Las Islas Camotes
Las Islas Camotes, situadas frente a la costa de Cebú, no encajan con la imagen típica de las islas paradisíacas que muchos buscan en Filipinas. Sin embargo, tienen un encanto muy especial. Son perfectas para quienes quieran conocer una parte más rural y tranquila del país. Aunque no son las más conocidas, sus playas son bonitas, la vegetación es exuberante y hay numerosas cuevas con formaciones rocosas que llaman la atención. Para nosotros, fue una de las paradas más auténticas de nuestro viaje por Filipinas.
Cómo llegar a Camotes
Desde Malapascua tomamos un autobús hacia la ciudad de Cebú, pero bajamos antes, en Danao, desde donde salen los barcos hacia Camotes. Llegamos justo a tiempo para coger el barco del mediodía. El siguiente no salía hasta las 17:30, así que fue una suerte. Las Islas Camotes están formadas por tres islas principales; nosotros elegimos Pacijan y desembarcamos en el puerto de Consuelo.
En el barco solo viajábamos cuatro extranjeros. Al llegar, nos encontramos con una escena muy animada: decenas de personas nos esperaban con sus motos y jeepneys, cada uno con su cartel de precios, intentando convencernos para que eligiéramos su transporte. Los jeepneys son una especie de camionetas muy típicas de Filipinas, cada una decorada a gusto de su propietario. A lo largo del viaje, ver estos vehículos tan coloridos en la carretera nos regaló momentos muy divertidos.
Dónde alojarse en Camotes
Nos dirigimos hacia Santiago Bay, una bahía tranquila con playa de arena blanca, donde se concentran la mayoría de alojamientos. La primera impresión no fue la mejor: muchos alojamientos estaban vacíos, pero los precios eran bastante altos para lo que ofrecían. En varias ocasiones durante el viaje notamos que en los lugares menos turísticos es más difícil encontrar opciones económicas que en los sitios más conocidos.
Por suerte, un chico local llamado Francisco (en Filipinas es habitual encontrar nombres y apellidos de origen español) nos echó una mano y nos ayudó a encontrar una habitación sencilla pero decente. No tenía ducha, pero ya estábamos acostumbrados a lavarnos con cubos de agua. Además, la señora que llevaba el hostal era muy amable.
La bahía de Santiago
Pasamos la tarde en uno de los chiringuitos de la playa, disfrutando de calamares fritos y batidos de mango. Apenas había turistas, solo algunos chicos locales en los bares cercanos. Durante todo el viaje por Filipinas, nos sorprendió encontrar tantas playas bonitas con tan poca gente. En esta playa en concreto, la marea cambia mucho: por la mañana con la marea alta el mar cubre gran parte de la arena, mientras que por la tarde con marea baja hay que andar casi 100 metros para llegar al agua.
Cómo moverse por la isla
La mejor forma de recorrer Camotes es alquilando una moto. Francisco nos dejó la suya por un precio más bajo que en otros sitios y así pudimos recorrer la isla a nuestro ritmo.
Qué ver en Camotes
Una de las primeras paradas fue Mangodlong Rock Resort, donde hay una pequeña playa privada bastante agradable. Después seguimos hacia el interior de la isla y llegamos al lago Danao, rodeado de palmeras. Dimos un paseo tranquilo por la zona y estuvimos charlando con una señora muy simpática de Manila que estaba de vacaciones allí.

Sin buscarlo, entramos por un camino secundario y descubrimos un lugar llamado “Holy Cristal Cave”. Al parecer, un hombre descubrió esta cueva llena de cristales y estalactitas hace unos 20 años. No es común encontrar este tipo de formaciones en islas tan llanas, así que decidimos visitarla. La cueva tiene varios niveles y el dueño, que nos hizo de guía, nos acompañó durante todo el recorrido.
Era un personaje curioso, hablaba con entusiasmo y teatralidad, como si estuviera presentando un espectáculo. Repetía constantemente: “Watch your head, watch your step and watch your back”. Como mucha gente en Filipinas, era muy creyente, y en cada sala de la cueva se ponía a rezar y a dar las gracias mientras nos enseñaba las formaciones más llamativas.
Nadar con tiburones ballena en Oslob
Los tiburones ballena son los peces más grandes del mundo, y si viajas a Filipinas, nadar con ellos puede convertirse en uno de los momentos más especiales del viaje. Hay distintos lugares donde se puede hacer esta actividad. Uno de los más conocidos es Donsol, pero nos quedaba muy lejos de la ruta que teníamos en mente para nuestro recorrido por Filipinas. Queríamos evitar vuelos internos caros o trayectos eternos en ferry.
Por suerte no hacía falta llegar hasta Donsol. Nos enteramos de que también era posible verlos en la isla de Cebú, concretamente en Oslob, y además nos pillaba de camino. No teníamos apenas información sobre este sitio, ya que no aparecía en las guías que habíamos leído, y buscar datos sin conexión a internet no siempre es sencillo. En este post te contamos cómo fue nuestra experiencia nadando con tiburones ballena en Oslob.
Cómo llegar a Oslob desde Cebú
Desde la ciudad de Cebú cogimos un autobús dirección Lilo-an (con wi-fi, un lujo inesperado) y le pedimos al conductor que nos avisara al llegar a Oslob. Nos entendió al instante. Nos explicó que en realidad la zona para ver a los tiburones está en Tanawan, un poco más al sur de Oslob, y que nos podía dejar directamente frente a uno de los resorts que organizan las salidas.
Dónde dormir en Oslob
Esta parte de la isla es básicamente una carretera costera con cuatro resorts y un par de restaurantes. Nosotros nos quedamos en el MB’s Sunrise View Resort. No era nada del otro mundo, pero era económico y el personal fue muy amable. Uno de los chicos que trabajaba allí nos explicó todo sobre cómo funcionaban las salidas para ver a los tiburones ballena.
Cómo es la actividad para ver tiburones ballena en Oslob
La actividad se organiza todas las mañanas, entre las 6:30 y las 12:00. Un grupo de pescadores locales les da de comer en la costa, y aunque los tiburones están en libertad y pueden irse cuando quieran, acuden cada día a la misma zona.
La diferencia principal entre Donsol y Oslob es que aquí prácticamente tienes la certeza de verlos. En Donsol hay que salir a buscarlos en mar abierto, y se necesita algo de suerte. En cambio en Oslob te llevan a apenas cien metros de la orilla, donde los barquitos de los pescadores los alimentan.
Antes de entrar al agua, los responsables de la actividad (que forman parte del gobierno local) te explican las normas de comportamiento para estar cerca de los tiburones ballena. No se los puede tocar ni bloquear su camino. Nos hizo gracia cuando dijeron que si no se respetan las reglas, te puede caer una buena multa o incluso hasta seis meses de cárcel. Se lo toman en serio, y en parte nos parece bien.
A las 7:00 de la mañana ya estábamos en el agua, rodeados de tiburones ballena. Contamos al menos ocho nadando tranquilamente alrededor.
Es impactante ver pasar tan cerca a estos gigantes, algunos de más de seis metros. Van por debajo o al lado tuyo, y aunque te recomienden mantener una distancia mínima, la realidad es que son ellos los que se acercan sin problema.
Cuando se acercan de frente, con la boca tan enorme, da un poco de impresión. Pero al ver lo tranquilos que son, enseguida te relajas. Solo están ahí para comer, y siguen a los barcos que les lanzan el alimento.
Cuando terminó el tiempo oficial, nos supo a poco. Como si fuéramos dos críos, le pedimos a los pescadores si nos podíamos quedar unos minutos más con el último tiburón que seguía cerca, y nos dejaron. Fue un momento muy especial que recordamos con mucho cariño.
Reflexión sobre la actividad
Cuando hicimos esta experiencia, hace ya cinco años, no se hablaba tanto del impacto ambiental que puede tener. Como había normas estrictas para no tocarlos y mantener distancia, en ningún momento nos pareció que pudiera ser algo perjudicial.
Con el tiempo leímos varios artículos que cuestionan esta actividad, señalando que el hecho de alimentarlos artificialmente puede alterar su comportamiento natural y dificultar su capacidad para buscar comida por sí mismos. Es una reflexión que nos ha hecho pensar, aunque también confesamos que no sabemos si podríamos haber renunciado a una experiencia así, que fue sin duda uno de los puntos más emocionantes de nuestro viaje a Filipinas.
Siquijor, un verdadero Paraíso
Siquijor es una de esas islas tranquilas y casi secretas que aún sobreviven en Filipinas. Forma parte del archipiélago de las Bisayas y se encuentra al sur de Cebú. Antes de llegar, ya sabíamos que era un destino poco masificado, y casi todos los viajeros con los que habíamos hablado nos la habían recomendado con entusiasmo. Aunque teníamos el listón muy alto después de pasar unos días inolvidables en Malapascua, confiábamos en que este rincón merecería la pena. Y así fue. Aunque hay varias cosas que ver en Siquijor, lo que más valoramos fue su calma absoluta. No por nada acabamos bautizándola como la isla de la pereza.
Cómo llegar a Siquijor
Si vienes desde Cebú, el trayecto implica un pequeño salto logístico: primero hay que llegar a la isla de Negros, y desde allí tomar un ferry desde la ciudad de Dumaguete hasta Siquijor. Los barcos salen con bastante frecuencia, así que no debería haber complicaciones.
Dónde dormir en Siquijor
Después de visitar varios alojamientos que se hacían llamar «resorts» —aunque muchos no lo parecían— terminamos quedándonos en Lorna’s Homestay. Lorna, una mujer de nuestra edad, está casada con un estadounidense mayor y alquilaban cuatro habitaciones con cocina. Aunque no sabemos cómo estará el lugar hoy en día, ella nos pareció una persona muy especial: amable, positiva y con una energía admirable.
Su casa tiene una ubicación privilegiada, justo frente al mar y la playa de San Juan. Nada más llegar nos sentimos tan cómodos que fuimos alargando la estancia día tras día. Fue, sin duda, uno de los alojamientos donde más a gusto estuvimos en todo nuestro viaje por Filipinas.
Qué hacer en Siquijor
Durante nuestra estancia solo alquilamos una moto el primer día para dar la vuelta a la isla. Como el indicador de gasolina estaba roto, nos quedamos tirados en medio de la nada. Por suerte, un chaval muy simpático llevó a Rachele a buscar una botella de gasolina y pudimos seguir. Ese día visitamos las cascadas de Lugnason y Cambugahay, donde aprovechamos para darnos un buen baño, y también nos acercamos a la iglesia de Lazi y su entorno, con paisajes muy agradables durante el trayecto.
Pero lo que más nos gustó fue quedarnos frente al mar, disfrutar de la terraza, bañarnos en esas aguas tranquilas y tan azules que parecía irreal. Es ese tipo de playa con la que sueñas y que solo parece existir en Filipinas: perfecta y sin un solo turista alrededor.
Además, compartimos muchos ratos con Jonalyn, la sobrina de Lorna, que vivía con ella desde hacía un año. Nos cogió cariño enseguida, jugábamos, nos bañábamos juntos, y ella nos hablaba en un inglés perfecto.

Despertarse con vistas al mar, dormir con la brisa entrando por la ventana, preparar una barbacoa en la playa con pescado recién sacado del agua y acompañarlo con una cerveza bien fría… Esas cosas que no se olvidan.
La tranquilidad del lugar era total. Hubo días en los que pasamos más de 12 horas sin electricidad, pero tampoco nos importó: sacamos las velas y seguimos disfrutando. En general Filipinas nos transmitió mucha paz, pero en Siquijor esa sensación se intensificó. Nadie tiene prisa, la gente vive con lo justo y parece feliz.
Jonalyn fue sin duda la protagonista de esos días. Nos bañábamos juntos, hacíamos pulseras, trenzas de hilo, y pasaba rato con Gábor mirando fotos y vídeos de los animales que habíamos visto en el viaje. Las horas se nos escapaban sin darnos cuenta.
Tal vez las playas de Siquijor no sean tan espectaculares como las de Malapascua o Kalanggaman, pero la experiencia que vivimos allí fue tan auténtica y especial que ocupa un lugar muy especial en nuestra memoria.
Dumaguete y Apo Island
Apo Island es una pequeña isla volcánica situada frente a la costa sur de Negros, en Filipinas. Aunque tiene algunas playas, no es una isla paradisíaca al uso. Lo que realmente atrae a los viajeros hasta aquí es su barrera de coral y la vida marina que la rodea. Se puede pasar la noche en la isla, pero lo más habitual es dormir en Dumaguete, en la isla de Negros, y hacer una excursión de un día. En nuestro caso, fue uno de los mejores días de snorkeling en Filipinas.
Dónde alojarse en Dumaguete, Filipinas
Dumaguete es la base más práctica para visitar Apo Island, y nosotros nos alojamos en el Harold Mansion, un hostal sencillo pero muy cómodo. Nuestra habitación tenía televisión con canales por satélite, buena conexión a internet (cuando funcionaba bien) y un restaurante que te llevaba la comida directamente a la habitación. Como Gábor se puso enfermo durante nuestra estancia, al menos pudo descansar tranquilo sin tener que salir del cuarto.
Excursión a Apo Island, Filipinas
En los alrededores de Dumaguete no hay mucho que ver, más allá de la playa de Dauin, de arena negra, que está a media hora en coche. Lo que realmente merece la pena es hacer una excursión a Apo Island, famosa por su fondo marino espectacular, con corales y tortugas por todas partes.
Contratamos la excursión directamente en el hostal, donde podías elegir entre salir a hacer snorkel o buceo. Nos llevaron en furgoneta hasta un pequeño puerto a unos 30 minutos de Dumaguete, desde donde salía el barco hacia Apo. Aunque no pasamos la noche en la isla, el ambiente nos pareció muy tranquilo. Eso sí, según nos comentaron, los alojamientos allí no ofrecen la mejor relación calidad-precio.
Los lugares donde hicimos snorkel fueron increíbles. El fondo marino de Apo Island es como un enorme jardín submarino, con corales de mil formas y colores que parecen flores.
Vimos muchísimos peces de colores, no tantos en número, pero sí muy grandes. Y, sobre todo, las tortugas marinas fueron las protagonistas del día. Rachele vio una a muy poca profundidad, a apenas metro y medio de la orilla, y era tan enorme que al principio casi le dio impresión. Más tarde, a unos tres metros, encontramos otras dos que podrían haber sido madre e hija, también de muy buen tamaño.
La experiencia de hacer snorkel en Apo Island fue probablemente la mejor de todo el viaje por Filipinas. Nos quedamos con ganas de volver, quizás para pasar alguna noche en la isla… si esta vez la salud acompaña.
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Ostia que bonic tu!!!!!!!!!!!!! Jo vull ser-hi!
Una abraçada nois.
Siiiiiii! Malapascua ens va encantar, ens hi haugessim quedat per sempre, jajaja! Una abraçada forta!!!
Hola chic@s estas navidades voy a estar por Filipinas y malapascua es uno de los lugares a visitar pero quisiera información para poder llegar allí desde cebu y cuál es el último barco para llegar allí. Mi vuelo llega a cebu a las 15:30h me daría tiempo a llegar?
Hola Isaac! No me acuerdo de los horarios, pero estos barcos normalmente en 2012 iban solo por la mañana y a primeras horas de la tarde. Nosotros llegamos bastante tarde, ya había oscurecido, y tuvimos que dormir en el pueblo de Maya y coger un barco al día siguiente. Igual eso fue hace ya casi 5 años, a lo mejor hoy en día hay más barcos que antes. De todas formas llegas a Cebu a las 15.30, aunque cojas un taxi hasta la estación de buses de Cebú y tengas un bus enseguida a Maya, llegarás sobre las 20.00 allí, dudo que puedas coger un barco aquel día. saludos!
Se puede ver al tiburon zorro haciendo snorkel o hace falta botella?
Estos tiburones viven a unos 20 metros de profundidad, es casi imposible verlos sin bucear con botella.