Escrito por Rachele Cervaro y Gábor Kovács
Indonesia es un destino que nos fascinó desde el primer momento. Un archipiélago enorme, lleno de contrastes, con islas tan diversas que cada una ofrece una experiencia distinta: desde playas y selvas hasta volcanes y ciudades vibrantes. Para nosotros, el viaje por Indonesia fue un tramo muy especial de nuestra vuelta al mundo, una mezcla perfecta entre aventura, naturaleza y cultura.
Durante nuestra estancia exploramos lugares menos conocidos y otros que ya son clásicos, pero todos con su propia magia. Este diario recoge nuestras vivencias, recomendaciones prácticas y algunas anécdotas que nos hicieron aún más especiales estos días en Indonesia. Desde la llegada a Bali, hasta las inmersiones en arrecifes y el contacto con gente increíble que se cruzó en nuestro camino, queremos compartir todo lo que aprendimos y vivimos en este fascinante país de Asia.
Bali, nuestro primer encuentro con Indonesia
Bali fue nuestro primer encuentro con Indonesia. Aunque puede tener mala fama, esta isla va más allá de sus playas y fiestas. Es un lugar donde la cultura y la naturaleza se entrelazan en cada templo, arrozal y ritual. Durante nuestra visita, dedicamos varios días a recorrer los templos más importantes alrededor de Ubud y sus alrededores, descubriendo espacios llenos de historia, espiritualidad y un entorno natural impresionante.
Día 1. Ubud
Llegamos a Bali por el aeropuerto de Denpasar, y aunque Kuta está cerca, decidimos no quedarnos allí. La fama de sus playas largas y fiesta barata es un poco como Lloret de Mar, pero con peor ambiente, así que mejor evitarlo. En cuanto pudimos, cogimos un bemo —una especie de furgoneta local— para movernos hacia Ubud, la mejor base para visitar Bali.
Ubud es una ciudad turística, pero sin agobios. Nosotros estuvimos dos días y queríamos quedarnos más tiempo. Nos alojamos en un homestay, que aquí es una casa privada con habitaciones para turistas, construidas alrededor de un patio interior. La familia que lo lleva es encantadora; se llama Belos House, en Jembawan Street 70. Preguntad por Belos o Made, no os arrepentiréis.
Entre los templos de Ubud, el Pura Taman Saraswati es uno de los imprescindibles. Está frente a un lago lleno de flores de loto que crea un paisaje realmente bonito.
Fuera del centro está el famoso Sacred Monkey Forest Sanctuary, en un bosque denso donde hay varios templos y, como su nombre indica, muchísimos monos. Fue muy divertido observarlos en familia, desde sus juegos hasta momentos más privados.
Los templos en sí son impresionantes. Están en la selva y tienen un aire a película de aventuras, con esculturas de dragones y otras figuras que merecen mucho la pena.
Además, dimos un paseo por los arrozales de Penestanan, una zona donde no hay tantos turistas. Allí la gente, especialmente los niños, se mostró muy curiosa. Incluso enseñamos a patinar a unos pequeños con rollerblade que les había regalado un español. Vimos también a muchas mujeres preparando manualidades con flores y hojas de plátano para la fiesta de la luna llena, un evento muy importante en Bali.
Día 2. Los templos que ver cerca de Ubud
A poca distancia de Ubud hay varios templos importantes. En Tampaksiring visitamos el Gunung Kawi, dedicado al dios del agua, y rodeado de arrozales que dan un toque especial al lugar.
Otro templo que nos encantó fue Tirta Empul, conocido por sus fuentes de agua que brotan del suelo y a las que se atribuyen propiedades sagradas. Allí vimos mucha gente bañándose y rezando, y varias mujeres y hombres preparando ofrendas para la fiesta de la luna llena.
Muy cerca también está el templo Goa Gajah, construido dentro de una montaña con la entrada en forma de boca de demonio, y el Yeh Pulu con un bajorrelieve que muestra escenas de la vida cotidiana.
Día 3. Templos en el agua – Tanah Lot y Pura Ulun Danu Bratan
Uno de los templos más impresionantes se encuentra en Bedugul, en las montañas: el Pura Ulun Danu Bratan. Está construido sobre una isla en un lago y, cuando hay niebla, el paisaje adquiere un aire misterioso.
Aunque sea un lugar turístico, merece la pena subir en moto hasta el templo de Tanah Lot, uno de los símbolos de Bali. Está en el mar y se accede caminando cuando la marea baja. La puesta de sol tras el templo es un momento para recordar.
Día 4. Pura Besakih – el templo principal de Bali
En las montañas está el complejo más importante, el Pura Besakih. Son varios templos que se extienden por una gran superficie. Nosotros visitamos solo los principales. En Pura Besakih hay locales que intentan convencerte de que necesitas guía para entrar, pero es mejor ignorarlos. Los templos son realmente impresionantes y la atmósfera montañosa con niebla le da un aire especial.
Además de templos, Bali es famosa por sus arrozales. Los más bonitos que vimos fueron cerca del pueblo Tirtagangga. El camino fue largo y con muchas subidas, pero las vistas merecieron la pena.
Fiesta de Purnama- la experiencia más inolvidable en Bali
Cuando llegamos a Ubud, en Bali, notamos rápidamente que algo especial estaba ocurriendo en la isla. Los templos, incluso los más pequeños, se llenaban de actividad y la gente trabajaba intensamente para preparar una celebración muy importante. Preguntamos a Made, la señora de nuestro alojamiento, y nos explicó que se acercaba la fiesta de la luna llena, conocida localmente como Purnama.
Purnama es uno de los días más significativos para los balineses, ya que está vinculado a la agricultura y la espiritualidad. Se considera un momento ideal para plantar, especialmente cultivos de fruto, con la esperanza de asegurar una buena cosecha. Pero esa luna llena no era una más: en abril y octubre, la celebración adquiere un significado especial y se vive con una intensidad mayor.
Preparativos de la fiesta
Durante los días previos, vimos cómo toda la comunidad se involucraba en los preparativos. Las mujeres y los niños se dedicaban a crear elaboradas decoraciones florales, a preparar ofrendas y a cocinar pasteles dulces de arroz. Mientras tanto, los hombres se encargaban de preparar platos tradicionales, como la carne de cerdo, que después se ofrecerían a las deidades.
Los templos se transformaban con tejidos dorados que decoraban cada rincón, y las imágenes sagradas eran cuidadosamente limpiadas y vestidas para la ocasión. La intensidad del trabajo se notaba en el ambiente: era un esfuerzo colectivo para que la fiesta fuera perfecta.
La celebración de la luna llena
Al caer la tarde, cuando el sol empezaba a bajar y el calor disminuía, vimos cómo comenzaban las procesiones. Las mujeres transportaban las ofrendas sobre sus cabezas hasta los templos, colocándolas en puntos estratégicos. Allí, el Pemangku (el sacerdote) bendecía las ofrendas con agua sagrada mientras los fieles rezaban y participaban en la ceremonia.
Una vez finalizada, cada persona recogía su ofrenda para compartirla con la familia, ya que se cree que las deidades reciben la esencia de los regalos y dejan lo que sobra para los humanos. En el templo de Pura Besakih, el más grande de Bali, la celebración incluía también comidas en grupo y varias bodas, creando un ambiente muy especial de unión y tradición.
Para nosotros fue un privilegio poder vivir esta experiencia tan profunda y auténtica, que muestra la fuerza de la cultura balinesa y su conexión con la naturaleza y la espiritualidad.
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Nadando con tortugas en las islas Gili
Las islas Gili son uno de esos lugares que no pueden faltar en un viaje por Indonesia, un pequeño paraíso en el sudeste asiático. Estas islas se componen de tres opciones principales: Gili Meno, Gili Air y Gili Trawangan. Nosotros elegimos la más tranquila, Gili Meno, donde tuvimos la suerte de nadar casi cada día con tortugas marinas, una experiencia que no olvidaremos. Aquí te contamos nuestra experiencia y por qué creemos que vale la pena incluirlas en tu ruta por Indonesia.
Cómo llegar a las islas Gili
Para llegar a las islas Gili hay varias opciones. La más rápida es el barco rápido, pero suele ser más caro y hemos escuchado que el mar puede ponerse complicado y pasar momentos muy incómodos. Nosotros elegimos la opción más tranquila: primero un ferry hasta Lembar en Lombok, luego un autobús hasta el puerto de Bangsal (nosotros tuvimos que pasar una noche en Sengiggi porque salíamos de Bali por la tarde), y finalmente un pequeño barco que te lleva a la isla que elijas. Compramos un paquete con todos los tramos juntos en una agencia, lo que salió más económico que hacerlo por separado.
Actualización: Hoy en día hay ferries directos y en mejores condiciones que conectan Bali con las islas Gili, por lo que esta parte del viaje se puede hacer mucho más fácil que cuando nosotros fuimos.
Qué hacer en las islas Gili
Lo primero que llama la atención es que en las Gili no hay carreteras, ni coches ni motos. Los medios de transporte son la bicicleta, el carro tirado por caballo o caminar. Esto contribuye a que el ambiente sea muy relajado y tranquilo. En temporada baja conseguimos un bungalow nuevo, con agua potable incluida y desayuno, aunque con poca conexión a internet, algo común en la isla, lo que nos ayudó a desconectar y tomarnos un merecido descanso.
Durante los cinco días que pasamos allí, nuestro “trabajo” diario era despertarnos sin prisas, ir a hacer snorkel en las dos zonas de arrecife coralino que rodean la isla, comer, descansar en la playa y ver alguna película. La vida más sencilla y agradable que se puede imaginar.
Encontramos varios restaurantes con precios muy razonables en Gili Meno, muchos con pequeñas cabañas frente al mar, donde cada comida era un momento para relajarnos con vistas al agua cristalina. Para hacer snorkel y disfrutar de corales y peces, íbamos a la zona oeste de la isla, y para nadar con tortugas marinas, la parte este fue nuestra favorita.
Vimos corales realmente bonitos y peces de colores intensos, y nadar con las tortugas fue una experiencia cercana y única. No mostraban miedo, se dejaban acercar y podías nadar a su lado o incluso por debajo.
Por las noches, muchos restaurantes sacaban una gran mesa al exterior con el pescado fresco del día, y la oferta de platos locales nos encantó. Además de clásicos como el Nasi Goreng (arroz frito con verduras y huevo) y el Mie Goreng (fideos fritos con verduras y huevo), aprovechamos para probar otras especialidades callejeras como el Bakso (sopa de fideos con albóndigas de carne), Sate Ayam (brochetas de pollo con salsa de cacahuete) y Mie Ayam (sopa de fideos con pollo en salsa de soja). Las islas Gili son un destino que combina playas bonitas y un snorkel espectacular. Volveríamos sin dudarlo.
Nusa Lembongan: mantas y otras aventuras
Nusa Lembongan no es conocida por sus playas paradisíacas, ni tiene la fama de otras islas cercanas, lo que sí ofrece es un ambiente relajado, más auténtico, y alguna que otra experiencia que difícilmente se olvida.
Para llegar hasta allí salimos desde Sanur, aunque justo coincidimos con el “día de silencio”, una festividad local durante la cual no sale ni entra ningún barco. Nos tocó hacer noche en Sanur, que nos pareció una versión más cara de Kuta: mucha oferta de restaurantes frente a una playa larga, pero sin demasiado encanto. Al menos encontramos un alojamiento barato, aunque bastante básico y con una dueña no muy simpática.
Al día siguiente, temprano, tomamos el barco público a Nusa Lembongan. Llamarlo “público” es un poco exagerado, porque éramos casi todos turistas y cargábamos hasta las maletas de otros viajeros. Los locales iban en embarcaciones más rápidas. A bordo conocimos a Xavi y Sandra, una pareja catalana muy maja con quienes compartimos los días siguientes. Terminamos alojándonos todos juntos en unas cabañas sencillas en Tropical Lembongan, recomendadas por Bianca, una chica brasileña con la que habíamos coincidido antes en el viaje. El lugar era tranquilo, los dueños muy amables y el precio bastante asequible.
Recorriendo la isla: motos, playas y puentes estrechos
La isla de Nusa Lembongan es pequeña y fácil de recorrer, aunque el calor nos hizo replantear la caminata hacia el otro lado de la isla. Alquilamos una moto —sin casco, como es habitual aquí— y comenzamos a explorar. Las carreteras no están en el mejor estado, pero las distancias son cortas y se conduce despacio.
Desde Lembongan se puede llegar a Nusa Ceningan, una islita aún más pequeña y bastante local. Ambas están unidas por un puente estrechísimo donde, si te cruzas con otra moto, uno tiene que parar y dejar pasar. Allí nos gustó mucho la vista de Secret Beach, una bahía muy bonita que se aprecia desde arriba.
De vuelta a Lembongan, visitamos Mushroom Beach y Dream Beach. La primera estaba demasiado llena de barcos y la segunda tenía corrientes fuertes, así que decidimos no quedarnos mucho rato. Nos reunimos de nuevo con Xavi y Sandra para comer antes de que ellos siguieran su ruta. En el camino de regreso hicimos una parada para fotografiar las vistas del puerto y el mar, con un color azul intenso precioso.
Por la tarde visitamos la Mangrove Forest al norte de la isla. Estaba la marea baja y podíamos ver las raíces de los árboles, una imagen bastante curiosa.
Snorkel con mantas: lo mejor que hicimos en Nusa Lembongan
Como las playas no nos convencieron mucho, decidimos probar suerte con una excursión de snorkel. Nos llevaron por la mañana a Secret Manta Point, donde esperábamos ver mantarrayas. El trayecto en barco fue algo movido, pero nada serio. En el agua, tuvimos la suerte de ver dos mantas que pasaron varias veces cerca nuestro. Son criaturas enormes, con un diámetro que superaba el metro y medio. Fue un momento realmente especial, verlas deslizarse tan cerca, en silencio, como si flotaran en cámara lenta.
Después fuimos a Wall Point, donde los corales eran especialmente vivos y llenos de color. La cantidad de peces era sorprendente, y nos recordó —salvando las distancias— a lo que habíamos visto en la Gran Barrera de Coral.
Al terminar esa parada, el capitán nos pidió que nos lanzáramos de nuevo al agua. Nos advirtió de no asustarnos, que venía una sorpresa. Y lo fue: justo al lado de otro barco, vimos una gran cantidad de peces negros gigantes (Giant Belly Fish) que venían a comer el pan que les lanzaban desde la embarcación. Era impresionante verlos de tan cerca.
Terminamos la excursión haciendo snorkel en la zona del Mangrove Forest. Fue un día redondo, muy completo, y por un precio bastante económico.
El resto de la tarde lo pasamos descansando y viendo la puesta de sol. Por fin pudimos ver el Gunung Agung, el gran volcán de Bali, que casi siempre está cubierto por las nubes.
En resumen, Nusa Lembongan no es la isla con mejores playas de Indonesia, pero sí un destino donde disfrutamos mucho del ambiente local y de experiencias inolvidables bajo el mar.
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Viajar por Indonesia es una aventura llena de naturaleza, cultura y paisajes impresionantes, pero también implica ciertos riesgos que no conviene ignorar. Desde hacer senderismo en volcanes activos, atravesar selvas en Sumatra o bucear en las islas de Pulau Weh, hasta desplazarse por rutas remotas y menos accesibles, los imprevistos pueden suceder en cualquier momento.
En nuestro viaje por Indonesia, sabíamos que contar con una buena protección era fundamental para disfrutar con tranquilidad. Con Heymondo siempre hemos viajado seguros: la contratación es rápida y digital, la atención médica está disponible 24/7 a través de su app, y su cobertura cubre desde pequeñas molestias hasta emergencias serias en lugares alejados.
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Java, un destino muy completo
Nuestro viaje por Indonesia continuó por la isla de Java, una de las más densamente pobladas del país y también una de las más variadas. Es la isla donde se encuentra Yakarta, la capital, pero lo que más nos atrajo fue su mezcla de ciudades con historia, templos únicos en el mundo y paisajes volcánicos impresionantes. Pasamos varios días explorando lugares como Yogyakarta, con su ambiente vibrante, y visitando dos de los templos más espectaculares que hemos visto nunca: Borobudur y Prambanan. También quisimos vivir la experiencia de subir a uno de los volcanes activos, el Monte Bromo, una aventura que no olvidaremos fácilmente.
Jakarta – Una capital caótica, pero con chispa
Jakarta es una ciudad poco agradable a primera vista, no es la ciudad que más te apetecerá visitar en Indonesia. Una ciudad caótica con mucha contaminación, mucha pobreza visible en ciertas partes y lujo en otras. El transporte público no sirve de mucho ya que apenas se entiende y en la mayoría de los casos la única opción es tomar un taxi. Eso incluye muchas veces pasar un buen rato en los atascos de “Jam-karta” (traffic jam es atasco en inglés), como llaman muchos a esta ciudad. Sin embargo, tiene su ambientillo, y al final decidimos darle una oportunidad.
Visitamos Kota, el casco antiguo de Jakarta, y entramos en el museo Wayang, donde hay marionetas de muchos países: China, Camboya, Vietnam, Indonesia y también Europa; algunas daban un poco de mal rollo. El patio interior del museo nos encantó, con paredes llenas de frases y colores, y aprovechamos para hacer una divertida sesión de fotos con nuestros amigos locales.
En la plaza Taman Fatahillah, los sábados montan paradas de comida, ropa, zapatos y mil cosas más. También van muchos locales a hacerse fotos, todos con sus cámaras reflex, y el ambiente es bastante curioso.
Mientras paseábamos, varios chicos y chicas nos pararon para hacerse fotos con Rachele, que empezó a sentirse como una mini-celebridad local.
Por la noche fuimos al Monas, el monumento nacional y símbolo de Jakarta. Jugamos con las luces sacando fotos, nos reímos muchísimo y hasta conseguimos alguna imagen decente.
También descubrimos el contraste de Jakarta en sus centros comerciales de lujo y bares con vistas. Visitamos el Skye Bar en la planta 57 de un rascacielos. Las vistas eran espectaculares, pero el precio de una cerveza daba para diez cenas locales.
Jogyakarta – Cultura, vida callejera y comida
Jogyakarta, o Jogja como la llaman todos, es considerada la capital cultural de Java. Nos gustó desde el principio: tiene monumentos, museos, mercados, mucha vida callejera y un ambiente mucho más relajado que Jakarta.
Nos encantó pasear por Malioboro Street, una calle llena de movimiento, con puestos de comida por un lado y tiendas de ropa y recuerdos de batik por el otro. El batik, una técnica tradicional para pintar telas, está muy presente, aunque la mayoría de los productos que se venden están fabricados en serie.
Uno de los lugares más importantes es el Palacio del Sultán. No es algo imprescindible, pero si tienes tiempo, se puede visitar.
En Jogja también nos enamoramos de su comida. Probamos el martabak, una especie de empanada frita rellena de huevos, carne y verduras, buenísimo. En el mismo puesto hacían también terang bulan, un pastelito dulce hecho al momento, relleno de chocolate o crema. Nada ligero, pero nos encantó.
Borobudur – El templo budista más grande del mundo
Uno de los días que pasamos en Jogja madrugamos mucho para visitar Borobudur, el templo budista más grande de Asia. Salimos en moto a las 4 de la mañana para evitar el tráfico y, sobre todo, para llegar antes que los grupos de turistas.
El plan salió bien. Tuvimos la suerte de recorrer el templo casi solos y eso hizo que la experiencia fuera aún más especial. La entrada es cara, pero vale la pena. Borobudur impresiona tanto por su tamaño como por la cantidad de detalles tallados en piedra. Pasamos un par de horas explorando el lugar con calma. El entorno natural, rodeado de vegetación y montañas, completa perfectamente la visita.
Prambanan – Templos hindúes entre palmeras
Otro día desde Jogyakarta madrugamos para visitar el complejo de Prambanan, el conjunto de templos hindúes más importante de Indonesia y otro de los lugares imprescindibles que ver en Java. También fuimos con la moto y llegamos bastante temprano, aunque esta vez ya había más turistas.
El complejo está formado por varios templos, pero el más impresionante es el dedicado a Shiva. Todo el conjunto recuerda un poco a Angkor Wat, aunque en escala mucho menor. Lo que más nos gustó fue que los templos están rodeados de palmeras y vegetación, lo que crea un ambiente bastante especial. Pasamos un buen rato caminando entre las torres y observando los relieves que narran escenas del Ramayana, una de las grandes epopeyas hindúes.
Había zonas en las que no se podía entrar por restauración, pero aun así vale mucho la pena. Al final del recorrido visitamos también algunos templos más pequeños y menos turísticos, en los que apenas había nadie. Un lugar que transmite mucha paz a pesar del calor que hacía ese día.
Volcanes de Java – Entre cráteres y amaneceres
Java es una isla llena de volcanes y durante el viaje decidimos visitar dos de los más conocidos: el Monte Bromo y el Kawah Ijen.
Para ver el Bromo, tuvimos que hacer una excursión bastante dura. Nos levantamos a las 3 de la mañana para llegar a un mirador desde donde se ve el amanecer con el volcán Bromo en primer plano y el Semeru al fondo. Hacía mucho frío, pero el paisaje valía totalmente la pena: una vista de otro planeta, con el mar de arena, el cráter humeante y los colores del cielo cambiando cada minuto. Después bajamos hasta el cráter y subimos caminando por unas escaleras que nos llevaron justo al borde del volcán. El olor a azufre era intenso, pero las vistas eran brutales.
Sumatra, Indonesia salvaje
Sumatra es una de las regiones menos turísticas de Indonesia, aunque guarda algunos de los paisajes más impresionantes del país: el Parque Nacional Gunung Leuser, donde se pueden ver orangutanes en libertad, el Lago Toba, el lago volcánico más grande del mundo, o Pulau Weh, una isla poco conocida pero de una belleza espectacular. Algunos de los rincones más especiales que ver en Indonesia están aquí.
Medán, puerta de entrada a Sumatra
Desde Melaka volvimos a Kuala Lumpur justo el tiempo suficiente para hacer una lavadora, y enseguida tomamos un vuelo hacia Medán, en la isla de Sumatra. Indonesia es uno de nuestros países favoritos del Sudeste Asiático: la amabilidad de su gente, su diversidad y su ambiente nos atraparon desde el primer viaje. Ya habíamos pasado un mes increíble entre Bali, las Gili y Java, y ahora tocaba descubrir un rincón más remoto del archipiélago.
Medán es una ciudad grande, caótica y, para ser sinceros, poco atractiva. Estuvimos solo una tarde y la pasamos paseando por un centro comercial cercano a nuestro hotel. Allí escuchamos de repente gritos de niños que nos recordaban a una feria. Por curiosidad, subimos a la última planta del centro y… sorpresa: había un auténtico luna park cubierto, con atracciones grandes, como las que se ven en las fiestas de pueblo. Nos quedamos de piedra.
Camino al Parque Nacional de Gunung Leuser
Después de otras 4 horas de viaje por carretera, llegamos por fin a nuestro primer destino real en Sumatra: el pequeño pueblo de Bukit Lawang. ¿Y qué tiene este lugar que vale tanto la pena venir hasta aquí? En Indonesia se pueden ver muchos orang (que significa «persona» en indonesio), pero en el Parque Nacional Gunung Leuser también hay utanes, es decir… ¡orangutanes!
En cuanto bajamos del van que nos trajo hasta aquí, un guía local se nos acercó y nos acompañó caminando hasta el centro de Bukit Lawang. La mayoría de los viajeros vienen aquí con el mismo objetivo: hacer un trekking en la selva para ver orangutanes en su hábitat natural. Esta especie está en peligro de extinción, ya que la selva que habita se reduce cada año por la deforestación.
Hay muchísimos guías locales que trabajan para el organismo que protege el parque. Tienen una oficina en la entrada del pueblo, y los guías oficiales deben llevar una tarjeta que los acredita. Es recomendable pedirla siempre para asegurarse de que son certificados. Muchos de ellos recogen a los turistas en la estación de autobuses y también les ayudan a encontrar alojamiento.
Nosotros pasamos la primera noche en el Wisma Leuser, pero tuvimos una experiencia poco agradable: chinches. A Rachele le hicieron una verdadera guerra, así que nos cambiamos al Wisma Bukit Lawang Indah, y allí estuvimos mucho mejor.
Bukit Lawang es un lugar tranquilo donde todo fluye despacio. Los habitantes siguen con su vida diaria, los viajeros se relajan escuchando el sonido del río que atraviesa el pueblo. Sumatra no es una zona tan turística como otras islas indonesias, y eso se nota en el ambiente relajado y auténtico que se respira.
Por la noche, en nuestro hostal, los chicos locales se juntaban con guitarras y bongos, y el ambiente se animaba. Nos unimos a ellos, cantamos juntos con nuestros compañeros de trekking y los guías… hasta quedarnos afónicos. Una despedida perfecta antes de adentrarnos en la selva.
Trekking de 2 días para ver orangutanes en Sumatra
Bukit Lawang y el Parque Nacional de Gunung Leuser es uno de los lugares más emblemáticos para ver orangutanes en Sumatra. Para quienes disfrutan de la naturaleza, esta zona del norte de la isla es sin duda una parada imprescindible en cualquier ruta por Indonesia. Se pueden hacer rutas de diferente duración por la selva, y nosotros decidimos apuntarnos a un trekking de 2 días y 1 noche para tener la oportunidad de ver orangutanes en libertad.
Día 1: La maravilla de orangutanes salvajes
Nuestro grupo de expedición era de lo más variado: Anelie, una chica rusa; Josh, un galés; Sammy, un francés (siempre hay uno, ¿no?) y nosotros dos. Nos guiaban Hendri, al que apodaban “Mowgli”, y Visnu, dos chicos locales que conocían bien la zona. Empezamos caminando entre plantaciones de árboles de caucho, mientras los guías nos explicaban algunas curiosidades sobre la vegetación. No tardamos mucho en dejar atrás la zona cultivada y adentrarnos en la selva propiamente dicha. Fue entonces cuando apareció el primer orangután.
Hacemos una pequeña pausa para explicar algo importante: en el parque hay orangutanes salvajes (nacidos y criados completamente en libertad) y otros semi-salvajes (que nacieron en libertad pero pasaron un tiempo en el centro de rehabilitación). Cerca de Bukit Lawang, los adultos que se suelen ver son semi-salvajes y los guías suelen conocerlos por su nombre. El primero que vimos era un adulto salvaje. Nos observaba desde arriba, con un gesto entre indiferente y curioso. Hendri aprovechó para contarnos un montón de cosas interesantes sobre su comportamiento.
Más adelante apareció Sandra, otra orangután conocida por los guías. Estaba sola, la vimos moverse con agilidad entre los árboles hasta que decidió parar y comer justo delante de nosotros.
Un poco después nos topamos con una mamá orangután con sus dos pequeños. En ese momento coincidimos con varios grupos y la madre empezó a emitir unos sonidos como si mandara besos. Según nos explicaron los guías, eso es una señal de que hay demasiada gente. Así que muchos se fueron rápido para no incomodarla.
Justo cuando estábamos a punto de parar para comer, nos desviamos un poco del sendero y nos encontramos con otra madre y su cría. Parece que les caímos bien porque después de comer volvieron a visitarnos durante el café. Se acercaron mucho, estaban encima de nuestras cabezas, en lo alto de los árboles, observándonos. Fue un momento muy especial. Sus rostros, sus gestos, incluso la mirada… había momentos en los que parecía que estábamos frente a personas.
En el camino también vimos un pavo bastante grande. Y cuando ya estábamos acercándonos al campamento, apareció Mina, la orangután más temida del parque. Es famosa por haber mordido a más de 60 personas. No se sabe bien por qué es agresiva, pero se cree que tuvo malas experiencias con humanos en el pasado. Aun así, los guías la conocen bien y saben cómo actuar. A diferencia de los otros, Mina suele bajar al suelo.
Verla tan cerca impone. Mide algo más de un metro veinte y pesa cerca de 80 kilos. También su familia –hijos y nietos– bajaba al suelo. Ese día eran seis en total, un auténtico espectáculo. En general, los guías no alimentan a los orangutanes, pero con Mina hacen una excepción. Le dan fruta para mantenerla distraída mientras los visitantes pasan por la zona. La observamos desde unos 10 metros, y cuando Hendri nos dio la señal, salimos corriendo hacia el otro lado mientras Visnu la entretenía. Fue un momento intenso y emocionante.
El sendero hasta el campamento era muy empinado y resbaladizo, pero la recompensa fue buena: una taza de té caliente con galletas y un baño en el río junto a una pequeña cascada. El agua estaba fresquísima y fue una gozada.
La comida y la cena fueron realmente abundantes. A mediodía comimos un nasi goreng (arroz frito con verduras) con mucha fruta, y por la noche los chicos nos sorprendieron con una cena a base de diferentes currys de pollo y verduras. Había comida para un ejército. Incluso el desayuno fue espectacular: un club sandwich con huevo, verduras y un toque de especias.
Después de cenar nos quedamos alrededor del fuego con Hendri y Visnu, que nos enseñaron juegos de cartas, acertijos y retos de lógica. Algunos nos hicieron sudar de lo lindo. Fue una noche muy divertida y llena de risas.
Día 2: Más orangutanes y otras aventuras
Por la mañana nos despertamos con cientos de monos en los árboles alrededor nuestro y todos haciendo sexo. ¿Sabías que los macacos pueden tener relaciones hasta unas 25 veces al día?
Este día estaba previsto hacer rafting, pero los guías nos preguntaron si queríamos caminar un poco más por la jungla. Nosotros aceptamos encantados, y con Sammy y Visnu salimos a explorar mientras la otra pareja con Hendri se dirigió al punto de partida del rafting a través del río.
La caminata por la jungla implicaba una subida que había que escalar y una bajada muy empinada. En un momento notamos un olor característico que anunciaba la presencia de orangutanes. Visnu y Hendri nos enseñaron a identificarlo y, poco después, apareció Pessek con sus dos hijos. Al igual que Mina, Pessek baja al suelo y Visnu le ofreció algo de fruta. Nos comentaron que puede mostrar agresividad en ocasiones, pero que, a diferencia de Mina, tras recibir fruta normalmente se calma.
No sabemos si estaba en celo o si simplemente nosotros olíamos mal, pero diez minutos más tarde, cuando estábamos escalando la parte más difícil del sendero, Pessek volvió sola y se dirigió rápidamente hacia nosotros saltando de árbol en árbol. Fue evidente que no venía de forma amigable. Cuando estuvo a apenas un metro de Gábor, gritamos a Visnu, que bajó velozmente para intervenir.
Nos pidió que subiéramos rápido y empezamos a escalar con todas nuestras fuerzas, nunca habíamos subido tan rápido. Mientras tanto, Visnu intentaba calmar a Pessek. En la cima esperamos casi media hora hasta que Visnu regresó y nos contó que había logrado alejarla, aunque ella intentó atacarlo. La bajada la hicimos con rapidez, siempre atentos a que Pessek no nos siguiera, hasta llegar al río donde Hendri nos esperaba con fruta fresca.
Comimos unos noodles y aún quedaba una experiencia muy divertida: bajar a Bukit Lawang por el río. El rafting aquí se realiza usando la parte interior de grandes ruedas conectadas entre sí. La corriente es fuerte en algunos tramos y no podíamos dejar de gritar por la emoción, mientras las ruedas se levantaban y se balanceaban, casi haciendo que Sammy nos cayera encima en más de una ocasión. Nos divertimos muchísimo cantando la canción oficial de la Jungla de Bukit Lawang, lo que añadió un toque especial a la aventura.
Estos dos días han sido, sin duda, una de las experiencias más enriquecedoras del viaje. En tan solo dos jornadas vimos 16 orangutanes, dormimos en un campamento en medio de la selva con todos sus sonidos, estuvimos en un grupo estupendo y con dos guías que superaron nuestras expectativas. Hendri y Visnu no solo son profesionales excepcionales, sino también personas encantadoras. Si algún día visitáis esta zona, podemos facilitaros su contacto por correo.
Berastagi, el corazón volcánico de Sumatra
La región de Berastagi destaca por ser una de las principales áreas volcánicas de Sumatra. Aquí se encuentran volcanes como el Gunung Sinabung y el Gunung Sibayak, dos picos muy visitados por quienes buscan naturaleza y aventura. Nosotros tuvimos la oportunidad de conocer esta zona durante nuestra ruta por Indonesia y queremos compartir nuestra experiencia y recomendaciones para que puedas planificar tu visita.
Desde Bukit Lawang, el traslado hasta Berastagi fue bastante sencillo, aunque tuvimos que hacer un cambio de van en Medan. Viajar por Sumatra no resulta complicado: aunque uno no tenga claro el destino exacto, los conductores de autobús suelen saber bien cómo llegar y te llevan sin problemas.
Berastagi es una ciudad pequeña, pero con mucho movimiento y tráfico constante, incluso durante la noche. Siguiendo la recomendación del dueño del hostal en Bukit Lawang, optamos por un alojamiento económico, sencillo y frecuentado por mochileros. La ducha caliente tenía un coste extra, algo a tener en cuenta. Llegamos en un día lluvioso y frío, lo que hizo que la sopa caliente que tomamos para entrar en calor fuera aún más necesaria. En ese momento Rachele empezó a dudar un poco sobre la elección del destino.
Excursiones en Berastagi
Lo que realmente atrae a los viajeros a Berastagi son sus volcanes. En particular, el Gunung Sinabung y el Gunung Sibayak son los protagonistas de la zona. El Sinabung tuvo una erupción hace unos tres años y acaba de reabrirse al público, pero el Sibayak es un volcán dormido y más accesible, ideal para quienes prefieren una ruta menos exigente. Nosotros elegimos esta última opción y esperamos que el tiempo mejorara, ya que llevábamos varios días de lluvia. Por suerte, la mañana siguiente amaneció con un cielo nublado, pero sin señales de lluvia fuerte. Con una mochila ligera y la cámara en mano, salimos con algo de fruta y comida para afrontar la subida al volcán Sibayak.
El camino comienza en el pueblo y es asfaltado hasta el punto de control donde se paga la entrada, un tramo accesible en van. Luego, el sendero continúa entre curvas y zonas secas hasta un momento en que el asfalto termina. Ahí tuvimos que buscar el sendero real entre la vegetación, sin señales claras, lo que complicó un poco el inicio del trekking. Finalmente lo encontramos y una serie de escalones, algunos ya bastante rotos, nos condujeron al cráter.
El espectáculo de las fumarolas
Al llegar al cráter, las enormes fumarolas que expulsan gases y el sonido constante que producen impactan. Es un fenómeno natural muy llamativo que mantiene una atmósfera única. Dentro del cráter se forma un pequeño charco y no crece vegetación alguna, lo que da la sensación de estar en un paisaje casi lunar.
Desde aquí, el sendero se puede prolongar hasta la cumbre, desde donde las vistas ofrecen un panorama de 360 grados. Aunque el viento soplaba con fuerza, encontramos un rincón resguardado para descansar, comer y disfrutar del paisaje.
La bajada resultó un poco más exigente, sobre todo por la pendiente y porque los escalones que existían están bastante destruidos. La primera parte transcurre por la montaña y la segunda por un tramo con vegetación. Es un terreno algo resbaladizo, pero sin dificultad técnica importante.
Al final del descenso hay unas piscinas termales que llamaron nuestra atención, aunque el agua no estaba tan caliente como esperábamos, así que preferimos continuar el camino de regreso a Berastagi.
De regreso al pueblo tuvimos que esperar varias horas para poder ducharnos con agua caliente, ya que hubo un corte eléctrico que afectó la electricidad.
Para cerrar esta etapa del viaje, por la noche disfrutamos de un martabak, una especie de tarta salada frita típica de Java, que ya habíamos probado en Yogyakarta y nos había encantado. Al día siguiente partimos rumbo al lago Danau Toba, donde el clima prometía ser más cálido y diferente al frío de Berastagi.
Lago Toba: El lago volcánico más grande del mundo
El Lago Toba es el lago volcánico más grande del mundo, resultado de una enorme erupción que moldeó esta espectacular zona de Sumatra. Recorrer la Isla Samosir, situada en medio del lago, es una oportunidad única para conocer un territorio con un gran interés geológico y, además, la región más cristiana de Indonesia. En este apartado compartimos nuestra experiencia en uno de los lugares más especiales que visitamos en Sumatra.
Cómo llegar al Lago Toba
En muchos países del Sudeste Asiático, a veces merece la pena reservar transporte privado, ya que puede salir similar en precio al bus público y es más cómodo. Sin embargo, en Sumatra el transporte público es bastante más barato y nosotros decidimos probarlo, aunque sabíamos que no sería la opción más cómoda.
Para llegar desde Berastagi al Lago Toba tomamos varias conexiones en minivan y bus. Primero, viajamos a Kabanjahe, luego a Pematang Siantar, donde el transporte fue toda una experiencia: un van para 14 personas lleno hasta arriba, con un calor intenso y sin que nadie dejara de fumar. Finalmente, desde Siantar a Parapat tomamos un bus grande y casi tuvimos un accidente cuando el conductor intentó adelantar en una curva muy peligrosa. Este tipo de anécdotas forman parte de las aventuras que se viven en Asia, y aunque agotadoras, también resultan divertidas.
Al acercarnos a Parapat y bajar por las curvas, apareció ante nosotros la inmensidad del lago y la Isla Samosir. En Parapat esperamos un rato hasta que salió el barco que nos llevaría a la península de Tuk Tuk, nuestro destino en la isla. Para confirmar que estábamos en Indonesia, un grupo de niños se acercó a saludarnos con un “Hello Miss” y “Hello Mister”. Nos contaron que estaban practicando inglés durante sus vacaciones escolares con los profesores, y nos hicieron una pequeña entrevista y fotos, llenando la espera del barco de sonrisas.
Dónde dormir en el Lago Toba
Finalmente llegamos a nuestro refugio en el hostal Lekjon Cottages. Nuestra habitación era sencilla pero muy cómoda, con ducha caliente y vistas directas al lago desde la terraza, que estaba apenas a unos metros de la orilla.
La isla transmitía una tranquilidad increíble. Apenas había turistas, predominaban los visitantes locales. Nos sorprendió ver la cantidad de alojamientos y restaurantes que mostraban que en algún momento este lugar fue mucho más turístico. Para nosotros fue el sitio ideal para descansar tras los trekkings en la selva y el volcán, y también para celebrar el cumpleaños de Gábor.
Qué hacer en el Lago Toba
Durante nuestra estancia nos dedicamos sobre todo a relajarnos en la terraza, pasear por la península y probar la gastronomía local. Encontramos un sitio que hacía unos pancakes con plátano y miel deliciosos, otro con currys muy sabrosos, y nuestro favorito fue un restaurante donde preparaban pescado de lago a la barbacoa, realmente bueno. Fue allí donde celebramos el cumpleaños de Gábor con una cena especial. Como no había tarta, un helado cumplió perfectamente ese papel.
Una de las noches asistimos a un espectáculo de música y baile tradicional batak, el pueblo que habita la isla. Nos hizo mucha gracia uno de los músicos, que siempre sonreía detrás de su bigote y nos recordó a nuestro guía en Malang para el volcán Bromo.
Además de su música y vestimenta, las casas batak llaman la atención por sus techos puntiagudos con formas poco comunes, casi alpinas.
El único día en el que hicimos algo más activo fue cuando alquilamos una moto para recorrer la isla. La aventura empezó más tarde de lo previsto y la primera parada fue el pueblo de Ambarita, famoso por sus sillas de piedra donde se reunían los mayores del lugar.
Paramos a comer en un restaurante al borde de la carretera donde el dueño preparaba una pizza muy buena. Nos fiamos de su “pizzeria” bien escrita, algo poco común por aquí. Mientras esperábamos, descansamos en una pequeña playa cercana. Por cierto, el pueblo batak es mayoritariamente cristiano, por lo que la isla está llena de iglesias católicas y protestantes, de todos los tamaños.
Seguimos hacia Simanindo, donde vimos la cercana isla de Malau, que parecía un pequeño paraíso tropical con palmeras. Después llegamos a Pangururan, la capital de la isla, para almorzar. La segunda mitad de la ruta fue nuestra favorita: atravesamos montañas verdes que parecían recién cortadas.
Aunque creíamos que ya estábamos a mitad del recorrido y que volveríamos rápido, la carretera empeoró mucho después de Orangrunnggu. El asfalto desapareció y la vía se convirtió en un camino lleno de baches y curvas muy cerradas, lo que hizo imposible avanzar rápido. Al llegar a la cima, la carretera mejoró, pero hacía un frío inesperado que nos sorprendió. Terminamos el día de vuelta al alojamiento ya de noche, cansados pero satisfechos por la aventura vivida.
Para nosotros, el Lago Toba y la Isla Samosir son una visita obligada en Sumatra, un lugar lleno de calma y belleza natural que merece la pena conocer.
Banda Aceh: El legado del peor catástrofe natural de nuestros tiempos
A las 8 de la mañana del 26 de diciembre de 2004, cuando Banda Aceh empezaba a despertarse, la tierra comenzó a temblar sin parar durante casi diez minutos. Este terremoto, el segundo más fuerte registrado, sacudió la costa oeste de Sumatra y derrumbó buena parte de la ciudad. Pero lo peor estaba por llegar: apenas una hora después, el terremoto provocó tsunamis que afectaron a la mayoría de los países con costa en el océano Índico. En Banda Aceh, el agua avanzó hasta 9 kilómetros tierra adentro y la tragedia dejó más de 60 mil muertos, casi un cuarto de la población de la ciudad.
Banda Aceh es una ciudad que recomendamos visitar en Indonesia, donde se pueden encontrar monumentos y lugares que recuerdan aquel devastador tsunami.
Lugares que recuerdan la catástrofe
Al llegar, las imágenes de la tragedia generan una sensación de respeto y solemnidad. Afortunadamente, la ciudad ha sido reconstruida, y la zona costera que fue arrasada ha vuelto a la vida gracias al esfuerzo conjunto de los habitantes locales y la ayuda internacional. Nos movimos en becak para recorrer los puntos más significativos relacionados con el tsunami. Uno de los símbolos más impactantes es un barco de unos 20 metros que terminó encaramado en el techo de una casa. Esa imagen es suficiente para entender la fuerza de las olas.
En otro lugar vimos dos barcos situados en medio de la tierra, entre casas reconstruidas, y una naviera que el tsunami desplazó a unos 5 kilómetros del puerto hacia el interior.
Terminamos la visita en el museo del tsunami, que acaba de abrir sus puertas. Las exposiciones de fotografías, maquetas y la sala con vídeos resultan impactantes. Muchas de esas imágenes ya son conocidas, pero verlas en ese contexto y junto a los locales —muchos de los cuales perdieron familiares aquel día— añade un peso emocional difícil de describir.
Justo al salir, nos sentamos en el parque contiguo, donde hay esculturas que agradecen la ayuda internacional y un monumento dedicado a todos los países que colaboraron en la reconstrucción.
Para cerrar la visita, una niña que jugaba cerca nos despertó de la melancolía con su sonrisa, y la foto que le sacamos con el museo de fondo parece simbolizar la esperanza y la fortaleza de la gente de Banda Aceh frente a aquel pasado tan terrible.
Otras visitas en Banda Aceh
Como última parada visitamos la mezquita principal de la ciudad, que milagrosamente permaneció intacta tras el tsunami. A Rachele no le permitieron entrar ni al jardín, ya que Aceh es la región musulmana más conservadora de Indonesia.
Pulau Weh, una de las islas más bonitas de Indonesia
En Sumatra hay varias islas, y nuestra intención era conocer la isla de Pulau Weh, conocida localmente como Sabang. Es una de las islas más bonitas que se pueden visitar en Indonesia. Fue la última isla paradisíaca que visitamos en nuestra vuelta al mundo y no podríamos haber elegido mejor.
Cómo llegar a Pulau Weh
Desde Parapat, tomamos un autobús hasta Medan, luego un minivan hasta la estación de autobuses Pinang Baris y finalmente otro bus hacia Banda Aceh. Después de un viaje agotador de casi 24 horas, llegamos a la estación de Banda Aceh. Desde allí contratamos un taxi hasta el puerto y abordamos el ferry rápido hacia Pulau Weh. Al llegar, un becak nos llevó hasta Iboih, el lugar donde nos alojamos durante nuestra estancia en la isla.
Cómo es Pulau Weh
Pulau Weh no cuenta con muchas playas típicas de postal, salvo una que dicen es muy bonita, pero los alojamientos allí son caros y decidimos no visitarla. El principal atractivo de la isla es el mundo submarino. Los arrecifes que rodean la isla están considerados entre los mejores del mundo. Tanto el snorkel como el buceo ofrecen experiencias realmente especiales.
Dónde dormir y comer en Pulau Weh
Gracias a la recomendación de Solly, un amigo brasileño que conocimos en Fiji, nos alojamos en Yulia’s Cottages. Allí teníamos un bungalow sencillo y económico con baño compartido. Nuestra estancia fue más entretenida de lo que esperábamos. El personal era muy amable y pronto hicimos amistad con Renzo y Carolina, dos chilenos que viven en Nueva Zelanda. Compartimos estos días charlando, riendo, haciendo snorkel y buceo juntos. Sin duda, fue una gran compañía. Para nosotros, los argentinos y chilenos son siempre buenos compañeros de viaje, aunque entre ellos a veces tengan sus diferencias.
También conocimos a Luca, un italiano muy simpático, dueño junto a su mujer Eva del restaurante italiano Bixio, donde Eva prepara pasta casera que estaba deliciosa. Luca trabajaba en Lumba Lumba Diving y ayudó mucho a Rachele con consejos sobre buceo, ya que la zona tiene corrientes fuertes y Rachele aún estaba aprendiendo. Gracias a él, Rachele pudo hacer inmersiones en zonas protegidas con un instructor personal, compartiendo esta experiencia con Renzo. Además, incluso los recogían en el hostal para las inmersiones.
Actualización del 21/10/2019: uno de nuestros lectores nos informó que Luca falleció. Por ahora, desconocemos si el restaurante sigue abierto.
Qué hacer en Pulau Weh
Justo frente a Yulia hay un arrecife donde se puede hacer snorkel en aguas transparentes y de un azul intenso.
Es importante mencionar que muchos arrecifes en Indonesia, Malasia y Tailandia han sufrido en los últimos años un fenómeno llamado “blanqueamiento” o «bleaching» debido al aumento de la temperatura del agua, que ha provocado la muerte de gran parte del coral. Aunque este proceso está en recuperación, queda mucho por hacer. En Pulau Weh todavía se conservan las mismas especies de peces, lo cual es un buen signo.
Aunque el coral superficial es el más afectado, haciendo snorkel pudimos ver pulpos, peces león, peces payaso y muchos otros peces. Rachele y Renzo realizaron dos inmersiones y vieron murenas, pulpos, peces escorpión, peces león, rayas, entre otros. La inmersión favorita fue en la Seulako Cave, donde el coral es impresionante y la variedad de peces sorprendente.
El viernes, para no pasar todo el día descansando en la terraza, decidimos con Renzo y Carolina visitar la isla Rubiah, que está justo enfrente de Iboih. Se puede llegar nadando, pero el mar tiene corrientes fuertes, así que preferimos ir en barco. Como el viernes por la mañana es tiempo de rezo y no se puede nadar hasta las 14:00, solo pudimos pasar la tarde allí, haciendo snorkel y relajándonos en una pequeña playa.
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