La selva de Taman Negra es la foresta tropical más antigua del mundo y sin duda es uno de los parajes naturales imprescindibles que ver en Malasia. Un bosque tropical que tiene 130 millones de años y ocupa un área de unos 4.000 kilómetros cuadrados. Es un lugar donde podrás hacer senderismo, avistar animales en escondites por la noche o navegar por el río. Aquí te contamos nuestra experiencia en esta selva única.
Llegada a Taman Negara
Después de unos días con un clima fresco, volvimos al calor. De Cameron Highlands fuimos en minivan a Kuala Tembeling donde se coge el barco para ir a la selva tropical Taman Negara. El barco estaba bastante cómodo, así las dos horas y pico navegando por el río Tembeling pasaron volando. Contemplamos el paisaje selvático en las dos orillas del río y aquí también (aunque bastante menos que en Laos) vimos a niños jugar en el río.
Nuestra base para visitar el parque natural fue el pueblo de Kuala Tahan que se encuentra en la orilla del río. Para entrar en Taman Negara que por cierto es la selva más antigua del mundo con 140 millón años de edad, solo hay que cruzar el río. Los locales te hacen la travesía por un ringit por trayecto durante todo el día. En el parque te ofrecen muchas actividades, paseos diurnos y nocturnos y muchas otras cosas, pero a parte de las travesías de varios días que se adentran en la selva, se puede hacer todo por cuenta propia. En la entrada del parque te dan un mapa con los senderos, de todas maneras están bien indicados.
Senderismo por la selva
El primer día hicimos un trekking que duró 6 horitas, pero lo hicimos muy tranquilamente, se puede hacerlo en bastante menos. La primera parte del trekking pasa por unas pasarelas que te llevan hasta el “Canopy Walk”, unos puentes colgantes arriba en los árboles que te hacen ver la selva de otra perspectiva.
Las pasarelas siguen hasta el mirador de Bukit Teresek. Hasta aquí encontramos bastante grupos, ante todo locales de vacaciones.
Dejando el mirador atrás, dejamos también la gente y las pasarelas y el sendero se convirtió en un sendero normal con bastante barro. Desde este punto y para todo el resto del día estuvimos prácticamente solos en la jungla con el calor y una humedad importante que nos hizo sudar muchísimo. Gracias a la lluvia de la noche anterior, a parte de los mosquitos también tuvimos que luchar con las sanguijuelas. Sabiendo que iban a estar, nos protegimos bastante con pantalón largo metido en los calcetines, así que por suerte siempre las pillamos aún cuando subían por el pantalón sin darle tiempo a que se engancharan a la piel. Por alguna rara razón los “chupasangre” prefieren a Rachele que ganó con 6 sanguijuelas contra 1 de Gábor.
Pasear en el bosque tropical denso, escuchar sus ruidos, ante todo el canto de miles de pájaros nos ha hecho recordar Ilha Grande, Santarém y Manaus, bellísimas sensaciones y una paz absoluta!!
Nos hemos divertido a correr detrás de las mariposas, algunas de las cuales eran enormes, una ardilla gigante y pájaros (entre ellos un carpintero). Tuvimos que trepar bastante en el barro en muchos puntos, en algunos tramos había árboles caídos en el sendero. En el parque hay varios escondites que son casitas de madera donde se puede pernoctar también y escuchar los animales durante la noche. Nosotros fuimos a uno de ellos durante el día, el Bumbun Tabing donde comimos disfrutando de la tranquilidad de la jungla.
Avistando animales
El segundo día, lo tomamos con calma y hicimos “photo-walk” paseando en el parque sin hacer esfuerzo. No había casi nadie en los senderos; había un silencio fenomenal para escuchar los sonidos de la foresta. Vimos un par de jabalís, otros pájaros entre los cuales una mamá con sus huevos, monos, algunos insectos raros y muchas mariposas.
Por la noche, hemos cenado siempre en el puesto de una señora que hacía pollo frito y arroz con coco. Alojamos en la Tahan Guest House cuya dueña es muy simpática y nos hizo sentir muy a gusto. El único “problemilla” era la mezquita justo al lado, cada día antes de la salida del sol invitaba a los musulmanes a rezar y a los turistas a despertarse; o mejor invitaban a Rachele porque Gábor seguía durmiendo sin problemas. Llegamos aquí sin saber que esperar, al final fue una buena sorpresa, nos pareció un lugar realmente agradable para volver aquí un día y hacer más cosas.
Ahora volvemos a la playa que se ve que Rachele ya la echa mucho de menos!
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