Escrito por Rachele Cervaro y Gábor Kovács
Chile es un país que siempre había estado en nuestra lista de destinos por su diversidad de paisajes que parecen sacados de otro planeta. Desde el árido desierto de Atacama hasta los glaciares de la Patagonia, este país, con una extensión impresionante de norte a sur, abarca una variedad de paisajes, climas y ambientes que pocos lugares en el mundo pueden igualar. Este viaje fue la oportunidad perfecta para descubrir esos contrastes y vivir de cerca la esencia de un país tan fascinante.
Aunque la sensación principal fue estar en un territorio donde la naturaleza manda, también disfrutamos de muchas experiencias culturales interesantes, desde los barrios animados de Santiago, pasando por el ambiente universitario de Valdivia, hasta sentirnos transportados al pasado en la isla de Chiloé. Además, la amabilidad de la gente y la gastronomía local fueron grandes compañeros de ruta.
Este diario recoge nuestras vivencias, consejos y momentos especiales que queremos compartir para que quien sueñe con Chile pueda organizar su propia aventura. Hablaremos de rutas, lugares imprescindibles, detalles prácticos y algunas sorpresas que nos dejó este país que, sin duda, se gana un lugar en el corazón de cualquier viajero.
Parque Nacional de Torres del Paine
El Parque Nacional de Torres del Paine es, sin duda, uno de los lugares más impresionantes de la Patagonia chilena. Durante nuestro viaje por Chile, no encontramos otro parque con tanta variedad de paisajes en tan pocos kilómetros: glaciares colgantes, lagos de color turquesa, picos nevados, ríos caudalosos y bosques de coníferas. Llegamos con muchas ganas de ver de cerca las famosas torres que dan nombre al parque, pero el trekking de tres días que hicimos allí nos regaló muchas más sorpresas de las que imaginábamos.
Eso sí, conviene saber que visitar Torres del Paine no es precisamente barato. El acceso al parque es limitado, no hay transporte público hasta allí, y la entrada cuesta casi 30 euros. Lo más habitual es llegar con un tour desde Puerto Natales o contar con vehículo propio. Para ahorrar algo, optamos por dormir en los campings del parque, la alternativa más económica, aunque bastante básica.
El clima, por otro lado, es otro de los grandes protagonistas. Ya habíamos leído que podía cambiar varias veces en un mismo día, pero vivirlo en primera persona es otra historia. Aquí te contamos cómo fue nuestra experiencia paso a paso y te dejamos varios consejos prácticos para que puedas preparar tu visita lo mejor posible.
Cómo llegar a Torres del Paine
Antes de adentrarse en el parque, primero hay que llegar a Puerto Natales, una pequeña ciudad al sur de Chile que sirve como base para explorar Torres del Paine. Nosotros llegamos tras un viaje maratoniano de casi 15 horas en autobús desde Ushuaia. Desde allí, cogimos un autobús (parte de un tour) que nos dejó directamente en el parque. También se puede llegar con coche propio por la Ruta 9.
La verdad, no recordamos mucho del trayecto entre Puerto Natales y el parque… Nos habíamos despertado muy temprano y nos pasamos buena parte de los 200 kilómetros de viaje dormidos.
Trekking en Torres del Paine
Día 1 – Lago Pehoé – Campamento Italiano – Mirador Francés
La mayoría de los viajeros llegan al parque para hacer alguno de sus famosos circuitos de trekking. El más popular es el llamado “circuito W”, que recorre los principales puntos de interés de Torres del Paine.
Después de pagar la entrada al parque, siguiendo los consejos que habíamos leído, tomamos un barco que cruza el Lago Pehoé y te deja en el punto de inicio del recorrido. Para nosotros era una experiencia nueva: era uno de los primeros trekkings de varios días que hacíamos, y al principio se nos hizo raro caminar con las mochilas tan cargadas (con tienda de campaña, sacos de dormir y comida para los tres días).
En nuestro primer día, el clima no nos dio tregua. Lluvia constante, viento huracanado… hasta el punto de tener que agarrarnos a los árboles para no salir volando (sobre todo Rachele, que pesa menos). Ya nos habían advertido de que aquí uno puede pasar por las cuatro estaciones en un mismo día, y lo comprobamos desde el minuto uno.
La primera parte de la ruta atraviesa una de las zonas que se vieron gravemente afectadas por el incendio de enero de 2012. El parque estuvo cerrado durante un tiempo y todavía se notan las cicatrices del fuego: troncos calcinados y suelo ennegrecido. Nos impactó bastante. Por suerte, al avanzar el paisaje cambió. Empezamos a cruzar riachuelos saltando de piedra en piedra y pasamos por varios puentes colgantes que nos devolvieron el entusiasmo.
Hicimos noche en el Campamento Italiano, uno de los varios campings gratuitos que hay dentro del parque. Son muy básicos, pero cuentan con la presencia de un guardaparque durante todo el día y la noche, lo cual da bastante tranquilidad.
Es importante saber que desde hace unos años es obligatorio reservar con antelación si quieres pernoctar en estos campamentos. Los más útiles para completar el itinerario W son:
- Campamento Paso (cerca del glaciar Grey)
- Campamento Italiano y Campamento Francés (en el Valle del Francés)
- Campamento Torres (el más cercano a las icónicas torres)
Nuestra idea era subir hasta el Mirador Británico, pero el mal tiempo nos lo impidió, así que nos conformamos con llegar hasta el Mirador Francés. Aun así, las vistas del valle, el glaciar y el río merecieron mucho la pena.
Pasamos la noche en el Campamento Italiano. Montamos nuestra tienda y, a pesar del frío (unos 0-5 grados por la noche), dormimos bastante bien. Nos dimos cuenta de que nuestro equipo técnico de montaña había sido una excelente inversión. Eso sí, por la mañana, hasta que no empezamos a caminar, el cuerpo tardó un buen rato en entrar en calor.
Día 2 – Campamento Italiano – Refugio de los Cuernos – Refugio Chileno – Campamento base Torres del Paine – Mirador Torres del Paine
El segundo día amaneció mucho mejor en Torres del Paine. Por suerte, porque nos esperaba una jornada intensa: caminamos más de 10 horas en total. Empezamos bordeando los lagos con algo de sol que se colaba entre las nubes. El viento seguía presente, pero por momentos parecía empujarnos hacia adelante, como si también tuviera ganas de ver las torres.
Elegimos bien el sentido del trekking, ya que casi todo el tiempo llevábamos el viento a favor. Después de unas 8 horas y media caminando, llegamos al Campamento Torres, el más cercano a las famosas torres que dan nombre al parque. El cielo estaba despejado, y ahí estaban por fin, asomando entre las montañas. Era nuestra oportunidad: llevábamos días con cielos cubiertos, así que no nos lo pensamos dos veces. Dejamos las mochilas con el guardaparque y nos lanzamos a hacer la subida más dura del trekking.
La pendiente era muy empinada, y en algunos tramos había que ayudarse con las manos. Nos costó bastante, sobre todo después de los kilómetros acumulados, pero había algo que nos empujaba a seguir. A lo largo del camino, otros caminantes nos daban ánimos: “¡Solo 35 minutos!”, “¡20 minutos más!”… aunque no sabías muy bien si creértelos. Aun así, esas palabras nos daban ese empujoncito que nos faltaba.
Cuando llegamos arriba, el esfuerzo se olvidó en un instante. Las tres torres, imponentes frente al lago color turquesa, formaban una de las imágenes más impresionantes de todo el viaje. Nos quedamos un buen rato simplemente observando en silencio. Todo había merecido la pena.
Después de un rato en el mirador, bajamos hasta el camping, montamos la tienda, cenamos algo rápido y nos metimos dentro. Las piernas ya no daban para más.
Día 3 – Campamento Torres del Paine – Laguna Amarga
A la mañana siguiente, vimos que el esfuerzo del día anterior había valido completamente la pena. El cielo volvió a cubrirse y empezó a llover con fuerza. El tiempo en Torres del Paine cambia a cada momento, así que acertar con el momento justo para ver las torres ya es casi un regalo.
Tras desmontar la tienda, empezamos a bajar con calma. Paramos en el Refugio Chileno para tomar algo caliente y recuperar un poco, y desde ahí continuamos hasta el final del sendero, donde nos esperaba el bus de vuelta a Puerto Natales.
Otra opción para dormir dentro del parque son los refugios de Torres del Paine. Aunque la entrada y el transporte ya suponen un gasto considerable, dormir en los refugios eleva bastante el presupuesto. Por una cama sin sábanas se paga entre 40 y 50 euros, y si incluye saco de dormir, puede subir a 70-80 euros. Por eso nosotros preferimos la tienda de campaña.
Aquí te dejamos algunos de los refugios en los que se puede dormir durante el trekking W en Torres del Paine:
- Refugios, Cabañas y Camping de Los Cuernos
- Refugios Torre Central & Norte
- Refugio & Camping El Chileno (el más cercano a las torres)
Hacer el trekking en el Parque Nacional Torres del Paine fue una de esas experiencias que no se olvidan. Nos quedamos con ganas de volver algún día para recorrer el circuito completo, que lleva al menos una semana, pero que promete paisajes igual de espectaculares.
Adaptación para Chile
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Recorrer Chile sin un seguro de viaje es como enfrentarse al desierto de Atacama sin suficiente agua: puedes avanzar, pero cualquier imprevisto se vuelve más difícil de manejar. Chile es un país seguro y organizado, pero sus paisajes extremos, desde volcanes hasta glaciares, junto con actividades como trekking en la Patagonia o paseos en bicicleta por caminos rurales, pueden traer sorpresas.
En nuestro viaje por este país lleno de contrastes naturales y ciudades con encanto, disponer de una buena cobertura nos permitió viajar con confianza. Con Heymondo contratamos el seguro en pocos minutos desde el móvil y disfrutamos de asistencia 24/7 vía app. Desde una caída inesperada durante una caminata, hasta cambios de planes por condiciones climáticas o alguna urgencia médica, contar con un seguro adaptado a Chile es una recomendación que no podemos dejar pasar.
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Puerto Varas, la joya de los lagos de Chile
Puerto Montt y Puerto Varas están en plena zona de los lagos de Chile, aunque si tenemos que elegir, nos quedamos con Puerto Varas sin pensarlo dos veces. Es una ciudad con mucho encanto, muy bien situada a orillas del lago Llanquihue, uno de los más bonitos del país, y con vistas privilegiadas al volcán Osorno. Además, es uno de los lugares imprescindibles que ver en Chile si quieres conocer de cerca la herencia alemana del sur del país.
Cómo llegar a Puerto Varas
En nuestro caso, llegamos desde Argentina. Salimos de Bariloche a las 7:30 de la mañana y tras unas 6 horas de viaje —incluyendo el cruce de frontera con sus correspondientes controles— llegamos a Puerto Montt. Esta ciudad suele ser más un punto de paso que un destino en sí, ya que es la puerta de entrada hacia la Patagonia chilena, con ferris que van hasta Puerto Natales. Además, tiene un puerto importante vinculado a la exportación de salmón, que ha impulsado bastante su crecimiento en los últimos años. Aun así, no es un sitio que nos llamara especialmente la atención, y por algo los propios chilenos la apodan “Muerto Montt”.
Desde allí tomamos un bus pequeño que nos llevó directamente a Puerto Varas.
Qué ver en Puerto Varas
Puerto Varas nos pareció una ciudad tranquila, con un aire auténtico que nos gustó desde el principio. Está justo en la orilla del Lago Llanquihue, y en los días despejados se puede ver el volcán Osorno al fondo, creando una estampa espectacular… aunque nosotros no tuvimos esa suerte y durante toda nuestra estancia estuvo muy nublado.
Lo que más nos llamó la atención fueron sus casas coloniales de madera, muchas pintadas en colores vivos. Se puede seguir un pequeño recorrido por el centro para ver estas construcciones, que datan de principios del siglo XX y reflejan claramente la influencia alemana que se respira por toda la zona. En nuestro paseo no vimos apenas turistas, y eso hizo que la experiencia fuera aún más especial: calles tranquilas, locales haciendo su vida diaria y un ritmo muy relajado.
El legado alemán está por todas partes: muchos habitantes tienen apellidos alemanes, y en las pastelerías se venden los tradicionales “kuchen”, como si estuvieras en Baviera. El ambiente nos pareció muy auténtico y cercano.
Nos fuimos con ganas de volver algún día, ojalá en un viaje más tranquilo, para disfrutar mejor del entorno y ver los paisajes de los lagos con cielo despejado. Esta vez, el tiempo no acompañó demasiado, pero aún así Puerto Varas nos dejó muy buena impresión.
Pasamos tres días en la Isla de Chiloé y fueron, sin duda, tres jornadas que se nos quedaron grabadas. A medida que recorríamos los lugares que ver en Chiloé, teníamos todo el rato esa sensación de haber viajado varias décadas atrás. Es como si en esta isla alguien hubiese apretado el botón de pausa: todo se mueve a otro ritmo, más tranquilo, más auténtico.
Isla de Chiloé – Un viaje al pasado
Chiloé forma parte de un archipiélago compuesto por varias islas, algunas habitadas, otras no. La actividad más representativa que hacer en Chiloé es visitar sus iglesias de madera, muchas de ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Estas iglesias coloridas, construidas sin usar clavos, muestran la huella de la influencia alemana en la zona.
Además de las visitas culturales, otro de los grandes atractivos de la isla es su gastronomía, especialmente si te gustan los mariscos y el salmón. Nosotros lo comprobamos por nuestra cuenta, y la verdad es que se come de maravilla.
Qué hacer en Chiloé – nuestro itinerario de 3 días
Día 1: Playa Puñihuil – Chepu – Dalcahue
Empezamos nuestra ruta en coche desde Puerto Varas, y en poco más de una hora llegamos al transbordador que conecta con Chiloé. El trayecto en ferry fue corto, apenas 15 minutos, y nos sorprendió que incluso había conexión wifi a bordo.
Una de las cosas que más definen la isla es su clima: lluvia frecuente y cambios de tiempo bastante bruscos. En nuestro caso, también nos tocó lidiar con eso. Al llegar a la isla, nos dirigimos primero a Ancud y desde allí nos recomendaron acercarnos a una fiesta local en la playa de Puñihuil.
Para llegar hasta allí, recorrimos una carretera de ripio algo complicada, pero el esfuerzo mereció la pena. Aunque ese día había demasiado viento y no salían los botes que suelen llevar a ver pingüinos en los islotes, lo compensamos disfrutando de una de las cosas que más nos gustó en Chiloé: la comida.
En la playa había mucho ambiente. Vimos cómo preparaban mejillones enormes (aquí llamados choros), asado al palo y otros platos típicos. El sistema era curioso: te daban un número por cada plato y luego había que ir a recogerlos en diferentes puestos. Probamos una paila marina deliciosa, choros rellenos con chorizo y queso, y el curanto al hoyo, el plato más emblemático de la isla. Todo estaba riquísimo.
Con el estómago contento seguimos la ruta por otra carretera de ripio en dirección a Chepu, donde pasamos cerca del parque natural. Terminamos el día llegando a Dalcahue, donde nos quedamos a dormir. El tiempo no acompañó mucho y no pudimos ver todo lo que queríamos, pero sabíamos que aún teníamos por delante más días para descubrir la isla.
Día 2: Isla Quinchao – Feria artesanal en Dalcahue – Chonchi – Cucao
Empezamos el día tomando otro transbordador, esta vez desde Dalcahue, que nos llevó a la Isla Quinchao, la segunda más grande del archipiélago. Nuestra primera parada fue en Curaco de Vélez, donde se encuentra la iglesia más antigua de todas las islas.
Pasamos el día recorriendo pueblos pequeños, cada uno con su ambiente tranquilo y particular. En Chullec encontramos una iglesia junto a la playa, ovejas pastando, gaviotas y un barco abandonado que llevaba años encallado allí. En los miradores del camino tuvimos buenas vistas a otras islas del archipiélago.
En Achao visitamos una de las iglesias más importantes de Chiloé, construida totalmente en madera. Allí coincidimos con una guía local que nos explicó algunos detalles sobre estas construcciones. Nos contó que muchas tienen techos con forma de barco, ya que los constructores eran, en su mayoría, carpinteros de ribera.
Al final del recorrido llegamos a Chequián, donde hay una iglesia pequeñísima y una playa muy tranquila. La sensación de estar lejos de todo fue total. También paramos en Quinchao, donde vimos un restaurante cerrado desde hace tiempo y una niña que nos espiaba desde la ventana y se escondía cada vez que la mirábamos.
Después de recorrer la isla regresamos a Dalcahue en el mismo ferry. Una de las paradas más recomendables que hacer en Chiloé es la feria artesanal de Dalcahue. Dos veces por semana llegan los artesanos en barco desde otras islas para vender sus productos. Lo curioso es cómo cambia el paisaje con las mareas: cuando baja, los barcos quedan completamente apoyados en la arena, esperando a que el mar vuelva a subir.
Día 3: Parque Nacional Chiloé – San Juan – Tenaún – Cascada Tocoihue – Quemchi
En el Parque Nacional de Chiloé hay varios senderos que permiten descubrir su naturaleza tan especial. Nosotros empezamos el recorrido por el sendero El Tepual, pero al poco de comenzar, el cielo que hasta entonces estaba despejado se cubrió de nubes y nos cayó encima un chaparrón tremendo. Tuvimos que darnos la vuelta sin poder seguir. Por suerte, más tarde volvió a salir el sol y Gábor pudo caminar por los dos senderos más sencillos de esta parte del parque.
Primero hizo el sendero de la playa, un recorrido que atraviesa un tramo de bosque, pasa por un mirador y llega casi hasta una playa larguísima del Pacífico. Nos llamó la atención ver vacas paseando por la arena, algo totalmente inesperado. Las vistas desde el mirador también merecieron mucho la pena.
El otro sendero forma un circuito corto y está bien señalizado con carteles interpretativos. Transcurre por un bosque pluvial muy denso, con una vegetación exuberante que no habíamos visto en otras partes de la isla. Fue interesante descubrir este tipo de paisaje tan húmedo y cerrado.
Desde allí seguimos en coche hasta Castro, la ciudad más conocida de la isla y su capital. Dimos un paseo tranquilo por sus calles y fuimos a ver los famosos palafitos, esas casas construidas sobre pilotes de madera junto al mar. Son realmente fotogénicas y uno de los símbolos más reconocibles de Chiloé.
Después continuamos por la costa este, haciendo paradas en algunos pueblos que nos parecieron muy auténticos. En San Juan, un pequeño pueblo junto a la playa, apenas había movimiento. Más adelante llegamos a Tenaún, que nos pareció especialmente bonito, con su iglesia de madera pintada en rojo y azul, muy característica de la arquitectura tradicional de la isla.
En esta zona también hay rincones naturales interesantes, como la Cascada Tocoihue, que nos recomendó Sergio, un couchsurfer local. El lugar nos encantó, sobre todo porque se puede llegar muy cerca de la base de la cascada y disfrutar de la vista desde abajo.
Después de pasar por Quemchi, seguimos conduciendo por una carretera que atravesaba campos y pequeños pueblos. Dos horas más tarde llegamos de nuevo al transbordador, justo donde había empezado nuestra ruta tres días antes.
Nos despedimos de Chiloé con una sensación especial. No tanto por los lugares que vimos, que también, sino por la atmósfera tranquila y pausada que se respira en toda la isla. Es un lugar donde parece que el tiempo va más lento, y donde la vida aún se vive con calma. Sin duda, visitar la isla de Chiloé es una de las mejores decisiones que puedes tomar en un viaje por Chile.
Pucón y Valdivia
Otros lugares importantes de la región de los lagos de Chile que merece la pena visitar son Valdivia y Pucón. Valdivia se sitúa en la costa del Pacífico, mientras que Pucón se encuentra a orillas del Lago Villarrica. Valdivia es ante todo un destino cultural, mientras que Pucón atrae sobre todo por sus paisajes naturales. Es una de las zonas más bonitas que ver en Chile, ideal para combinar naturaleza y cultura.
Qué hacer en Valdivia
No es una ciudad repleta de monumentos, pero Valdivia tiene su encanto y merece la pena pasar al menos un día. Una de las experiencias más interesantes es tomar un bus hasta Niebla, un pueblo costero conocido por las fortalezas españolas que se conservan en la zona.
Tuvimos la suerte de disfrutar de un día soleado, ideal para pasear por los senderos junto al mar y disfrutar de las vistas al océano, al río y a la isla que se encuentra enfrente. Nos llamó la atención un árbol curioso, donde acabamos haciendo fotos un poco absurdas, y luego bajamos hasta el pueblo. En el camino, aprovechamos para probar unas empanadas de marisco y queso que estaban realmente buenas 🙂
Ya de vuelta en Valdivia, seguimos paseando por la ciudad. Como ciudad universitaria, tiene un ambiente joven y agradable. El campus, rodeado de vegetación, nos pareció un lugar perfecto para estudiar o simplemente pasar el rato.
Y justo al lado del río nos llevamos una sorpresa: una colonia de leones marinos descansando tranquilamente en la orilla. Estaban tan cerca que se podían ver perfectamente, bostezando sin parar, tumbados como si no existiera el mundo. Nos hizo mucha gracia verlos en pleno centro urbano, mientras a pocos metros pasaban coches y peatones.
Eso sí, había carteles que avisaban que son animales salvajes y que pueden morder, así que conviene no acercarse demasiado. Ya los habíamos visto durante una de las excursiones en Ushuaia, pero verlos en medio de la ciudad fue una escena muy curiosa. Te dejamos también un vídeo de los leones marinos de Valdivia.
Qué hacer en Pucón
En Pucón nos sorprendió un calor veraniego inesperado. Muchos nos habían comentado que el clima en la zona era lluvioso y cambiante, pero nosotros encontramos días soleados y bastante agradables. Aunque en verano suele estar lleno de turistas, ya había pasado la temporada alta, así que disfrutamos de un ambiente más tranquilo. Aun así, se nota que Pucón es un destino muy preparado para el turismo, con muchas terrazas, bares y agencias de excursiones abiertas hasta la noche.
Ascensión al Volcán Villarrica
La actividad estrella en Pucón es la subida al Volcán Villarrica, uno de los volcanes más activos del continente. Hay excursiones organizadas todos los días, y aunque no es una ascensión demasiado técnica, el clima puede dificultarla bastante. En nuestro caso, decidimos no hacerla porque veníamos algo cansados de tantos trekkings.
Pasear por Pucón y disfrutar de las vistas del volcán
Aunque no se suba al volcán, Pucón es un lugar perfecto para pasar unos días tranquilos. Su ubicación es realmente bonita, entre el Lago Villarrica y el volcán. Para nosotros, lo mejor fue simplemente pasear por la ciudad y disfrutar de las vistas del Volcán Villarrica desde distintos puntos, sacando mil fotos.
Ver el cráter echando humo fue una experiencia muy especial. Era la primera vez que veíamos un volcán activo tan de cerca. En la ciudad, además, todo está preparado en caso de emergencia, y hay señales por todas partes indicando las rutas de evacuación.
Excursión al Lago Caburgua y Playa Blanca
Desde Pucón puedes hacer una excursión hasta Caburgua, en la orilla del lago del mismo nombre. Desde allí se puede caminar hasta Playa Blanca, una playa de origen volcánico. A nosotros no nos pareció un sitio espectacular, aunque el paseo fue agradable. Personalmente preferimos el entorno del Lago Villarrica.
Excursión a Villarrica
También nos pareció interesante acercarnos a Villarrica, una localidad mucho más tranquila y auténtica que Pucón. No hay demasiadas atracciones turísticas, pero precisamente por eso nos gustó: aquí sentimos un ambiente más local. Comimos en un comedor sencillo, rodeados de gente del pueblo, y disfrutamos de una cazuela casera como si estuviéramos en casa. Además, Villarrica está también a orillas del lago, y desde aquí se puede ver el volcán y el lago al mismo tiempo, pero desde una perspectiva distinta a la de Pucón. Una vista preciosa que recordamos con cariño.
Bañarse en el Lago Villarrica
Después de varios días de trekking en la Patagonia, llegar a Pucón y tener un rato de descanso fue una bendición. Nos unimos a la tradición local de disfrutar del lago sin prisas, y fuimos a darnos un baño en sus aguas. Aunque el agua no estaba del todo limpia, con el calor que hacía nos sentó fenomenal y fue una forma perfecta de relajarnos.
Probar la comida chilena
En Pucón hay bastantes restaurantes donde se puede probar la cocina típica chilena. Nosotros nos animamos con una chorillana, un plato generoso con carne, champiñones, patatas fritas y huevo, que puede sonar sencillo pero estaba espectacular. Lo acompañamos con unas jarras de cerveza bien fría en una terraza, y nos supo a gloria. También probamos el pastel de choclo, un plato tradicional que lleva una base de carne picada y pollo cubierta con una capa de choclo (maíz) molido. Nada que ver con un pastel dulce, pero una combinación muy sabrosa.
Al final, Pucón y Villarrica ofrecen muchas más experiencias de las que uno se imagina. Estas dos ciudades, situadas en pleno corazón de la zona de los lagos del sur de Chile, fueron perfectas para recargar energía después del ritmo más exigente del viaje por la Patagonia.
Santiago de Chile, la capital chilena
Santiago es la capital de Chile, una ciudad extensa que, para muchos, tiene un aire más europeo que otras capitales sudamericanas. Es también una ciudad bastante segura y con una calidad de vida que no está nada mal. Puede que no tenga tantísimos lugares turísticos como otras ciudades del continente, pero a nosotros nos encantó, sobre todo porque nos sentimos bastante identificados con su ambiente. De hecho, si algún día tuviéramos que mudarnos a esta parte del mundo, probablemente elegiríamos Santiago.
Pasamos aquí unos días visitando los principales lugares que ver en Santiago de Chile y también aprovechamos para hacer alguna excursión a sitios cercanos. En este post te contamos qué hacer en Santiago de Chile en 3 días, según nuestra experiencia.
Qué hacer en Santiago de Chile en 3 días
Día 1. El centro histórico de Santiago
El centro histórico de Santiago gira en torno a la plaza de Armas, una zona muy animada con tiendas, edificios históricos y vida local a todas horas. Cada día se reúnen allí grupos de personas mayores para jugar al ajedrez, algo que Gábor no podía dejar de mirar.
Entre los principales sitios que visitar en el centro de Santiago están la Casa Colorada (una casa colonial muy bien conservada), la Catedral Metropolitana, el edificio de Correos, el Museo Chileno de Arte Precolombino y el Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno.
Uno de los lugares donde más veces paramos fue el mercado central. Allí encontramos un restaurante con las tres Bs: bueno, bonito y barato. Si buscas un lugar auténtico en Santiago para comer bien y sentir el ambiente local, este es el sitio ideal. Aprovechamos para darnos un buen homenaje con algunos de nuestros platos chilenos favoritos: caldillo de congrio, machas a la parmesana, empanadas de mariscos, pastel de jaiba y, cómo no, nuestra querida cazuela de ave y de vacuno.
Día 2. Miradores y barrios con personalidad
Uno de los grandes atractivos de la ciudad son los cerros de Santiago. Nosotros subimos tanto al cerro Santa Lucía como al cerro San Cristóbal. El primero es más bajo, pero tiene unas vistas bastante buenas de la ciudad y las montañas que la rodean.
El cerro San Cristóbal es más alto y desde la cima se puede contemplar una vista panorámica espectacular de Santiago. Allí arriba está la imagen de la Virgen y una pequeña iglesia al aire libre. Se puede subir en funicular (que es bastante económico) o caminando. Nosotros subimos en funicular y bajamos andando por uno de los senderos. Desde arriba se ve muy bien toda la ciudad y la cordillera andina al fondo, aunque también se nota la típica niebla gris que deja la contaminación.
Ese mismo día paseamos por algunos barrios con encanto de Santiago. Empezamos por el barrio París-Londres, con edificios de estilo europeo y un aire muy tranquilo. Luego nos fuimos al barrio Bellavista, más animado y bohemio, donde hay universidades, bares y muchos restaurantes. A pesar del frío, por la noche las terrazas estaban llenas de gente joven tomando algo y disfrutando del ambiente.
Día 3. Excursión a Valparaíso y Viña del Mar
Uno de los planes más recomendables si tienes varios días en la ciudad es hacer una excursión desde Santiago a Valparaíso y Viña del Mar. Ambas están relativamente cerca y se pueden visitar en un mismo día.
Valparaíso es una ciudad que se extiende por distintos cerros, donde las casas están construidas sobre colinas empinadas. Cada cerro funciona como un barrio y se accede a ellos en ascensores públicos. Tras visitar el puerto, subimos al mirador de la calle 21 de Mayo, desde donde se obtiene una vista impresionante de la ciudad y de la bahía.
Después recorrimos los cerros Concepción y Alegre, que son los más turísticos y conservan aún muchos edificios antiguos. Además, Valparaíso está llena de grafitis de gran calidad en prácticamente cada calle. Si te gusta el arte urbano, aquí no te vas a aburrir.
Desde Valparaíso tomamos un bus local para acercarnos a Viña del Mar, que está a solo 15 minutos. Viña tiene un ambiente más tranquilo y seguro. Paseamos por la plaza Vergara, rodeada de jardines, y nos acercamos al anfiteatro de la Quinta Vergara, donde se celebra uno de los festivales de música más importantes del país. Desde allí cruzamos el puente Casino para llegar a la costa y caminar un rato por la playa. Si buscas una escapada de playa cerca de Santiago, Viña es una muy buena opción.
Atcama, el desierto más árido del mundo
El Desierto de Atacama es conocido por ser el lugar más seco del planeta. Apenas llueve, la humedad es casi inexistente, y aun así aquí se encuentran algunos de los paisajes más increíbles que ver en Chile. La base ideal para descubrir esta región única es San Pedro de Atacama, un pequeño pueblo con mucho ambiente, que resulta perfecto para descansar entre excursión y excursión. En este artículo te contamos qué hacer en San Pedro de Atacama y alrededores para aprovechar al máximo tu visita.
Cómo llegar a San Pedro de Atacama
El aeropuerto más cercano a San Pedro está en Calama. Desde allí salen traslados directos al pueblo, y en temporada baja no es difícil encontrar vuelos baratos desde Santiago. Otra opción, más dura, es el bus desde Santiago, pero el trayecto dura unas 24 horas, así que hay que tener tiempo y paciencia.
Muchos viajeros, como nosotros, llegan a San Pedro después de hacer el tour de 3 días por el Salar de Uyuni. De hecho, muchas agencias en Uyuni ofrecen la opción de terminar el recorrido en San Pedro, lo cual es una forma muy práctica de cruzar la frontera y seguir descubriendo el norte de Chile.
Qué hacer en San Pedro de Atacama
Disfrutar de un descanso con comodidades
Si vienes de Bolivia, vas a notar el cambio enseguida. San Pedro es un pueblo pequeño, turístico, pero muy agradable. El clima es más cálido y hay comodidades que se agradecen, como buenos restaurantes, alojamientos cómodos y calles tranquilas para pasear. La calle principal está llena de agencias que ofrecen todo tipo de excursiones, y aunque los precios no son especialmente bajos, es fácil encontrar comida occidental o simplemente tomarse un café en una terraza.
Excursión al Valle de la Luna
Es probablemente la excursión más emblemática de San Pedro. El Valle de la Luna sorprende con paisajes áridos, formaciones rocosas surrealistas y una luz muy especial. Puedes ir en bicicleta o contratar un tour. Nosotros fuimos con agencia porque viajábamos en temporada baja y los precios eran bastante asequibles.
La primera parada fue la Piedra del Coyote, uno de los lugares más fotogénicos de la zona. Desde allí se obtiene una vista impresionante del valle, y no es difícil quedarse un buen rato simplemente contemplando el paisaje. A Gábor aún se le pone la piel de gallina al recordar lo que era mirar hacia abajo desde esa roca.
Además de lo impresionante del valle en sí, lo que hace especial este lugar es la claridad del aire. La visibilidad alcanza decenas (incluso cientos) de kilómetros. En días despejados se pueden ver montañas que están a más de 250 km de distancia. Aquí prácticamente nunca llueve y la humedad es tan baja (alrededor del 3%) que parece irreal.
Durante la excursión también hicimos un pequeño trekking por una cueva donde las paredes estaban cubiertas de sal. Era tan estrecha que teníamos que agacharnos para avanzar sin golpearnos. Fue una parte muy divertida del recorrido. Al final, visitamos el cráter principal del valle, otro punto que deja sin palabras.
El lugar hace honor a su nombre. Parece que estás en otro planeta. Y si subes a la duna más alta para ver la puesta de sol, la experiencia se vuelve aún más especial. Sin duda, uno de los mejores recuerdos que nos llevamos del viaje.
Visita a los géiseres del Tatio
Otra de las excursiones imprescindibles que hacer en San Pedro de Atacama es la visita a los géiseres del Tatio, una de las zonas geotérmicas más altas del mundo. La experiencia empieza bien temprano: los tours suelen salir alrededor de las 4 de la mañana, ya que el fenómeno es más impresionante a primera hora, cuando el aire frío contrasta con el vapor caliente.
La llegada, todavía de noche, nos recibió con un frío intenso. A esa altitud —el Tatio se encuentra a más de 4200 metros— el termómetro marcaba unos 15 grados bajo cero, y con el viento la sensación térmica era aún más dura. Aun así, el espectáculo natural que nos esperaba bien merecía el madrugón y el tembleque.
Recorrimos distintos puntos del campo geotérmico, donde pudimos observar géiseres con agua a más de 80 grados que lanzaban columnas de vapor al cielo, mientras otros solo desprendían fumarolas. Es curioso ver cómo estos géiseres tienen ciclos: el vapor sube de intensidad y luego vuelve a bajar, como si respiraran al ritmo de la tierra.
Uno de los géiseres más conocidos es el Asesino, que debe su nombre a una trágica historia: un turista francés quiso medir la temperatura del agua, perdió el equilibrio y cayó dentro, muriendo al instante. Desde entonces, este géiser se convirtió en el más temido del lugar.
Como suele ocurrir en este tipo de zonas, también hay piscinas naturales de aguas termales. En nuestro caso, el contraste entre el calor del agua y el frío del aire nos hizo dudar al principio, y casi nadie se atrevía a meterse más allá de los pies. Pero un chico alemán rompió el hielo —literalmente— y Gábor lo siguió. Al final, varios nos animamos. El agua rondaba los 30 grados y era muy agradable, aunque de vez en cuando alguna corriente más caliente te sorprendía… y sí, a veces te dejaba el trasero ardiendo.
Perdidos en la isla de Pascua, el ombligo del mundo
La isla de Pascua, o por su nombre original Rapa Nui, es un lugar que despierta la curiosidad de cualquiera. Es sin duda uno de los destinos más especiales que ver en Chile, aunque cuando estás allí cuesta creer que sigues en Sudamérica. Hay varios motivos que animan a viajar a isla de Pascua: su historia, marcada por una civilización que colapsó por el uso excesivo de sus recursos; las enigmáticas estatuas de moáis, que se han convertido en el símbolo de la isla; y por supuesto, su ubicación.
Es el lugar habitado más aislado del planeta, en medio del océano, lejos de todo. Esa sensación de aislamiento nos fascinó, y disfrutamos muchísimo de la semana que pasamos en este rincón tan singular. En este post te contamos todo lo que hicimos en nuestro viaje a isla de Pascua.
Cómo llegar a la Isla de Pascua
A diferencia de otros destinos, aquí no hay mucho que pensar: la única forma de llegar es en avión. El vuelo no es precisamente barato, especialmente en temporada alta, y dura más de 5 horas desde Santiago de Chile.
El clima en Isla de Pascua
El clima en isla de Pascua es agradable durante todo el año. Las temperaturas son suaves, aunque entre agosto y marzo llueve menos, así que en teoría es el mejor momento para visitar. Eso sí, como también coincide con la temporada alta, los vuelos se disparan de precio. Nosotros viajamos en julio y, aunque nos llovió en algunos momentos, el clima fue muy llevadero.
Dónde dormir en isla de Pascua
Alojarse en isla de Pascua puede ser bastante caro. En nuestro caso tuvimos suerte y nos quedamos en las cabañas de un conocido de un amigo. Acampar puede ser una buena alternativa si quieres ahorrar, aunque el clima puede jugarte una mala pasada, ya que los chubascos suelen ser intensos.
Qué hacer en un viaje a isla de Pascua
Sentirse bienvenido por los isleños
Nada más llegar te das cuenta de que estás en la Polinesia, no en el continente. Arturo, el dueño de las cabañas donde nos alojamos, nos recibió en el aeropuerto con collares de flores típicos. Un gesto muy bonito que nos hizo sentir acogidos desde el primer momento.
Visitar el volcán Rano Kau
El primer día lo dedicamos a conocer los alrededores de Hanga Roa, la única población de la isla. Tuvimos un tiempo bastante tropical: lloviznas intermitentes, seguidas de claros y arcoíris que parecían sacados de una postal. El mar siempre está presente, y bajamos a la costa para sentir esa conexión con el océano que define la vida en Rapa Nui. Visitamos una cueva con algunas pinturas rupestres y luego subimos al volcán Rano Kau.
La vista del cráter nos dejó sin palabras: en el fondo se ven pequeños lagos, y desde arriba se divisa toda Hanga Roa. Es sin duda uno de los paisajes más impactantes de la isla.
Junto al volcán se encuentra la aldea ceremonial de Orongo, con restos bien conservados de antiguas casas de piedra.
Recorrer la isla en moto
Una de las cosas que más disfrutamos fue la sensación de libertad. Fuera de Hanga Roa, la isla es pura naturaleza. Alquilamos un scooter durante tres días y fue todo un acierto. Es más práctico que ir en bici (sobre todo por el viento) y el precio no varía mucho. Además, hay tan poco tráfico que es ideal si quieres probar a conducir una moto por primera vez.
Visitar los moáis del sur
Empezamos a recorrer el sur de la isla y paramos en varios sitios arqueológicos como Vinapú, Vaihú y Akahanga. En muchos de ellos los moáis están tumbados, caídos junto a los restos de los altares. El día salió soleado y la isla nos regaló unos colores vivos espectaculares. El verde de la hierba era intenso, había caballos por todas partes y la sensación de estar en un lugar especial era constante.
Ver dónde se construían los moáis en Rano Raraku
Llegamos al volcán Rano Raraku, un lugar clave en la historia de la isla, ya que aquí se esculpían los moáis directamente en la piedra volcánica. Es el lugar con mayor concentración de estatuas de toda la isla, y resulta impactante ver docenas de figuras en diferentes fases de construcción, algunas medio enterradas, otras inacabadas.
Visitar el conjunto más impresionante de moáis en la bahía de Tongariki
Entre todos los conjuntos de estatuas, el de Tongariki es probablemente el más impactante. Se trata del famoso grupo de 15 moáis alineados frente al mar, una imagen icónica de la isla. Están colocados sobre una gran plataforma ceremonial (ahu), y la silueta de las estatuas recortada contra el horizonte deja una imagen difícil de olvidar.
Relajarse en la maravillosa playa de Anakena
En el norte de la isla también se pueden ver restos arqueológicos como los petróglifos de Papa Vaka, aunque lo que más disfrutamos aquí fue la playa de Anakena. Es la única de la isla donde se puede nadar con cierta comodidad. Tiene arena blanca, palmeras y un grupo de moáis que le dan un aire muy especial. Aunque el agua estaba bastante fría, nos animamos al menos a mojarnos los pies.
Ver el atardecer con los moáis en Tahai
Al caer la tarde, dimos un paseo por la costa al norte de Hanga Roa y terminamos el día viendo la puesta de sol desde el complejo ceremonial de Tahai. El sol se fue ocultando poco a poco tras las estatuas, en un ambiente muy tranquilo. Una experiencia sencilla pero de las que se quedan grabadas.
Ver uno de los amaneceres más espectaculares del mundo en Tongariki
Ese día madrugamos bastante. A las 7 de la mañana, todavía de noche, ya íbamos en moto rumbo a Tongariki para ver el amanecer. Los 15 moáis nos esperaban en silencio y el cielo, casi despejado, empezaba a mostrar sus primeros colores. El paisaje fue cambiando poco a poco: naranjas, rosas, salmón… una mezcla de tonos que iban tiñendo las estatuas mientras el sol asomaba con fuerza. Probablemente fue el momento más emocionante de nuestro viaje por la isla.
Buscar la piedra conocida como el ombligo del mundo
En el norte de la isla visitamos la curiosa piedra Te Pito Kura, también conocida como el ombligo del mundo. Se dice que tiene propiedades magnéticas y que puede alterar el funcionamiento de las brújulas. Más allá de la leyenda, es un lugar interesante y con un cierto halo de misterio.
Recorrer la parte oriental en busca de moáis menos conocidos
El último día lo dedicamos a visitar el este de la isla, donde todavía nos quedaban varios lugares por descubrir. Fuimos a Puna Pau, donde se tallaban los sombreros (pukao) que coronan muchas de las estatuas. Después llegamos hasta Ahu Tepeu, un sitio curioso por tener algunos moáis orientados hacia el mar, algo muy poco habitual, ya que casi todos miran hacia el interior.
Consejos útiles para tu viaje a Isla de Pascua
- Los precios en la isla son bastante elevados, incluso en los supermercados. Si puedes, lleva algo de comida desde Santiago.
- Muchos habitantes no se sienten identificados como chilenos, así que es mejor evitar comentarios sobre el tema.
- Para acceder a los principales sitios arqueológicos hay que comprar un boleto turístico, que no es barato. Eso sí, solo lo controlan en dos lugares (Rano Raraku y Rano Kau), así que hay viajeros que intentan recorrer la isla sin comprarlo.
Viajar a Isla de Pascua es una experiencia muy especial. Nosotros pasamos una semana inolvidable en este rincón remoto del planeta y sentimos que, por unos días, estábamos completamente desconectados del mundo.
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Genial el treking que hicisteis!!! 🙂 que maravilla de paisajes!!!
besos
Brutal la foto de les Torres descobertes! 🙂
me alegro chicos !! muy buena onda!!
Han tomado unas fotos sorprendentes, felicidades, pueden venderlas sin duda a alguna agencia de viajes. me gusta su blog, se han ganado un fan más.
todo muy bonito,pero dices varias veces costo del bus al parque muy caro,entrada al parque muy caro,pero seria mejor que dijeras cuanto cuesta.gracias.
Hola Juan! Tienes razón! A nosotros no nos gusta poner precios exactos, ya que no tenemos la capacidad de actualizarlos cada vez que cambien. Cuando he escrito caro, me refería a que el transporte es muy caro comparado con otro bus que recorre las misma distancia en Chile, la entrada al parque vale casi 30 euros y nos parece en general lamentable tener que pagar por la naturaleza y al final los refugios son un auténtico robo, te cobran 70-80 euros por una cama con saco de dormir, como si fuera un hotel de lujo! Te todas formas hemos actualizado un poco el post y gracias por tu comentario!
En qué época fueron? Para saber las temperaturas. Gracias, saludos
Hola Federico! Fuimos en febrero que debería ser el verano, pero eso no significaba que nos hiciera buen tiempo. En el mismo día tuvimos temperaturas muy variadas desde lo agradable hasta momentos que parecía que estamos en invierno. Un saludo!
Hola hay rutas de 1 solo día? Se puede dejar coche abajo? Gracias
Hola Christian! Si uno quiere, desde el parking se puede hacer la excursión de un día hasta las torres y luego bajar en el mismo día. Un saludo!