Escrito por Rachele Cervaro y Gábor Kovács
Viajar a Tailandia era uno de esos sueños que llevábamos mucho tiempo acariciando. Imaginábamos templos envueltos en incienso, ciudades caóticas con mil sabores por descubrir, selvas donde perder la noción del tiempo y playas que parecen sacadas de una postal. Pero la realidad superó con creces cualquier expectativa.
Durante varias semanas recorrimos el país de norte a sur, dejándonos sorprender por su increíble diversidad. Empezamos entre ruinas antiguas cubiertas de raíces en Lopburi y los templos históricos de Sukhothai, donde la historia de los antiguos reinos tailandeses sigue muy viva. Más al norte, Chiang Mai nos conquistó con su ambiente relajado, su comida deliciosa y sus templos dorados, mientras que en Chiang Rai nos esperaban escenarios casi surrealistas, como el brillante Templo Blanco.
Después nos sumergimos en el ritmo vibrante de Bangkok, una ciudad que nunca se detiene y en la que cada barrio parece un mundo diferente. Y tampoco podían faltar : aguas cristalinas en Koh Tao, acantilados de postal en Krabi, las playas míticas de Phi Phi y, para terminar, unos días inolvidables en la tranquila y paradisíaca Koh Lipe.
Este diario es una mezcla de experiencias, consejos y momentos que queremos guardar para siempre.
Lopburi, la curiosa ciudad de los monos
Lopburi es una ciudad pequeña y bastante tranquila, donde no encontrarás demasiados turistas. Sin embargo, es uno de esos lugares que merece la pena incluir en un viaje por Tailandia. Lo que hace especial a Lopburi no es solo su historia o sus templos, sino la convivencia tan peculiar entre los locales y los monos que viven libremente por la ciudad.
Nosotros guardamos un buen recuerdo de nuestra visita. Fue el primer lugar donde nos encontramos cara a cara con los templos tailandeses y donde empezamos a sentir el ritmo relajado de las ciudades más pequeñas del país. Aunque la mayoría llega por el famoso templo de los monos, la presencia de estos animales se nota en toda la ciudad. Incluso en el hotel tuvimos que cerrar bien las ventanas porque más de uno intenta colarse y llevarse lo que encuentre.
Qué visitar en Lopburi
Durante nuestra estancia, dimos un paseo por el centro histórico y fuimos descubriendo algunas de las ruinas repartidas por la ciudad. El lugar más emblemático es sin duda el Prang Sam Yot, un antiguo templo jemer que se ha convertido en todo un símbolo de Lopburi. Para la mayoría, este lugar será siempre recordado como el templo de los monos, y con razón: hay decenas, incluso cientos de macacos merodeando por allí.
Mientras algunos descansan bajo la sombra de las torres del templo, otros más inquietos se dedican a curiosear entre los visitantes, buscando comida o simplemente algo con lo que entretenerse. Es un sitio muy curioso y diferente, donde se mezclan ruinas históricas con escenas de lo más inesperadas protagonizadas por los monos.
Como siempre, aprovechamos para probar la comida local. En las calles de Lopburi, como en muchos otros sitios de Tailandia, puedes comer bien por muy poco dinero. Nos encontramos con varios puestos que servían pad thai por menos de un euro, y no dudamos en repetir más de una vez. Este plato típico, hecho con fideos de arroz salteados, huevo, carne o marisco, verduras y salsas sabrosas, se convirtió en uno de nuestros favoritos desde el primer día.
Lopburi fue una parada muy agradable al comienzo de nuestra ruta por Tailandia. Nos permitió tomarnos las cosas con calma después del vuelo largo, conocer un lugar lleno de carácter y empezar a entender un poco mejor la vida local. Entre templos, monos y buena comida, nos llevamos una experiencia diferente y muy auténtica.
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Moverse por Tailandia sin un buen seguro es como subirse a una moto en Bangkok sin casco: puede parecer que no pasa nada, hasta que pasa. Aunque viajar por este país es, en general, muy seguro, sus contrastes —desde rutas en moto por islas remotas hasta excursiones en barca o senderos selváticos en el norte— hacen que los imprevistos estén a la orden del día. Y la atención médica, aunque en las grandes ciudades es excelente, no siempre está disponible o resulta asequible en zonas más apartadas.
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Los templos de un imperio: Sukhothai y Si Satchanalai – Patrimonio de la Humanidad
Sukhothai es una ciudad tailandesa situada en la parte sur del norte del país, más o menos a medio camino entre las dos ciudades más visitadas de Tailandia: Bangkok y Chiang Mai. En los siglos XIII y XIV, durante el periodo del Reino de Sukhothai, esta ciudad fue la capital de un imperio próspero, algo que se refleja en la gran cantidad de templos que aún se conservan. El conjunto de templos del Parque Histórico de Sukhothai, junto con los de Si Satchanalai, ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es sin duda uno de los grandes lugares que ver en Tailandia. Aquí te contamos nuestra experiencia.
Visita al Parque Histórico de Sukhothai
El Parque Histórico de Sukhothai está dividido en tres zonas principales. Nada más llegar alquilamos unas bicis para recorrerlo con más libertad, y empezamos por la zona central, donde se encuentran los templos más importantes.
Pedaleando bajo el sol, fuimos parando en los templos budistas más destacados. El principal y más impresionante es el Wat Mahathat, un complejo enorme con varias estupas y estatuas de Buda gigantes. Paseamos largo rato por aquí; la majestuosidad del lugar y la serenidad que se respira entre sus ruinas nos dejó realmente impactados.
Después fuimos al Wat Si Sawai, un templo con influencias hindúes donde coincidimos con varios monjes budistas. También pasamos por el Wat Tra Phang Ngoen, con una bonita imagen de Buda al aire libre, y el Wat Sa Si, que tiene una ubicación preciosa, en medio de un pequeño lago.
Con el calor apretando, hicimos una pausa para comer algo y descansar a la sombra. Luego continuamos la visita en la zona norte del parque, donde nos detuvimos en el Wat Sorasak. Este templo le gustó especialmente a Rachele por la base decorada con elefantes de piedra, una imagen muy simbólica y típica de la arquitectura de esta época.
Nos encantó el Parque Histórico de Sukhothai. Solo nos dio un poco de pena que se permita el acceso de vehículos a motor dentro del recinto, ya que el ruido rompe un poco la atmósfera de paz que el entorno intenta transmitir.
Visita a los templos de Si Satchanalai
Nos habían hablado muy bien del Parque Histórico de Si Satchanalai y no queríamos dejarlo fuera. Está a solo una hora en autobús desde Sukhothai y, a pesar de su belleza, sigue siendo un lugar poco frecuentado por turistas. Nada más llegar, volvimos a alquilar bicicletas para llegar al parque, que se encuentra a unos 4 km de la parada del bus.
El primer templo que encontramos fue el Wat Phra Si Rattana Mahathat Chaliang, más antiguo que los templos principales del parque. Nos sorprendió la gran estatua de Buda y la estupa central, a la que se accede por una escalinata bastante empinada. Desde lo alto, se tiene una vista preciosa de todo el entorno.
Aunque algunos templos están menos restaurados que los de Sukhothai, eso les da un aire más auténtico. Además, el parque está rodeado de un bosque frondoso que le aporta un toque muy especial. El entorno, junto con la tranquilidad del pueblo cercano, hace que todo se sienta más relajado y genuino.
El camino de 4 km desde la parada del autobús al parque no se nos hizo nada pesado. Al contrario, fue un paseo agradable en el que observamos escenas de la vida local: familias en sus casas, altares budistas con ofrendas y niños jugando en los patios.
Antes de terminar la visita, encontramos otro templo decorado con elefantes esculpidos en su base. Aunque muchos estaban bastante deteriorados, nos encantó la imagen del conjunto.
Chiang Mai – una ciudad acogedora en el Norte de Tailandia
Chiang Mai, después de Bangkok, es la segunda ciudad más importante que visitar en Tailandia. Conocida como la capital del norte del país, es también uno de los lugares más populares entre quienes deciden establecerse una temporada larga en el sudeste asiático. Con un ambiente relajado, precios accesibles y una oferta cultural y gastronómica muy interesante, no es difícil entender por qué tantos viajeros deciden quedarse aquí más tiempo del previsto.
Aparte de todo lo que tienes que ver en Chiang Mai, lo que más nos atrapó fue su atmósfera tranquila. Es cierto que es un destino turístico muy conocido, pero aún así conserva esa calidez que hace que te sientas bienvenido desde el primer momento. La vida aquí parece fluir a otro ritmo, con gente amable, templos en cada esquina y muchas opciones para descansar y desconectar. En este apartado, te contamos algunas de las mejores cosas que hacer en Chiang Mai durante una estancia de unos días.
Qué hacer en Chiang Mai
Nosotros pasamos 5 noches en esta ciudad encantadora, y la verdad es que nos hubiéramos quedado más. Aunque el centro histórico recibe cada día a muchos visitantes, no resulta agobiante. Entre sus callejuelas estrechas, se esconden templos antiguos, casas de madera, cafeterías acogedoras y muchos lugares donde puedes disfrutar de un masaje tailandés por precios muy asequibles.
Los templos de Chiang Mai
Uno de los días decidimos dedicárselo por completo a recorrer el casco antiguo y visitar algunos de los templos más importantes de Chiang Mai. Hay muchísimos repartidos por toda la ciudad, pero si tienes poco tiempo, al menos intenta visitar los más representativos.
Uno de los que más nos gustó fue el Wat Chiang Man, considerado el templo más antiguo de la ciudad. Lo encontramos muy tranquilo, y tuvimos una escena curiosa: unos monjes estaban comiendo en el interior mientras los visitantes paseaban con respeto. En un rincón había una pequeña mesa con sobres de Nescafé y agua caliente, donde podías prepararte un café de forma totalmente informal. Nos pareció una imagen muy representativa de la convivencia natural entre lo sagrado y lo cotidiano que se respira en Tailandia.
También nos impactaron mucho el Wat Chedi Luang, con su enorme estupa parcialmente derruida por un terremoto, y el Wat Phra Singh, uno de los más venerados de la ciudad.Ambos templos tienen una arquitectura impresionante y transmiten una sensación de paz muy especial.
Disfrutar de la cocina tailandesa
Otra de las grandes razones para visitar Chiang Mai es su cocina. Si ya te gusta la comida tailandesa, aquí vas a disfrutar de lo lindo. Hay restaurantes y puestos callejeros por todas partes, y cada uno tiene su especialidad. Currys rojos, verdes y amarillos, sopas picantes, arroz con mango, fideos salteados… No sabríamos decir cuántos platos distintos probamos durante nuestra estancia.
Uno de nuestros sitios preferidos fue un pequeño local montado en el garaje de una casa. Apenas tenía dos mesas fuera y una señora mayor cocinaba allí mismo en unos fogones portátiles. El menú era simple, pero delicioso. Cada plato estaba hecho con mimo y se notaba que cocinaba como si lo hiciera para su familia. Fue una de esas experiencias que no se olvidan fácilmente.
Perderse entre los puestos del mercado nocturno
Cada noche, especialmente en la parte nueva de Chiang Mai, se organiza el famoso mercado nocturno. Es uno de los más conocidos del país y se nota que está pensado para los turistas, pero eso no le quita encanto. Las calles se llenan de luces, puestos de ropa, souvenirs, productos artesanales y, cómo no, mucha comida.
Nos gustó especialmente el ambiente en una de las calles donde se concentran los puestos gastronómicos. Allí puedes encontrar desde los clásicos fideos hasta brochetas de carne, zumos naturales, dulces típicos y muchas otras delicias. Es uno de esos lugares donde terminas cenando a base de picoteo.
Los domingos, disfrutar del mercado dominical
Si estás en Chiang Mai un domingo, no te pierdas el Sunday Market. Cierran al tráfico varias calles del casco antiguo y se transforma en un enorme mercadillo peatonal. Hay de todo: puestos de artesanía, ropa, productos hechos a mano, souvenirs originales y, por supuesto, comida por todas partes.
Fuimos dos veces el mismo día, primero por la tarde y luego de nuevo al anochecer, porque el ambiente era muy diferente. Por la tarde hay más luz y puedes ver bien los productos, mientras que de noche todo se llena de luces cálidas y el ambiente se vuelve mágico. Nos llamó la atención que había también muchos tailandeses paseando, lo que siempre es buena señal.
Entre los platos callejeros, probamos un poco de todo, pero no nos atrevimos con los insectos fritos, que también estaban muy presentes. Nos quedamos con las ganas, pero el resto de la comida no nos decepcionó para nada.
Subir a la colina para ver el templo Wat Phra That Doi Suthep
Un poco fuera del centro, sobre una colina cubierta de vegetación, se encuentra uno de los templos más importantes de la región: el Wat Phra That Doi Suthep. Para llegar allí lo mejor es alquilar una moto y disfrutar del trayecto en subida, que ya de por sí es una experiencia.
El templo en sí es precioso, pero lo que más nos impresionó fueron las vistas panorámicas sobre toda la ciudad. Es un sitio ideal para desconectar del bullicio urbano y disfrutar del entorno natural. Si vas temprano por la mañana o hacia el atardecer, encontrarás un ambiente más tranquilo y podrás aprovechar mejor la visita.
Disfrutar de un masaje tailandés
Y como no podía faltar, terminamos nuestra estancia con un buen masaje tailandés. Hay muchísimos centros de masajes en la ciudad, desde los más sencillos hasta otros más elegantes. Nosotros fuimos a uno pequeño y local, donde una señora nos trató con una mezcla de firmeza y delicadeza durante una hora. Salimos de allí como nuevos, con esa sensación de haber hecho algo bueno por el cuerpo después de tantos días de caminar y comer sin parar.
Excursión al templo Wat Phra That Doi Suthep
Uno de los lugares más importantes que ver en los alrededores de Chiang Ma, es el bellísimo templo de Wat Phra That Doi Suthep, uno de los templos más bonitos de Tailandia, que queda unos 16 km fuera de la ciudad. Vimos muchas fotos y decidimos que merecía la pena verlo. Alquilamos una moto y subimos la montaña donde se encuentra el templo. La carretera es bastante ancha y bien asfaltada con lo cual no hay ningún problema en recorrerla. En el largo recorrido de escalones que separa el aparcamiento del templo se puede comprar de todo, comida, recuerdos, artefactos, se puede donar dinero para la construcción de unas cuantas escuelas y hasta tomarse fotos con unas niñas en traje típico. Quizás todo esto estaba allí porque era sábado y todo el mundo va al templo o quizás hay todos los días; esto no lo sabremos.
El templo es enorme, más que uno es, un conjunto de templos alrededor de una enorme estupa central dorada. Había muchísima gente, algunos rezando, otros turistas, cada uno portándose con respeto hacia la religión. La estupa, reluciente bajo el sol, es sin duda lo que más llama la atención a primera vista. A su alrededor hay figuras de Buda, campanillas colgantes y detalles dorados por todas partes. El sonido constante de las oraciones y las pequeñas campanas crea un ambiente realmente especial.
Nos encantó pasear por los pasillos interiores donde el incienso perfuma el aire, y ver cómo los fieles realizan sus ofrendas. También tuvimos la oportunidad de recibir una bendición de un monje que nos ató un pequeño cordón blanco en la muñeca como símbolo de buena suerte.
Desde lo alto, las vistas sobre Chiang Mai son espectaculares. En los días despejados se puede ver perfectamente la ciudad rodeada por montañas y vegetación. Nosotros tuvimos suerte con el tiempo y nos quedamos un buen rato simplemente disfrutando del panorama, con el viento suave y el bullicio del templo de fondo.
Antes de volver, nos sentamos a tomar algo en uno de los pequeños puestos cerca del aparcamiento. Un té frío y unas brochetas de pollo pusieron el broche final a una visita que sin duda es una de las mejores experiencias que vivimos durante nuestro viaje al norte de Tailandia. Visitar el Wat Phra That Doi Suthep no es solo ver un templo, es una experiencia completa que mezcla espiritualidad, naturaleza, tradición y una pizca de caos muy tailandés.
Chiang Mai, a pesar de estar en todas las guías de viaje, no nos decepcionó en absoluto. Es una ciudad que combina cultura, tradición, comida riquísima y buen ambiente. Nos sentimos muy a gusto y no nos importaría volver en otro viaje por Tailandia. De hecho, si alguna vez tuviéramos que quedarnos a vivir una temporada larga en el sudeste asiático, probablemente este sería uno de nuestros lugares favoritos.
Chiang Rai y su maravilloso templo blanco
Chiang Rai se encuentra a unas 3 horas por carretera desde Chiang Mai. Aunque los nombres se parecen, son dos lugares muy distintos. Chiang Rai no suele figurar en las rutas más clásicas por Tailandia, y para muchos viajeros es simplemente una parada de paso. Aun así, en sus alrededores se encuentra uno de los monumentos más sorprendentes del país: el Wat Rong Khun, más conocido como el Templo Blanco. Aquí te contamos lo más interesante que ver en Chiang Rai.
El Templo Blanco de Chiang Rai, una visita muy especial
La ciudad de Chiang Rai no tiene muchos monumentos que visitar. Más allá de una torre dorada con reloj y algún que otro templo, lo que realmente nos motivó a acercarnos hasta aquí fue el famoso Templo Blanco (Wat Rong Khun). Se encuentra a unos 15 km del centro, y se puede llegar fácilmente en autobús local. Es un templo moderno, construido en los años 90, y llama la atención por su color completamente blanco y por una decoración muy poco habitual.
En el exterior, los árboles están decorados con cabezas colgantes que parecen salidas de una película de terror, y justo antes de entrar al templo hay un puente flanqueado por manos que emergen del suelo, como si pidieran ayuda desde el más allá. Estas figuras simbolizan el sufrimiento y la necesidad de purificación antes de llegar al recinto sagrado. Aunque el templo sufrió daños en el terremoto de 2014, sigue siendo un lugar muy especial y, sin duda, el sitio más impactante que ver en Chiang Rai.
En el interior nos sorprendió un enorme Buda blanco, pero también un mural completamente fuera de lo común, donde aparecen desde superhéroes como Spiderman o Superman hasta personajes como Michael Jackson o Avatar. Incluso había una escena del atentado a las Torres Gemelas, representada de forma simbólica con un demonio succionando petróleo. Puede parecer extraño, pero todo tiene un sentido dentro del mensaje del templo. Nos encantó tanto por su diseño como por lo que intenta transmitir. Nos dio la impresión de que el arquitecto debía ser algún pariente lejano de Gaudí.
Una noche en el mercado nocturno
Una de las cosas que más disfrutamos durante nuestra estancia fue el mercado nocturno de Chiang Rai. Cada noche, varias calles del centro se llenan de puestos, y al final hay una gran plaza con un área de comida espectacular y un escenario donde se organizan conciertos y espectáculos tradicionales.
Nos animamos a probar una sopa cuyo nombre nunca supimos. Nos dieron una pequeña olla de barro con brasas debajo y el caldo dentro. Luego uno mismo tiene que añadir los ingredientes: carne, verduras, fideos… y esperar a que todo se cocine. Fue muy divertido prepararla, y el sabor del caldo era realmente bueno. La plaza estaba llena de mesas y había un ambiente muy animado. Para terminar, compartimos un rotee de banana, ese pastel frito tan típico en Tailandia. Una cena de Navidad poco convencional, pero casi perfecta.
Durante esos días también fuimos a un parque donde celebraban la fiesta de las flores. Había una gran variedad de especies y todo estaba decorado con mucho cuidado, un paseo muy agradable.
Chiang Rai fue uno de los destinos menos turísticos de nuestro viaje por Tailandia, pero también uno de los que más recordamos. El Templo Blanco nos pareció uno de los monumentos modernos más originales que hemos visto nunca en Asia.
Bangkok, la ciudad más icónica del Sudeste Asiático
Bangkok es una de esas ciudades que no te dejan indiferente. Es inmensa, vibrante y caótica, pero también fascinante. Para muchos es el primer contacto con el Sudeste Asiático y, sin duda, uno de los lugares imprescindibles que ver en Tailandia. Aunque hemos estado varias veces y acumulamos más de dos semanas en la ciudad, en esta guía te contamos lo esencial que puedes ver y hacer en Bangkok en 4 días.
Al principio puede parecer demasiado ruidosa, desordenada, incluso agotadora… pero para nosotros fue todo lo contrario. Nos encantó esa mezcla de grandes rascacielos con mercados callejeros donde nunca falta el humo de los puestos de comida, las bocinas, la música a todo volumen y una energía constante que se vive en las aceras. También hay espacios verdes donde desconectar un rato del bullicio, y al caer la noche, las luces de los carteles, el tráfico y los rascacielos crean una atmósfera muy especial.
Día 1: Templos y callejones en el casco histórico
El primer día lo dedicamos al corazón histórico de la ciudad, empezando por el espectacular Gran Palacio y el Wat Phra Kaew, donde se encuentra el famoso Buda Esmeralda. Más que un solo templo, es un gran complejo con estupas doradas, tejados coloridos y esculturas mitológicas. La entrada no es barata, pero merece la pena tomarse un buen rato para recorrer cada rincón del recinto.
A pocos pasos de allí se encuentra otro de los templos más visitados, el Wat Pho, conocido por su impresionante Buda reclinado. La estatua es enorme y está completamente cubierta de pan de oro. El entorno también es precioso, lleno de estupas de cerámica decoradas con flores y colores intensos.
Por la tarde nos fuimos a Chinatown, uno de los barrios más auténticos de Bangkok. Es un caos encantador de puestos de comida, tiendas abarrotadas, rótulos en chino y un ambiente que no se detiene nunca. Por la noche se encienden las luces de neón y todo cobra aún más vida. Paramos a comer en un puestecito callejero donde un francés y su mujer tailandesa cocinan noodles con un toque muy personal. Mientras comíamos, charlamos con un brasileño que esperaba a un vendedor de cigarrillos… historias de Bangkok. Recomendamos quedarse hasta que cae la noche y las luces inundan las calles.
Si estás en la ciudad en fin de semana, puedes acercarte al enorme mercado de Chatuchak, abierto los sábados y domingos. Tiene más de 15.000 puestos repartidos en distintas secciones y es fácil perderse. Lo mejor es ir con calma, mirar los mapas repartidos por el recinto o llevar uno impreso como hacen muchos.
Día 2: Bangkok desde el río y el ambiente de Khao San
Uno de los planes que más nos gustaron fue ver Bangkok desde el agua. Cogimos uno de los barcos públicos que recorren el río Chao Phraya, algo así como el “bus acuático” de la ciudad. Desde el barco puedes ver muchos templos y edificios importantes, y uno de los momentos más bonitos fue al pasar frente al Wat Arun, con su silueta elegante en la orilla opuesta.
Después de hacer todo el recorrido, bajamos cerca de la famosa Khao San Road. Es el epicentro mochilero por excelencia en Bangkok. Paseamos un rato por la zona, llena de bares, agencias de viajes, tiendas de ropa y puestos callejeros de todo tipo. Nos gustó el ambiente, aunque estábamos contentos de alojarnos en una zona más tranquila. Eso sí, aquí comimos uno de los mejores pad-thai callejeros del viaje.
En esta parte de la ciudad también se conservan algunos canales, recuerdo del pasado fluvial de Bangkok, que le dan ese aire de “Venecia del Este”. Muy cerca está el Monte Dorado (Golden Mount), una colina artificial desde la que se obtienen unas vistas estupendas de la ciudad. Subimos los escalones rodeados de campanas (difícil resistirse a tocarlas todas) y arriba nos encontramos con una estupa dorada y una panorámica perfecta de la urbe.
Al atardecer fuimos a uno de los rooftops más famosos de la ciudad, el Skybar, conocido por salir en una escena de la película “Resacón 2”. Para entrar, hay que ir vestido de forma “adecuada”, y aunque Gábor pasó con sus botas de trekking, las zapatillas de Rachele no fueron aceptadas. Por suerte, encontró unos tacones en un mercadillo por 2 euros. Cuando volvió al Skybar con su nuevo look, las chicas de la entrada se quedaron alucinadas.
El bar no es precisamente tranquilo: está a tope de gente y no hay mesas si solo quieres tomar algo. Pero lo cierto es que no nos molestaron para pedir bebidas (cosa que agradecimos, porque los precios son muy altos) y pudimos disfrutar de unas vistas increíbles. Poco a poco la ciudad se fue iluminando y el skyline se transformó por completo. Fue uno de esos momentos que se quedan grabados en la memoria.
Día 3. La cara más moderna de Bangkok
Después de dos días explorando templos, canales y mercados, nos apetecía conocer otro lado de Bangkok, y para eso no hay nada mejor que perderse por sus barrios más modernos. Nos dirigimos a Silom y Sukhumvit, dos zonas llenas de rascacielos, centros comerciales y calles que no paran ni un segundo. Moverse por aquí es muy fácil gracias al Skytrain (BTS) y al metro subterráneo (MRT). Los trenes son cómodos, rápidos y funcionan de maravilla, aunque algo más caros que el bus. A veces, caminando por estas calles, uno tiene la sensación de estar dentro de una peli futurista: trenes elevados que pasan por encima de tu cabeza y luces por todas partes.
Uno de los sitios que más nos llamó la atención fue el centro comercial Terminal 21. Es un centro comercial con un concepto muy original: cada planta está ambientada en una ciudad diferente. Hay una planta Tokio, otra San Francisco y nuestra favorita, la de Londres, donde las tiendas están dentro de un double-decker y de un vagón de metro. Hasta los baños están decorados como si estuvieras en el Reino Unido. Todo muy divertido y distinto a lo que uno se espera de un centro comercial.
También pasamos un rato tranquilo en el parque Lumphini, uno de los pulmones verdes de la ciudad, muy cerca de Silom. Es un lugar ideal para escapar un poco del ritmo acelerado de la capital. Lo curioso es que en el lago viven unos lagartos enormes. La primera vez que vimos uno pensamos que era un cocodrilo. Además, tuvimos un encuentro surrealista con un hombre tailandés que al saber que éramos europeos se puso a decir «te quiero» en un montón de idiomas, húngaro incluido. Fue un momento muy simpático que no olvidaremos.
Otro clásico de la zona moderna es el MBK Center, un centro comercial muy conocido por sus tiendas que venden productos de imitación. Aquí puedes encontrar de todo, aunque nosotros fuimos solo a por un filtro UV para la cámara que se nos había roto. Muy cerca está Siam Square, el corazón comercial de Bangkok, con centros comerciales de todo tipo, desde los más modernos hasta los más lujosos. Desde aquí también se puede ver claramente el tráfico caótico pero colorido de la ciudad. Los taxis, por ejemplo, son de todos los colores: rosa, verde, amarillo, rojo…
Una parada que nos sorprendió fue el Erawan Shrine, un pequeño santuario hindú encajado entre edificios modernos y vías del BTS. Aquí la gente va a dar las gracias a los dioses por favores recibidos. Lo hacen contratando a unas bailarinas tradicionales que cantan y bailan mientras se realiza la ofrenda. Es uno de esos lugares donde Bangkok te enseña cómo conviven lo antiguo y lo nuevo sin ningún tipo de contradicción.
Para terminar el día, dimos una vuelta por Soi Cowboy, una calle bastante conocida por sus locales de ocio nocturno. Llegamos temprano, así que no había mucha actividad todavía. Las chicas que trabajan allí estaban más centradas en cenar que en llamar la atención, así que pudimos caminar tranquilos y observar este ambiente tan particular.
Día 4. Visitar un mercado flotante, una experiencia diferente cerca de Bangkok
Uno de los planes más curiosos y distintos que puedes hacer desde Bangkok es visitar alguno de sus mercados flotantes. Aunque seguramente ya hayas oído hablar de ellos, vivirlo en persona es otra historia. La ciudad y sus alrededores están atravesados por una red de canales que en su día fueron el principal medio de transporte y comercio, y todavía hoy, en algunos puntos, esta forma de vida sigue muy viva.
Hay varios mercados flotantes cerca de la capital, y aunque algunos se han vuelto muy turísticos, todavía quedan lugares donde puedes hacer una visita interesante, probar comida local y observar el ir y venir de los barcos cargados de fruta, pescado, flores o dulces típicos.
El más famoso es el de Damnoen Saduak, a unas dos horas de Bangkok. Aquí te espera una postal llena de color, con decenas de barcas navegando por canales estrechos. Es cierto que atrae a muchos visitantes y puede resultar un poco agobiante en horas punta, pero si vas a primera hora de la mañana y haces el recorrido en una pequeña canoa, aún puedes disfrutar de una experiencia entretenida y muy visual. Es ideal si buscas algo más espectacular y no te importa compartirlo con más gente.
Otra opción, algo más tranquila, es el mercado de Amphawa, que solo abre los fines de semana. Aunque es bastante popular entre los propios tailandeses, conserva un ambiente algo más relajado. Además de recorrer los canales, puedes quedarte a cenar allí: hay restaurantes montados sobre plataformas de madera donde preparan mariscos y platos típicos deliciosos. Al caer la tarde, el lugar se llena de luces y el ambiente se vuelve muy agradable.
Y si prefieres evitar las multitudes, el mercado de Taling Chan puede ser una muy buena alternativa. Es el que nosotros visitamos, y lo que más nos gustó fue precisamente su ambiente local y tranquilo. Está bastante cerca del centro de Bangkok y es mucho más pequeño que los otros mercados, pero eso también lo hace más auténtico. Apenas vimos turistas, y la mayoría de la gente que venía lo hacía para hacer la compra o comer en alguno de los pequeños restaurantes flotantes. Cocinan directamente en las barcas y los platos se sirven sobre plataformas de madera junto al canal. También es muy habitual ver a niños jugando en el agua o a vecinos haciendo su vida cotidiana, lo que le da un aire muy genuino.
Sea cual sea tu elección, visitar un mercado flotante te permite ver un lado distinto de Bangkok, más ligado a sus tradiciones y a la vida junto al agua. Y además, es una excelente excusa para probar comida casera, ver cómo cocinan desde las barcas o simplemente sentarte a observar el ritmo pausado de los canales.
Y así terminamos nuestra ruta de 4 días por Bangkok. Aunque esta ciudad tiene muchísimos lugares que merecen la pena, creemos que este itinerario es un buen punto de partida para una primera visita. Bangkok es intensa, caótica, moderna y tradicional a la vez, y te deja con ganas de seguir descubriéndola.
Koh Tao: una semana en un acuario tropical
Koh Tao fue una de las paradas más especiales de nuestro viaje por Tailandia. Aunque no tiene las mejores playas del país, sabíamos que la vida submarina en esta isla del Golfo de Tailandia es un mundo aparte. Además, es uno de los lugares más populares (y económicos) para sacarse el certificado Open Water, así que decidimos pasar allí nada menos que 10 días. Nos pareció el equilibrio perfecto entre relax y aventura. En esta entrada te contamos cómo llegamos, dónde nos alojamos y todo lo que vivimos en Koh Tao.
Cómo llegar a Koh Tao
Llegar a Koh Tao desde Bangkok fue toda una pequeña odisea. Cogimos un tren nocturno hasta Chumphon que, aunque fue algo cansado, nos pareció parte de la aventura. Desde la estación fuimos en tuk-tuk hasta el puerto, donde nos esperaba un ferry nocturno. El trayecto en barco fue más cómodo de lo esperado: dormimos durante el viaje y llegamos a Koh Tao con las primeras luces del día y las energías renovadas.
Dónde dormir en Koh Tao
Muchas escuelas de buceo incluyen el alojamiento si haces el curso con ellos, pero preferíamos algo más apartado. Buscábamos tranquilidad y la encontramos en Hin Wong Bay, una pequeña bahía en la que alquilamos un apartamento muy acogedor. No hay playa como tal, pero el acceso directo al mar y el snorkel increíble que se puede hacer allí mismo compensaban con creces. Cada día era bajar unas escaleras y estar ya nadando entre corales.
Cuándo ir a Koh Tao
El clima en Koh Tao es bastante estable durante el año, ya que está en el Golfo de Tailandia, distinto al de la zona de Krabi o Phuket. La única época menos recomendable son los meses entre noviembre y enero, cuando puede llover más. Nosotros fuimos en marzo y tuvimos suerte con el tiempo: días soleados, temperaturas cálidas y mar tranquilo, ideal para bucear.
Qué hacer en Koh Tao
Disfrutar de snorkel impresionante
Cada mañana, nada más despertarnos, bajábamos al agua con las gafas y el tubo. El snorkel en Hin Wong Bay nos tenía enganchados. El agua era cristalina y los corales estaban llenos de vida. Uno de los momentos más alucinantes fue cuando nos cruzamos con un banco enorme de peces amarillos y azules. Estábamos rodeados, como si fuéramos parte del grupo. Era difícil salir del agua una vez dentro.
Sacar el certificado de submarinismo «Open Water»
Uno de los motivos principales de nuestra visita a Koh Tao era que Rachele quería sacarse el certificado Open Water. Después de comparar varias opciones, nos decidimos por la escuela “Pura Vida”, gestionada por Oscar y Zigor, dos instructores españoles encantadores. Desde el primer momento nos sentimos muy cómodos con ellos.
Además, fueron los únicos que permitieron que Gábor acompañara al grupo haciendo snorkel sin coste adicional. Mientras Rachele aprendía a bucear con el instructor Tago (que fue paciente y muy atento), Gábor exploraba la superficie. El grupo lo completaban Flor, una argentina, y Elisa y Omar, una pareja española. Conectamos muy bien con todos y, de hecho, seguimos pasando por la oficina de la escuela incluso después de terminar el curso.
Disfrutar de la vista desde los miradores de Koh Tao
Mientras Rachele asistía a las clases teóricas por las mañanas, Gábor aprovechaba para hacer caminatas por la isla. El calor era intenso y los caminos no eran fáciles —todo era subir y bajar colinas— pero las vistas lo compensaban. Dos de los miradores que más nos gustaron fueron el Mango Viewpoint, con vistas amplias de la costa oeste y Sairee Beach, y el mirador John-Suwan, una roca desde donde se ven Shark Bay y Chalok Baan Kao Bay al mismo tiempo. Un sitio perfecto para entender la forma de la isla desde arriba.
Excursión a las playas de Koh Nangyuan
Uno de los días más completos fue el que pasamos en Koh Nangyuan, un pequeño conjunto de islas conectadas por una lengua de arena. Salimos con el barco del centro de buceo y pasamos el día entre corales y peces tropicales.
Rachele hizo allí sus primeras inmersiones a mayor profundidad, en zonas como el Japanese Garden, donde los corales forman un paisaje casi onírico, y en Twins Rock, donde a 12 metros vimos una anémona con un pez payaso (sí, un verdadero Nemo) y su cría. Los buceadores habían hecho un círculo de piedras para que nadie se acercara demasiado y pudieran estar tranquilos. Mientras tanto, Gábor disfrutaba haciendo snorkel y siguiendo peces de todos los colores, como si fueran pinceladas en movimiento.
Krabi y sus alrededores – playas del sur de Tailandia
En nuestro viaje por Tailandia, uno de los lugares que más ganas teníamos de conocer era la provincia de Krabi, en el sur del país. Habíamos visto tantas imágenes de sus playas e islas que no nos lo podíamos perder. Y la verdad, no decepcionó en absoluto. Entre Koh Phi Phi, Railay y muchas otras playas increíbles, pasamos varios días inolvidables recorriendo esta zona bañada por el mar de Andamán. Eso sí, el monzón aquí es intenso, así que hay que elegir bien el momento del viaje. Nosotros fuimos en abril, justo al final de la temporada seca, y nos pareció una decisión muy acertada. Aunque ya empezaban a caer algunas lluvias, el mar estaba en calma y había menos turistas que en meses anteriores. Perfecto para lo que buscábamos.
Desde el norte de Tailandia cogimos un bus largo hasta Hat Yai y de allí otro trayecto nos llevó directamente a Krabi ciudad. Una vez allí, utilizamos un tuk-tuk local que hace el recorrido habitual entre el centro y la zona de Ao Nang, donde decidimos quedarnos unos días como base para nuestras excursiones.
Si estás pensando en visitar esta zona, lo mejor es viajar entre diciembre y abril, cuando el clima es más estable. A partir de mayo el monzón empieza a notarse y muchas playas se vuelven menos accesibles. En nuestro caso, abril fue una opción ideal: empezaba a haber alguna tormenta, pero el mar seguía tranquilo y las playas estaban mucho más relajadas en cuanto a afluencia de gente.
Excursión desde Ao Nang a la playa de Railay
Una mañana nos levantamos temprano y fuimos al pequeño embarcadero de Ao Nang para subirnos a uno de esos barcos de popa larga que son todo un símbolo en Tailandia. Nuestro destino era la península de Railay, a la que solo se puede llegar por mar. La llegada es de postal: acantilados de roca caliza cubiertos de vegetación, aguas turquesas y ambiente muy tranquilo.
Primero paseamos por Railay West, que tiene una playa preciosa de arena blanca. En cambio, Railay East es más pantanosa, con zonas de manglares y sin playa visible cuando la marea está alta.
Como nos gusta movernos un poco, decidimos subir al mirador de Railay, aunque el camino fue bastante más exigente de lo que pensábamos. La mayor parte del sendero era más bien una trepada por raíces y rocas, pero al llegar arriba las vistas eran espectaculares, con toda la península rodeada de mar.
De todas las playas que conocimos en la zona, creemos que nuestra favorita fue Phra Nang Cave Beach. No solo por el paisaje, sino también por la cueva sagrada que se encuentra al fondo de la playa. Desde la orilla se puede nadar hasta un pequeño islote, un rincón perfecto para sentirse solo en el paraíso.
Excursión a las 4 islas
Una de las excursiones más conocidas desde Krabi es la llamada excursión a las 4 islas. Nos apuntamos a esta salida desde la playa de Ao Nang, y como estas islas están bastante cerca de la costa, se hace en uno de los típicos long-tail boats tailandeses. La excursión no dura todo el día, pero sí varias horas intensas en las que se visitan tres islas y se hace una parada final en la playa de Railay. Fuimos en abril, ya al final de la temporada alta, pero aún así en algunas paradas sentimos que estábamos en uno de esos lugares de Tailandia demasiado preparados para el turismo. Quizás si volviéramos, haríamos una excursión más tranquila a solo una de las islas para poder disfrutarla con más calma.
El recorrido del viaje
Lo que más nos gustó fue, sin duda, el trayecto en barco. Ir navegando entre islas e islotes con esa luz tan especial del mar de Andamán fue precioso. Además, tuvimos un día de sol radiante que ayudó a que todo se viera aún más espectacular.
Tup Island
La primera parada fue en Tup Island, que en realidad son tres islitas unidas por una lengua de arena blanca cuando la marea está baja. El paisaje nos pareció increíble, aunque al llegar nos encontramos con una cantidad de gente que no esperábamos. Nos costó un poco encontrar un sitio para estirarnos, pero al final nos metimos en el agua y nos quedamos charlando un rato con unos chicos españoles. Por suerte, nuestro barco llegó de los últimos, y cuando ya se iban la mayoría de turistas, pudimos pasear un poco más tranquilos y sacar algunas fotos que no parecieran de una playa abarrotada.

Chicken Island
Después seguimos rumbo a la Chicken Island, llamada así por una roca muy curiosa que se asemeja a la cabeza de una gallina. Aquí no hay playa donde parar, pero el barco hizo una pequeña parada para hacer snorkel. La verdad es que había muy poca visibilidad, el fondo era arenoso y no vimos casi peces. Aun así, nos vino bien para refrescarnos un poco.
Poda Island
Hicimos la parada para comer en Poda Island, una playa muy bonita con un islote rocoso justo enfrente. Aquí nos sorprendió lo bien organizado que estaba todo. Nos sirvieron un pequeño buffet de comida tailandesa bastante rico, mucho mejor de lo que esperábamos para una excursión de este tipo.
Y justo cuando pensábamos que la parada no podía dar más de sí, llegaron los monos. Al principio hacían gracia: cogían botellas de agua y bebían como si supieran perfectamente lo que hacían. Pero al poco rato se pusieron más agresivos, y una chica del grupo perdió su bolsa de patatas que uno de los monos le sacó directamente de la mochila.
Parada en Phra Nang Cave Beach
La última parada fue en la Phra Nang Cave Beach, que ya habíamos visitado el día anterior. Como nos había gustado tanto, aprovechamos para bañarnos otra vez. Es una playa que, aunque también tiene bastante movimiento, tiene algo especial que nos dejó muy buen recuerdo.
Con todo, la excursión a las 4 islas desde Krabi nos pareció entretenida, aunque algo masificada en algunos momentos. El paseo en barco fue lo que más disfrutamos, junto con la comida y el buen ambiente en nuestro grupo. Las playas eran bonitas, el snorkel un poco flojo, pero pasamos un buen día.
Excursión a Koh Phi Phi
Las islas Koh Phi Phi estaban entre los lugares que más ganas teníamos de conocer en Tailandia. Nos atraía esa mezcla de paisajes espectaculares y fama cinematográfica —sí, hablamos de la famosa playa de la película “The Beach” con Leonardo Di Caprio—, pero también sabíamos que hoy en día ese paraíso solitario ya no existe como tal. Aun así, no queríamos dejar de verlas con nuestros propios ojos, aunque decidimos hacerlo sin quedarnos a dormir allí. Elegimos una de las excursiones organizadas que nos pareció una forma cómoda para disfrutar de lo más bonito de las Phi Phi en un día.
Cómo fuimos de Krabi a Phi Phi
Salimos temprano desde Krabi en lancha rápida junto a un pequeño grupo de viajeros. Nuestro guía se llamaba Alex, un chico muy simpático que desde el primer momento nos hizo sentir como en una excursión entre amigos. La primera parada fue en Bamboo Island, una isla pequeña con playa de arena blanca y un agua de color casi irreal. Para nuestra sorpresa, a esa hora había muy poca gente, así que dimos un paseo tranquilo por la orilla antes de lanzarnos al agua con las gafas de snorkel. Fue una forma ideal de empezar el día.
Paseo por el interior de Koh Phi Phi Don
Después de Bamboo Island, continuamos hasta Koh Phi Phi Don, la isla principal del archipiélago. Aquí se concentran los alojamientos y restaurantes, aunque en nuestro caso solo estuvimos unas horas. Aprovechamos para subir al famoso «viewpoint», uno de los lugares más conocidos de la isla. Cuesta un poco llegar hasta arriba, sobre todo con el calor, pero las vistas panorámicas desde allí valen totalmente la pena. Desde ese punto se puede ver cómo la isla tiene forma de mariposa, con sus dos bahías enfrentadas unidas por una estrecha franja de tierra.
Snorkel y visita a Monkey Bay
Más tarde hicimos varias paradas para hacer snorkel. El agua era de un color impresionante, verde-azulado según el rincón, aunque sinceramente el fondo marino no nos pareció tan espectacular como esperábamos. Aun así, disfrutamos mucho del rato en el agua. Uno de los sitios donde paramos fue Monkey Bay, una pequeña playa donde los protagonistas no eran los peces, sino los monos. Se pasean por los árboles junto a la costa y observan a los turistas con cara de «¿traes algo para mí?»
Playas y paisajes de Phi Phi Leh
La parte más impactante del día llegó cuando llegamos a Koh Phi Phi Leh, la isla más pequeña y totalmente deshabitada. Aquí sí que sentimos que estábamos en un escenario de película. La Pileh Bay nos dejó boquiabiertos: una laguna cerrada entre paredes de roca verticales cubiertas de vegetación, y un agua verde esmeralda donde nos dimos un baño increíble.
Después llegó el momento de visitar la mítica Maya Bay. A pesar de la cantidad de gente, no podíamos dejar de admirar la belleza del lugar. Las altas paredes de roca que rodean la playa, el color del mar, la arena blanca… todo sigue siendo muy fotogénico. No es fácil encontrar un momento de tranquilidad, pero nadando un poco hacia el interior conseguimos alejarnos del bullicio y disfrutar del paisaje con más calma.
La excursión terminó con una visita rápida a Loh Samah Bay, en el otro lado de la isla. También es un sitio bonito, con un islote redondo muy fotogénico justo delante de la costa.
¿Vale la pena visitar Phi Phi?
Aunque Maya Bay está bastante masificada, nos alegramos mucho de haberla conocido. Es cierto que no queda mucho del paraíso solitario que mostraba la película, pero el entorno sigue siendo increíble. Nos quedamos un buen rato simplemente flotando en el agua y contemplando las paredes de roca. Esa mezcla de colores —el verde del agua, el gris de las rocas y el verde intenso de la vegetación— es difícil de olvidar.
Las islas Phi Phi son, sin duda, muy turísticas. Pero a pesar de ello, nos pareció que merecen mucho la pena. Si no te apetece quedarte a dormir en ellas, una excursión de un día desde Krabi puede ser una opción ideal para conocer sus paisajes más emblemáticos. Para nosotros fue uno de los días más intensos y fotogénicos del viaje.
Koh Lipe, nuestro Paraíso en Tailandia
Koh Lipe fue, sin duda, la isla más bonita que visitamos en nuestro viaje por Tailandia. Una isla pequeña, situada en el extremo sur del Mar de Andamán, que durante la temporada alta (de noviembre a marzo) se convierte en un destino bastante conocido, aunque nunca tan concurrido como lugares como Krabi, Phuket o Koh Phi Phi. Nosotros estuvimos en mayo, justo al inicio de la temporada de lluvias, y nos encontramos con una isla prácticamente vacía y con un ambiente relajado que nos enamoró desde el primer momento. Fue nuestra escapada perfecta para desconectar, descansar y simplemente dejarnos llevar por el ritmo pausado del lugar. Te contamos aquí lo que hicimos y lo que más nos gustó de Koh Lipe.
Disfrutar de sus playas principales
Desde que llegamos, notamos que Koh Lipe tenía ese punto de tranquilidad que tanto buscábamos. Muchos resorts y restaurantes estaban cerrados por la temporada baja, y eso nos permitió saborear la isla casi en soledad. Las dos playas principales, Sunrise Beach y Pattaya Beach, nos parecieron una auténtica maravilla: arena blanca, agua cristalina y espacio para estirarse sin tener que compartir la toalla con nadie. En especial, Sunrise Beach nos conquistó con sus amaneceres y su ambiente relajado.
Comer en alguno de los restaurantes de Walking Street
La vida en la isla durante esos días se concentraba sobre todo en Walking Street, una pequeña calle asfaltada que atraviesa la isla y donde se encuentran la mayoría de los restaurantes y tiendecitas. Aquí descubrimos La Lady Pancake, que se convirtió en nuestro lugar favorito para comer. Era un sitio sencillo y acogedor, con precios más razonables de lo habitual (la comida en Koh Lipe suele ser algo cara), y con un menú delicioso: pad thais, sopas de curry, pancakes de fruta o nutella y unos shakes de coco que nos tomábamos a diario, casi como un ritual.
Hacer el vago en la lengua de tierra al final de Sunrise Beach
Después de recorrer un poco la isla, encontramos nuestro pequeño rincón favorito: una lengua de tierra al final de Sunrise Beach, algo alejada de los resorts, donde siempre había muy poca gente. Nos gustaba tanto que terminamos volviendo allí todos los días. El agua estaba limpísima, apenas pasaban barcos, y era perfecto para bañarse y relajarse. Llevábamos algo de fruta, un par de libros, y nos pasábamos horas sin hacer otra cosa que disfrutar del silencio y del mar.
Hacer snorkel cerca de la costa
Una de las cosas que más nos divirtió fue hacer snorkel en varias zonas de la isla. Muy cerca de donde pasábamos el día había zonas de coral bastante bonitas, y también fuimos nadando hasta una pequeña isla frente a Sunrise Beach. En ambas vimos muchísimos nemos —de verdad, tantos que hasta nos cansamos de jugar con ellos—. Nos hacía mucha gracia lo curiosos que son estos peces, cómo se quedan mirándote fijamente, como si se preguntaran qué haces tú ahí.
Excursión a Koh Adang
Una mañana decidimos cruzar en barca hasta Koh Adang, que está justo al lado de Koh Lipe. La isla nos recibió con largas playas completamente vacías, sin hoteles ni bares, solo arena, selva y mar. Fue una escapada perfecta para desconectar aún más, si es que eso era posible.
Excursión de snorkel por las islas cercanas
También hicimos una excursión de snorkel que nos llevó a algunas de las islas cercanas, como Koh Rawi y la propia Koh Adang. El fondo marino era espectacular, y aunque ese día el mar estaba un poco movido, disfrutamos muchísimo de la experiencia.
Excursión y acampada en Koh Tarutao
No nos dio tiempo a hacerlo esta vez, pero si te sobra algún día por la zona, muchos viajeros recomiendan visitar la isla de Koh Tarutao, que es un parque nacional completamente virgen donde puedes acampar y vivir una experiencia de naturaleza pura. Nos lo dejamos apuntado para otra ocasión.
Cómo llegar a Koh Lipe
Desde Bangkok: se puede tomar un bus nocturno a Satun o el tren hasta Hat Yai. Otra opción es volar directamente desde Bangkok a Hat Yai.
Desde Krabi: es la opción más práctica si ya estás viajando por el sur. En temporada alta hay barcos directos hasta Koh Lipe. Fuera de temporada, hay que llegar por tierra a Satun, luego tomar otro bus a Pak Bara y desde allí embarcar rumbo a la isla. Este trayecto funciona durante todo el año.
En nuestro caso, contratamos todo con una agencia local, lo cual salió más barato y nos evitó complicaciones.
Cuando ir a Koh Lipe
El clima en Koh Lipe es cálido durante todo el año. La temporada seca va de noviembre a abril, aunque hacia el final las temperaturas pueden ser bastante altas. Entre mayo y octubre empieza la temporada de lluvias, y las tormentas tropicales son frecuentes sobre todo a finales de septiembre.
Nosotros estuvimos a principios de mayo, justo cuando comienza la temporada baja, y la experiencia no pudo ser mejor: precios bajos, una isla tranquila y un ritmo ideal para descansar. Koh Lipe fue, para nosotros, uno de esos rincones del viaje que guardamos con más cariño. Si puedes, intenta visitarla fuera de temporada, cuando recupera su esencia más auténtica.
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